El 9 de julio de 1816 sabemos que no es más que la finalización de un proceso independentista iniciado aquel 25 de mayo de 1810 en el cabildo de Buenos Aires.
Sin embargo, tuvieron que pasar unos años más, unos intentos de organización que atravesaron la Primera Junta, la Asamblea del Año XIII, los triunviratos y los directorios, para finalmente, en la casa de Doña Francisca Bazán de Laguna, en Tucumán, se diera por fin el grito definitivo de libertad.
Hasta allí se llegaron 33 representantes de las provincias convocadas, y si bien Buenos Aires no hizo llegar ninguno, al igual que Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos (integraba la Banda Oriental), posteriormente suscribieron el acta de la independencia firmada.
El trayecto fue largo, algunos salieron en el mes de marzo para llegar a la bella ciudad para la fecha convocada.
Pero esa asamblea de congresales, era pedida a gritos desde distintos sectores; especialmente desde voces como la de San Martín y Güemes, que estaban haciendo frente con ejércitos pobres y cansados a los realistas que querían recuperar sus territorios a como diera lugar.
Además de esto, en Europa las monarquías estaban recuperando sus tronos, por lo que Fernando VII, rey de España, pronto reclamaría sus tierras, es decir, su Virreinato del Río de la Plata.
Así que era urgente declarar formalmente la independencia. Que en primera instancia se proclamó del poder español, pero después entendieron que en esa acta debía decir también, de todo otro poder que intentara avasallar estas tierras. Es decir, la independencia sería de todos.
Porque no fue un acto de valentía solamente, sino que este territorio era muy próspero y otras potencias, como por ejemplo Inglaterra, querían poder llegar a disputarlas y poseerlas en nombre de sus reyes. Por eso fue necesario declarar que nos independizábamos de todos. Que éramos libres y soberanos.
A partir de esa histórica fecha, muchas fueron las marchas y contramarchas que dentro y fuera de nuestro territorio se sucedieron para ir a paso lento pero firme en la organización del estado. Un estado que no solo fuera administrador, sino que también marcara un ADN, una impronta que fuera digna de llamarnos argentinos.
Ya teníamos bandera, escarapela, una canción patria y acuñábamos moneda; sin embargo, no lograríamos la constitución nacional hasta 1853. Allí recién comenzábamos a organizarnos como una república federal.
Hombres con ideologías liberales, con ideas renovadoras, dispuestos a la lucha por su patria, fueron los que construyeron esta patria no solo libre y soberana sino también rica, próspera, con futuro y con el claro objetivo de constituirnos como nación.
Y todos sabemos que nuestra historia no fue sencilla. Que dimos marchas y contramarchas, hubo alianzas y traiciones, desencantos y esperanzas. Pero sin embargo, seguimos adelante, fortaleciéndonos a toda marcha.
Hoy no podemos dejar de repasar estos hechos que nos empoderan porque son los que nos hicieron el país que somos. Sin embargo, atravesamos en este momento especial de nuestra realidad momentos de zozobra, incertidumbre y poca esperanza; ya que muchas veces pareció que el barco estuviera perdiendo su rumbo.
Un rumbo que nos costó mucho marcar, que fue boicoteado por tormentas dictatoriales que dejaron sangre y dolor, que fue empañado por desaparecidos, que fue bañado con las lágrimas de los caídos en nuestras tierras malvinenses.
La historia de nuestro país se ha construido sobre marchas y contramarchas, pero no sin esperanzas de un futuro mejor. La construcción de esta maravillosa tierra, estuvo enmarcada siempre en trabajo duro, constancia y confianza en que seremos la nación grande que nos merecemos.