El español, uno de los idiomas más hablados en el mundo, es reconocido por su riqueza en vocabulario y gramática, como por su complejidad y curiosidades.
Nuestro idioma cuenta con más de 93.000 palabras según el Diccionario de la Real Academia Española, entre las que es posible encontrar más de 19.000 calificadas como americanismos.
No son tantas, sin embargo: el diccionario coreano suma más de 1,1 millones de palabras; le siguen el portugués, con cerca de 820.000, y el finlandés, con unos 800.000 términos.
Es razonable también hablar de belleza en el lenguaje, al punto que han llegado a elaborar un antojadizo ranking de las 10 palabras más bellas del castellano, algunas de escaso uso, como serendipia (hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual); melifluo/a (algo o alguien dulce, suave, delicado o tierno en el trato o manera de hablar); y patidifuso/a (sorprendido, asombrado).
Otras son más utilizadas: inefable, etéreo/a, efímero/a; inconmensurable, resiliencia, reciprocidad, y desenlace.
Por su parte, la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), que cuenta con el respaldo de la Real Academia Española, elige desde hace un tiempo la palabra del año, “entre nuestras más de 250 recomendaciones lingüísticas anuales”, según explican, aclarando que “la ganadora, que no tiene que ser necesariamente una voz nueva, ha de suscitar interés lingüístico por su origen, formación o uso y haber tenido un papel protagonista en el año de su elección”.
En 2023 la elegida fue polarización, el año anterior inteligencia artificial, en 2021 vacuna, en 2020 confinamiento, en 2019 en vez de una palabra se optó por los emojis (emoticones) para destacar el papel de estos pequeños símbolos en la comunicación; en 2018 microplástico, en 2017 aporofobia (neologismo que da nombre al miedo, rechazo o aversión a los pobres), en 2016 populismo, en 2015 refugiado, en 2014 selfi y en 2013 escrache.
Considerando la belleza como un atributo subjetivo, bien podrían destacarse como encantadoras buena parte de las palabras esdrújulas.
¿Qué son? Las esdrújulas son aquellas cuya antepenúltima sílaba es tónica (la que se pronuncia con más fuerza), de modo que, por definición, deben tener un mínimo de tres sílabas. Como su propio nombre, lo que confirma el aporte a la lógica de la ciencia lingüística.
También existen los términos sobresdrújulos, acentuados en una sílaba anterior a la antepenúltima.
Las reglas generales de acentuación para los polisílabos (con más de una sílaba) determinan que las palabras esdrújulas, como las sobreesdrújulas, siempre llevan tilde.
Sin embargo, hay algunas excepciones: las palabras esdrújulas que son adverbios terminados en mente, que se pronuncian, de forma natural y no enfática, con dos sílabas tónicas: la que corresponde al adjetivo del que derivan y la del elemento compositivo (mente), como por ejemplo lentamente, aunque conservan la tilde del adjetivo del que derivan: así como fácil o rápido llevan tilde, también la tienen fácilmente y rápidamente. Por el contrario, son sin tilde, por ejemplo, cordialmente (originada en cordial) o bruscamente (de brusco).
Como curiosidades de las palabras esdrújulas se menciona que la más larga es electroencefalográfico/a, con 22 letras, mientras que el rótulo de la más corta la comparten área, óleo y óseo/a, con cuatro.
Ejemplos (arbitrarios y siguiendo el orden alfabético) de bellas esdrújulas son: álgido, beneplácito, cúpula, discípulo/a, éxtasis, fábula, génesis, homónimo/a, ínfulas, júbilo, kilómetro, lúpulo, mágico/a, nítido/a, onírico/a, pletórico/a, quincuagésimo/a, romántico, súplica, trémulo/a, unívoco/a, vorágine, xilófono, yámbico, zócalo.