A nivel global, el contexto de pandemia generó un importante aumento en el uso de insumos médicos como barbijos, guantes, protectores faciales, recipientes de alcohol etílico y equipos de protección personal (EPI) para evitar la propagación de COVID-19.
Estos elementos son fabricados con materiales poliméricos, como plástico y textiles antivirales, que se desechan luego de un único uso, generando así un mayor volumen de residuos en poco tiempo. En América del Sur el problema se agrava debido a que los sistemas de gestión de residuos sólidos arrastran deficiencias desde antes de la pandemia, por lo que muchos de esos residuos, en vez de seguir un circuito de reciclaje, terminan en basurales a cielo abierto o directamente en costas y mares.
Para conocer mejor esta problemática, investigadores del Instituto Argentino de Oceanografía (IADO), perteneciente al CONICET y la Universidad Nacional del Sur (UNS) realizaron un estudio sobre la contaminación con residuos plásticos de la pandemia en las costas de varios países de la región.
El artículo, publicado en la revista Science of the Total Environment, es un análisis preliminar de la situación y advierte que la mayoría de estos elementos terminarán formando “piscinas de microplásticos” en los mares e incrementarán el daño a las especies marinas en los próximos años.
“Como venimos trabajando desde hace un tiempo en los efectos de los microplásticos en organismos y sedimentos acuáticos, queríamos ver que está sucediendo con el aumento del uso de elementos descartables en el contexto actual. En la región, ya veníamos con ciertas deficiencias en la disposición final de los residuos y la pandemia las profundizó. Además, si bien en los últimos años mucha gente empezó a tomar conciencia de la importancia de disminuir el uso de plástico, este contexto hizo que volvamos a usar cosas descartables para evitar el contagio”, explica a TSS la doctora en biología Melisa Fernández Severini, investigadora del IADO e integrante del equipo de investigación junto con Natalia Buzzi, Carla Spetter, Ana Forero López, Maialen Ardusso, Benjamin Abasto y Daniela Truchet.
El plástico es un material que revolucionó el siglo XX gracias a varias ventajas sobre otros materiales, vinculadas a su versatilidad, resiliencia, abundancia, transparencia, ligereza y bajo costo, entre otras. Esto generó un uso indiscriminado de plásticos en todas las áreas de nuestra vida cotidiana. En el informe, los investigadores señalan que en 2018, la producción de plástico alcanzó las 359 millones de toneladas métricas en todo el mundo. Si bien los principales productores son Asia (50%), Estados Unidos (18%) y Europa (17%), en América Latina, aunque solo se produzca el 4% del volumen mundial, el problema no es menor, sobre todo por la falta de mecanismos óptimos de disposición final y reciclaje.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, América Latina y el Caribe generan 541.000 toneladas diarias de residuos. De esa cantidad, casi un tercio se quema o elimina en basureros a cielo abierto. Con respecto al plástico, solo en la Argentina, se desechan 12 millones de botellas plásticas por día. Otra cuestión a tener en cuenta es que los plásticos tardan alrededor de 450 años en descomponerse. “A la larga, ese plástico se desgasta, producto de un efecto de meteorización, y liberan lo que se conoce como microplásticos, partículas diminutas que se filtran por todos lados y llegan al organismo de peces, crustáceos y al agua potable”, señala Fernández Severini.
Los polímeros son los materiales más utilizados en la industria médica hospitalaria debido a su menor peso, mejor biocompatibilidad y menor costo. En los últimos años, además, creció la demanda de textiles antimicrobianos para confeccionar estos elementos, que utilizan nanopartículas de metales y óxidos metálicos que también representan una fuente de contaminación para los ambientes acuáticos. Durante la pandemia, la industria plástica colombiana estimó un incremento en la fabricación mensual de mascarillas faciales de 2 a 8/10 millones. En tanto, el principal fabricante latinoamericano de celulosa y papel reportó la producción de 18,5 millones de mascarillas por mes en Brasil, Chile, Perú y México. Las máscaras de tela también representan un peligro para los organismos marinos porque pueden quedar atrapados en las correas.
“Nosotros veíamos que en trabajos hechos en Europa y Asia empezaron a notar un aumento de la contaminación pero acá no había nada al respecto. Por eso, realizamos un relevamiento de la bibliografía y de lo que encontramos en algunas playas en Chile, Colombia, Brasil y Argentina, con la ayuda de colegas que tenemos en esos países. Este es un análisis preliminar cuyo objetivo es hacer un llamado de atención y ahora estamos trabajando para ampliar el estudio. Lo que más encontramos en las costas fueron barbijos”, cuenta la investigadora.
El lado B de la contaminación con microplásticos es la gestión deficiente de los residuos sólidos en la región. Antes de la pandemia, América Latina y el Caribe tenía el porcentaje más bajo (4,5%) de reciclaje a nivel mundial.Además, en varios países la recolección de residuos reciclables se paralizó durante varios meses debido a las medidas de cuarentena estricta. Por eso, los investigadores sugieren que es fundamental avanzar hacia una gestión de residuos centrada en el reciclaje y que la inversión en infraestructura y plantas de clasificación reducirá el uso de desechos que van a los vertederos y creará nuevas oportunidades laborales.
Otras recomendaciones del trabajo apuntan a impulsar el desarrollo de tecnologías sostenibles para convertir residuos en energía (como compostaje, gasificación térmica y tratamiento biológico mecánico); brindar a los recolectores de residuos un reconocimiento formal, con cobertura de seguro y logística de protección; actualizar datos estadísticos sobre la cantidad y composición de los residuos generados en cada país para poder diseñar sistemas de recolección más óptimos; y crear políticas de Estado para favorecer la compra de productos reciclados.
En ese sentido, los investigadores señalan que, además de la responsabilidad de los gobiernos nacionales para implementar medidas y del trabajo de la comunidad científica en busca de tecnologías más eficientes y producción de plásticos biodegradables, también es importante impulsar leyes que establezcan el principio de Responsabilidad Extendida del Productor (REP), así como incentivar la educación ambiental en los ciudadanos para que sean consumidores responsables y reduzcan al máximo la utilización de plásticos de un solo uso.
“Desde el Estado se tiene que controlar y desde nuestros lugares tenemos que tratar de reducir al mínimo la cantidad de plástico que usamos. Hay estudios que dicen que de acá a tres años va a haber más plástico que peces en el mar”, advierte Fernández Severini. En los próximos meses, el equipo continuará con el relevamiento, sobre todo en las playas aledañas a Bahía Blanca, Pehuencó y Monte Hermoso, para poder ampliar el trabajo junto con los datos obtenidos por colegas de otros países de la región.
Fuente: Agencia TSS