Como una eterna noche de sudestada, viento y lluvia que amenaza no acabar, así podemos comparar a aquellos trágicos años de dictadura militar.
Años en los que primero se nos arrebató el gobierno legítimo elegido por el pueblo y después, poco a poco, los derechos de cada ciudadano hasta llegar al mismísimo derecho a la vida.
Si repasamos la historia de nuestro país, que es intensa, con muchas circunstancias importantes, con acuerdos y desacuerdos, con políticos buenos y malos, con funcionarios aplaudidos o cuestionados por el pueblo; con crecimiento o no; siempre vamos a poder explicar lo que pasaba. Pero aquel 24 de marzo, un golpe de estado cívico militar, nos apagó la luz de la historia.
Por eso hoy, al momento de generar este espacio como día de reflexión y memoria, no debemos dejar de visibilizar algunos hechos gravísimos que desencadenaron en este hecho. Por ejemplo, una sociedad (una parte considerable de ella) que corrió a “golpear la puerta de los cuarteles” pidiendo que pusieran orden en un país destrozado, lleno de violencia y donde los hechos turbulentos iban cobrando presencia.
Lo grave y digno de serio análisis es eso: que el pueblo pida a la fuerza militar que ponga orden. Después de eso, ya no hubo nada por hacer.
Un gobierno de facto se instaló en el poder y de la manera que sabían hacerlo, arrasando con lo que se cruzara en un intento de poner orden y estabilidad en un país caótico ganado por la violencia.
Nada resultó bien. Un gobierno democrático sacado del poder por la fuerza. Un gobierno de facto instalado. Un terrorismo de estado que se convirtió en moneda corriente. Un avasallamiento de los derechos del ser humano que terminó con la cifra de 30 mil desaparecidos.
Tremenda noche horrible en la historia de nuestro pueblo.
Por eso nuestra responsabilidad es seguir visibilizándola. Para que nuestros jóvenes (ya nacidos todos en democracia) entiendan que la democracia hay que cuidarla. Que es cierto que a veces nos enoja, que exhibe funcionarios corruptos, que presenta políticos enfermos de poder, que requiere diálogo, acuerdos en medio de naturales desacuerdos, pero que demostrado está que es la única manera de construir un estado donde la voz de todos esté presente.