Como siempre, fue un espectáculo que derrochó talento, gracia, armonía y buen gusto en el marco de la muestra cultural anual; impecable desde todo punto de vista.
Este grupo de danza tiene una gran trayectoria en nuestra ciudad. Por él han pasado generaciones que encontraron en la danza clásica una manera de expresión y tal vez un estilo de vida. Desde pequeñas hasta adultas, a fin de año brillan en el escenario en una muestra colectiva que la comunidad disfruta y festeja.
Graciela Benedicti, su directora, puso en escena un show que constó de tres actos:
Una navidad mágica: adaptación del primer acto del Ballet Cascanueces, festejo de Navidad en la residencia de los Stahlbaum, con coreografía propia.
Danza contemporánea: con la interpretación de los temas To be alone, P.I.M.P., Warriors y Dance for me.
Las aventuras de Don Quijote, Sancho Panza y el Burro, también con coreografía de Graciela Benedicti.
En el primer acto, un majestuoso árbol de navidad engalanaba el escenario, y alrededor de él se sucedía la historia que presenta a parientes y amigos de la familia Stahlbaum preparándose para festejar la navidad. En medio de danza y travesuras el mago Drosselmeyer le regala a Clara el famoso cascanueces, un bello juguete de madera que se vuelve protagonista.
En este acto se lució gran parte del elenco, pero sobre todo las más pequeñas. Ellas que dan sus primeros pasos en la danza clásica, pero que sin embargo, allí están en el escenario con sus hermosos vestidos de colores, su espontaneidad y frescura, su encanto desplegado en esta obra. Son la atracción y engalanan la presentación.
En lo que respecta a la danza contemporánea, muy bien seleccionados los temas y el desarrollo de la danza mostró unas bailarinas talentosas y armoniosas. Si bien la danza contemporánea desarrolla una estructura de baile diferente, no puede negarse la base de clásico en la postura, los movimientos y la perfecta presencia en el escenario.
La sorpresa fue Graciela Benedicti, la directora, que en la última danza, se presentó en el escenario con ese particular arte que la mostró, como siempre, sobria, elegante, impecable y despertó un caluroso aplauso entre los espectadores y muchas lágrimas entre sus directos allegados y familia.
Graciela, quien ha marcado una impronta en Monte Hermoso, cuando dejó en más de 30 años de clases y exigencias, no solo su trayectoria que proviene del mismísimo Teatro Colón, sino una enseñanza que puede ser estricta tal vez, pero que enseña para la vida. Disciplina, presencia, educación, cumplimiento, exigencia, buen gusto, trabajo en equipo, compañerismo, sostén emocional, ensayos hasta el cansancio, alegrías y talento. Todo eso, además de madre y abuela, es Graciela Benedicti.
El cierre fue un derroche de talento, buen gusto y alegría. Ya de por sí Don Quijote de la Mancha (Soledad González) y Sancho Panza (Carolina Bertazzo) son personajes ricos desde su nacimiento de la mano de la literatura, que acompañados por el Burro (Cristel Quispe), dejaron en el escenario un acto de ballet clásico mostrando una escena en la plaza del pueblo, donde estos tres personajes llegan en busca de comida, bebida y aventuras.
Puede verse un Don Quijote un poco desorientado y enamorado de su Dulcinea (Reggina González) acompañada de un grupo de amigas (Carola Cueto Rúa, Lucila Fernández, Milena Rey y Camila Fernández) en un despliegue maravilloso de color y danza. Un vestuario impactante, un Sancho Panza histriónico y aventurero, con una presencia tal en el escenario que resulta ser el centro de este acto.
Divertido, gestual, inquieto, bailarín, fresco, armonioso, compañero y alrededor de quien gira la historia. Con esas bailarinas perfectas, con sus hermosos vestidos rojos y naranjas, que arman una historia de música y baile alrededor del personaje, que disfruta este hecho y se muestra feliz. Destacable la figura de Sancho, colorida, natural, espontánea, talento por donde se mire; complemento perfecto del resto del cuerpo de baile.
Sobre el final de la noche, la clásica despedida a las bailarinas que se van a continuar estudios fuera de la ciudad, en un adiós que se repite año tras año pero que no deja de ser emotivo. Porque muestra cada año la temporalidad de esta etapa.
Siempre expresa Graciela Benedicti en esta despedida “se van a iniciar otros rumbos” y no lo dice con resignación sino con alegría, porque sabe que la vida es eso.
Y vendrán otras bailarinas, otras pequeñas de 5 o 6 años, que sueñan con la danza y serán la energía que este cuerpo de baile renueva cada año. Un Petit Ballet que representa no solo la danza clásica, sino también la cultura, el buen gusto y el gran trabajo a lo largo del año para que todo sea impecable y permita, como siempre, que el Petit Ballet brille con luz propia.
Cabe mencionar al resto de las bailarinas: Brisa Marillán, Carmela Such, Dulce Canas, Rebeca Ledesma, Emilia Kalemkeriam, Carla Pucheu, Francesca Picardi, Ema Paglioni, Donatella Ferrara, Paloma Danieli, Emilia Rey, Renata Paleo, Ramona Riaño, Josefina De Ángelis. Porque todas son el Petit Ballet.
Felicitaciones chicas. Y como dice el folleto entregado en el ingreso: ¡Inténtalo, equivócate y comienza de nuevo… pero sobre todo baila! ¡Jamás dejes de bailar!