Según publicó el diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, en su edición del 1 de mayo de 1901, mencionando una resolución del 18 de abril de 1901, “se ha autorizado a la empresa del Ferrocarril del Sud, para denominar El Perdido a la estación que ha construido en la línea de Tres Arroyos, entre Aparicio y Coronel Dorrego”.
Esa nueva estación se ubicaba a la altura de la posta de La Flor de El Perdido, por donde cruza el pequeño arroyo que identifica a la población.
En 1928, por el lapso de 69 días, la estación ferroviaria se llamó Francisco Meeks, nombre que pronto fue rechazado por los vecinos, aceptándose el de José Antonio Guisasola hasta que, en 1986, definitivamente se determinó que la localidad llevaría el nombre de El Perdido, manteniendo la estación el nombre José A. Guisasola.
Se localiza próxima al centro del partido de Coronel Dorrego, ligeramente al este, a unos 20 kilómetros, de la ciudad cabecera del mismo nombre, sobre la traza del ferrocarril Ferrosur Roca. Se accede por tramo de alrededor de 7 km de camino consolidado que lo vincula con la Ruta Nacional 3.
El censo de 2010 registró una población estable de 919 habitantes.
Guisasola
En una carta enviada en 2003 Juan Carlos Peciña, vecino de El Perdido, le responde a Margarita Olañeta, coordinadora de la revista Eibar (de Eibar, España), un pedido de información sobre la vida de José A. Guisasola en Argentina.
En un extenso texto, Peciña, reseña el fruto de su investigación sobre el personaje, oriundo de Eibar, que le dio nombre a la estación ferroviaria y durante mucho tiempo al pueblo.
Comienza afirmando que los primeros datos los obtuvo del libro “Los vascos en la Argentina”, pudiendo corroborar que Guisasola llegó al país en 1876 y se instaló en casa de unos parientes en Rosario.
Que al poco tiempo comenzó a trabajar en un negocio de campo y que en 1882, Martín de Álzaga lo contrató para trasladar un rebaño de 9 mil ovejas a un campo que había arrendado en Guaminí.
Siempre a las órdenes de Álzaga, se encargó de la administración de otros de sus establecimientos agropecuarios hasta quedar como socio de la empresa familiar, luego de que aquel falleciera, en 1892.
En 1910, Guisasola se independizó adquiriendo la estancia “La Margarita”, en Coronel Dorrego.
Motivado por el interés de la publicación española, Peciña, profundizó la búsqueda de información, averiguando que en la actualidad “en nuestro pueblo no vive ningún descendiente directo, solamente un bisnieto que posee un pedazo de campo perteneciente al viejo casco de su estancia La Margarita”.
Por recuerdos de pobladores que escucharon de sus padres, como por documentos que lo atestiguan, supo que donó los terrenos para la construcción de la plaza central, la escuela, la delegación municipal, el correo y la policía. También para la iglesia, como así también que ayudó a la construcción de la sede social del club Progreso.
Incluso, que ayudó a muchos pobladores para la construcción de sus viviendas, realizaba préstamos de dinero y mandaba donaciones de guardapolvos para los niños que iban a la escuela.
Ratifica que el nombre El Perdido se debe al arroyo existente en cercanías y que esa denominación se debe a que es muy pequeño, se pierde su rastro y luego vuelve a aparecer.
Según los datos que fue recogiendo, en el año 1874 un juez de paz llamado Fermín Muñoz trasladó su juzgado a la estancia La Flor de El Perdido, convirtiéndola a finales del siglo XIX en una parada de mensajería.
El relato continúa así: “En 1887 se crea el partido de Coronel Dorrego al cual nosotros pertenecemos, y en el año 1890 se inaugura el ramal de ferrocarril que unió Tres Arroyos con Bahía Blanca; el paso del ferrocarril, la parada de mensajería y la llegada de muchísimos inmigrantes hizo que en nuestra zona se conformara un núcleo importante de gente, que peticionaron a las autoridades del ferrocarril la construcción de una nueva estación, entre Coronel Dorrego y otro pueblo pequeño llamado Aparicio, ya que en el ramal de 1890 se construyeron las estaciones con una distancia de treinta kilómetros porque las locomotoras debían cargar agua”.
