Bolo fue un hombre que vivió en esta ciudad toda su vida y la vio crecer, desde aquellas primeras calles de tierra con pocos habitantes hasta la gran ciudad que es hoy.
Hombre participativo, comprometido social y culturalmente, fue integrante activo de Rotary Club, trabajador incansable por el mejoramiento de la Cooperativa Eléctrica (de cuya Junta Administrativa era aún el presidente).
También fue el primer presidente de la comisión de Bomberos Voluntarios y formó parte de diferentes asociaciones que trabajaron incansablemente por el mejoramiento de la ciudad.
Siempre en su negocio (Ferretería Bolo), que si bien hoy estaba bajo la conducción de uno de sus nietos, siempre podíamos encontrarlo a Quico en el negocio, con su clásica chaqueta celeste, pulcra e impecable. Asesorando en lo referente a la infinidad de productos que vendía y con el humor que lo caracterizaba.
Gustoso de hablar con la gente, de hacer chistes y de recordar momentos y lugares de su Monte Hermoso querido, toda vez que alguien necesitaba una charla personal con él, se encontraba con una persona de buen humor, conversadora y preguntona.
Comprometido con el bienestar del otro, referente incuestionable de nuestra comunidad; comprometido con el poder político que estuviera a cargo del gobierno, dispuesto siempre a brindar soluciones y establecer acuerdos que beneficiaran a todos.
Reconocido en cualquier ámbito y referente incuestionado de los temas que tuviesen que ver con el mejoramiento del bienestar de vida de la ciudad.
Entre tantas cosas que Quico hizo, era el motor del recibimiento del nuevo año. Todos los 31 de diciembre tenía lista la camioneta donde con grandes números del año que se iniciaba recorría las calles encendiéndolo con hermosas y representativas llamas que mostraban el nuevo año.
Un clásico en la ciudad; salía desde su domicilio en la avenida Argentina e iba recorriendo las calles en la caja de la camioneta, acompañado por su familia y lógicamente últimamente con la responsabilidad y realización del evento por parte de sus nietos. Recorrían las calles donde todos se agolpaban no solo para ver pasar al nuevo año encendido sino para sacar la clásica primera foto del nuevo año. Así llegaba hasta el escenario central, donde una vez que sucedía esto se daba inicio a los fuegos artificiales clásicos de nuestra ciudad.
Un personaje tradicional, querido y mimado por la comunidad. Su ausencia será enorme, un lugar que nadie podrá ocupar jamás. Un lugar que no podrá ser reemplazado por nadie.
Francisco “Quico” Bolo, un hombre auténtico y netamente montermoseño. Un afectuoso adiós de su comunidad y un muchas gracias por todo lo que significó para Monte Hermoso.