Don Raúl Vallejos tiene 87 veranos, es oriundo de Coronel Suárez y desde el año 1957 que conoció estas playas jamás volvió a veranear en otras. Raúl es un hombre amable, humilde, físicamente alto, tanto como su simpatía, personaje ilustre conocido por sus conocidos. Nos abrió las puertas de su casa y de su familia, para contarnos con detalle cómo era el Sauce cuando vino por primera vez hace 64 años y como fue cambiando la fisonomía con los años.
«Éramos muy pocos habitantes, 20 personas quizás, No teníamos energía eléctrica, solo había una usina que se utilizaba para trabajos municipales, el agua se extraía con bombas manuales y había gente grande que se dedicaba a llenar tanques.
Las primeras veces que veníamos acampábamos en Monte Hermoso, una vez nos corrió Sansot y después parábamos en el Hotel de Sauce, Hotel Abandonado como le decimos ahora. Las compras se las hacíamos a Ceville que junto a su mujer Pepa levantaba pedidos y los entregaba en un carro tirado por caballos, pan, carne, verduras, menos la leche porque se ordeñaba en el viejo campamento y un empleado tenía reparto a domicilio, vivíamos como en el mejor hotel’ entre risas Raúl cuenta que eran conocidos por los pobladores como ‘los muchachos del hotel’ y que los esperaban siempre.
Comenta que: «Antes la vista era diferente, se veía el mar desde el Hotel Abandonado, también había un convento con 30 o 40 monjas, un señor las trasladaba en un carro cuando necesitaban moverse y cuando requerían les sacaba a paladas de buey la arena del frente. Había una comisión de fomento que estaba Lo Gullo. También conocí a Don Vivían Puleston y a su mujer, que siempre trataba de cazar yararás para sacarles el veneno, porque servía para hacer antídotos.»
Luego de venir a veranear varios años compraron el lote frente al mar y cuenta que: «200 pesos pagué el terreno, me salió más cara la escritura que el terreno. Después construimos en el año 1972, vinieron dos oficiales de albañil de las colonias de Coronel Suárez, mí sobrino acarreaba los bloques hasta acá, yo hice la carpintería y mí hermano el cielo raso, un amigo maestro mayor de obras hizo los planos y los presentó en Coronel Dorrego, porque antes correspondía allá’
Raúl cuenta que disfrutan de la casa 11 meses al año, porque tienen un acuerdo en sociedad y cómo él es el socio mayoritario la utilizan todo el año menos en Febrero. Menciona también cómo está compuesta la familia, que tiene una hija Laura Inés, un hijo Pablo Daniel que luego se sumó a la charla, también 6 nietos, 1 bisnieto (Lautaro) y otro en camino.
Todos disfrutan de la casa. Recordó cuando fue a reclamar el alumbrado público de la esquina, la empleada de la cooperativa eléctrica le preguntó si conoció a su abuelo, entonces le contó que sí y cómo era la relación de amistad que mantenían. «Larsen era un pescador, más mal llevado, yo iba lo saludaba y no me saludaba, cuando bajaba el bote, le decía ¿lo ayudo? y ni cinco de bola me daba, después se hizo amigo de Pablo que era chico, se encariñó y lo subía para pasear unos metros y bueno se hizo amigo, más tarde venía a tomar unos mates, charlábamos mucho y nos regalaba lenguados» conociendo esto la nieta le dijo -quédese tranquilo don Vallejos, usted tiene razón, le van a poner la luz en la esquina, es un gusto conversar con Usted y que me contara sobre mí abuelo.-
En relación a la playa, comenta que «ahora es mejor, y más segura, antes era un peligro, te pasaban los vehículos que iban a la boca por un lado y por el otro y a toda velocidad para no encajarse, ahora que está prohibido eso, se puede disfrutar con más tranquilidad»
Casi al final de la charla se sumó Pablo, que también comparte anécdotas con la misma gracia, pero hoy el protagonista es Raúl, «terminó la función» dice entre risas. Nos despedimos expresando lo agradable y divertido que es conversar con él y le agradezco siempre cuando comparte sus vivencias, que permiten viajar en el tiempo y dimensionar además cómo era el Sauce en otra época.