Los dos nombres
Debido a eso, explica, “nuestra estación no figuraba, pero la petición tuvo su resultado, por eso el 18 de abril de 1901 nace nuestra estación y se toma como fecha de fundación para El Perdido, que primeramente se llamó así, hasta el año 1928 que pasó a denominarse Francisco J. Meeks, que era ingeniero inglés, el cual había diseñado la estación, pero eso solamente fue por un lapso de 69 días ya que nuestros pobladores estaban en desacuerdo y todas las noches volteaban el cartel”.
Fue así, “por voluntad de los pobladores, que pasó a llamarse José A. Guisasola; desde ese día hasta la actualidad conserva este hermoso nombre y de seguro seguirá por siempre. Una vez puesto este nombre, nuestro pueblo empezó a perder el inicial hasta tal punto que todos lo empezaron a conocer por Guisasola”.
Según sigue su relato, la verdadera historia “fue comentada en el año 1986 por un gran historiador que tuvo el partido, pero ese nombre llevado durante tantos años hace que hoy en día, inclusive yo, digamos vivo en Guisasola, o que siempre el nombre El Perdido vaya acompañado de Estación José A. Guisasola”.
Hace mención también a que “muchos son los nombres que lo recuerdan, a la Biblioteca Popular se la llamó José A. Guisasola, como así también a la Cooperativa Eléctrica, la balanza pública, etcétera”.
Incluye Peciña, además, datos familiares de Guisasola: “se casó con Catalina Vigne en 1888 y del matrimonio no ha tenido descendientes aunque adoptó como hija a su sobrina Margarita, hija de Esteban Guisasola y Josefa Ibarlucea”.
Tal información la pudo rescatar de escrituras de varias propiedades que pertenecieron al almirante José Guisasola Areco, curiosamente sin parentesco con José Antonio, salvo que se casó con Margarita.
Este otro Guisasola, afirma, “también jugó un papel importante en el progreso de nuestra localidad ya que con su esposa compraron muchos lotes que salían a remate, como es el caso de la casa de mis bisabuelos: un día encuentro la escritura donde el terreno figuraba a nombre de Guisasola; de dicha escritura logré rescatar el año de su casamiento y la adopción de Margarita”.
Finalmente, el joven vecino de El Perdido (tenía 23 años cuando remitió la carta en 2003), informa que “la primera en fallecer fue su señora esposa Doña Catalina, en el año 1932, luego, en 1944 fallece Don José, y en el año 1952 el almirante Guisasola”.
Y remata: “Tampoco sé dónde descansan sus cuerpos, de seguro en Buenos Aires, ya que su vida transcurrió de esa ciudad a su campo La Margarita, nombre que tomó seguramente por su hija.
El pueblo, antes y ahora
Es por demás interesante la descripción que Peciña hace de su terruño: “Las características de nuestra localidad son como las de todo pueblo pampeano, su fundación llegó a través del ferrocarril y a diferencia de muchos de los pueblos, el nuestro está separado por dichas vías, lo cual hace que algunos vivamos de un lado y otros del otro lado.
“El Perdido, en la década del cincuenta, llegó a contar con 3 mil habitantes, poseía fondas, grandes casas de ramos generales y una vida social y económica muy importante, pero luego, con los avances de la tecnología, la cercanía a la ciudad cabecera, Dorrego, los medios de transporte y el retroceso del ferrocarril hizo que mucha gente tuviera que emigrar en busca de nuevos horizontes.
“Hoy, en la actualidad, contamos con casi mil habitantes, muchos menos que en aquellas épocas doradas de El Perdido, por eso es nuestro deber mantenerlo y cuidar todo lo que aquellos primeros pobladores nos dejaron, para que El Perdido sea este hermoso pueblo de la República Argentina”.
Fuente: elperdido.com.ar
Foto de estación Guisasola, María Pía Corral