“Este es mi lugar, acá elegí vivir hasta que me muera”, aclara con total seguridad. “Sí, puede ser que muchos en Coronel Dorrego no conozcan ciertos detalles de mi fructífera carrera deportiva, pero acá en el pueblo prefiero seguir siendo el almacenero del barrio o el hijo futbolista de ‘Pinino’, con eso me alcanza para ser feliz”.
Nicolás Palacio, que por cansancio y tranquilidad mental ya no aclara que su apellido es sin “ese” final, nació el 7 de febrero de 1991 en Capital Federal, aunque el sentido de la razón lo empezó a tener donde vive hoy, por eso se siente un dorreguense más.
“Nos vinimos para acá, a la tierra de donde es oriundo mi papá (Rubén), cuando cumplí el año y, según me cuentan, porque mi mamá (Valeria Leguizamón), porteña y en ese momento muy arraigada a la gran ciudad, aceptó criar a sus cuatro hijos en un lugar donde la gente no tiene maldad y te ayuda para que día a día puedas ser mejor persona, padre, hijo, tío o abuelo”, fue la primera impresión de “Nico”, actual jugador de Huracán de Ingeniero White, que participa en la Liga del Sur y se prepara para el próximo torneo Regional Amateur.
Sus primeros escarceos con la redonda fueron en el club Villa Rosa, hasta 2004, cuando superó una prueba de fuego y se ganó un lugar en la pensión de River, donde vivió cinco años junto a grandes futbolistas que terminaron siendo sus amigos.
Pero el destino le iba a hacer la peor jugada: una lesión (se rompió el ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda) le prohibió la gran chance de debutar en Primera cuando el técnico era Néstor “Pipo” Gorosito. “Fue en una práctica de fútbol, me sentía pleno, sobre todo porque no había podido lograr el sueño de ser tenido en cuenta en los procesos anteriores de Diego Simeone y Leo Astrada.
Estuve un año parado, volví a jugar en Reserva, pero River se fue al descenso y no me pude ilusionar con renovar el contrato, por eso mi representante de ese momento me llevó a México, al Santos Laguna”, contó el lateral-volante zurdo mientras atendía a los clientes de siempre en el almacén de ramos generales de la familia Palacio, en calle 13 de Diciembre 348.
“A los seis meses me volví de México por cuestiones personales que no vienen al caso y como no tenía club acepté la propuesta de Ferroviario para ser el preparador físico del plantel superior. Como el equipo venía mal, decidí empezar a jugar. ¿Y qué sucedió? En el primer partido, a los pocos minutos, me rompí la otra rodilla y ahí sí pensé en largar todo”, recordó con rabia este peregrino del fútbol, quien viaja todos los días a Bahía, ida y vuelta, para cumplir con los entrenamientos en el conjunto “del bulevar”.
Después de la exitosa operación con el médico Luciano Casini volvió al ruedo en Tiro Federal siendo parte del equipo que peleó el ascenso en 2013. Como tuvo un buen semestre, Almagro se fijó en él y sostuvo 23 compromisos en la temporada 2013-2014 de la B Metropolitana.
“No fue una buena experiencia, la campaña en el torneo fue deplorable, no cobrábamos los sueldos, los hinchas nos apretaban cuando querían y la situación se había puesto ‘heavy’, así que decidí volver a mis pagos”, detalló el “Pala”, quien enseguida fue tentado por Atlético Monte Hermoso para jugar el Federal C 2015.
Ese mismo año regresó a Tiro Federal y después su carrera continuó por Sol de América de Formosa, Sansinena (ascendió al Federal A), Villa Mitre y Juventud Antoniana de Salta, su última camiseta antes de vincularse al “Globo” whitense.
“En Juventud, en el cuarto entrenamiento, me desgarré el gemelo, pero ese no fue el motivo para rescindir contrato y pegar la vuelta, el mayor inconveniente fue que mis hijos no se adaptaron a vivir allá y a cada rato me pedían volver”, expresó Nicolás, casado con la dorreguense Yanina Amuchastegui y padres de Delfina (9 años), Milo (6) y Fausto (3).
“Mi señora me sigue a todos lados y me banca a muerte, es la compañera ideal para entender e interpretar mis estados de ánimo, sobre todo cuando te toca vivir una situación angustiante que no necesariamente se encuentre ligada al aspecto deportivo”, indicó el marcapunta que integró dos seleccionados argentinos juveniles: el sub 18 (el DT era Walter Perazzo) y el sub 20 (de Sergio “Checho” Batista).
Antes de terminar de repasar su extenso derrotero futbolístico, “Nico” bajó la guardia cuando la pregunta y la insistencia derivó en una anécdota, triste por donde se la mire, que muy pocas veces quiso dar a conocer.
“En el 2010, estando en pleno proceso de recuperación de mi rodilla, me llegó una carta para ir de sparring al Mundial de Sudáfrica, pero cuando en AFA se enteraron que llevaba dos meses de rehabilitación me buscaron reemplazante al toque. Me acuerdo de eso y me empieza a doler el cuerpo, todavía hoy es una angustia terrible; por ahí la gente no entiende que me perdí la chance de estar cerca de Messi y Maradona, pero sí, me la perdí…”, manifestó con cierto resentimiento.
Identificado y feliz
El año que pasó, Villa Rosa volvió a ser campeón del Oficial de la Liga de Coronel Dorrego después de 42 años y Nicolás vivió esa coronación tan especial como hincha, dirigente y colaborador.
“Fue emocionante ver a tanta gente feliz, realmente fue un momento mágico y espectacular. Nos habíamos olvidado de festejar, de dar una vuelta olímpica, de sentirnos los mejores de verdad”, manifestó, haciendo mención a que el club de los Olivares tiene otros dos títulos en su haber: torneo local 1979 e Interligas 1992.
– ¿En qué cambió el club tras esa consagración?
– Institucionalmente se dio un giro completo, crecimos en infraestructura y el complejo deportivo tiene vida a toda hora, algo que no pasaba desde hacía mucho tiempo. Aunque lo que realmente nos llena de orgullo es saber que Villa Rosa se encuentra entre las opciones de los padres a la hora de elegir un club para las actividades de sus hijos. Antes no pasaba y era entendible porque no ofrecíamos nada.
Y nos eligen porque se está trabajando con seriedad y a conciencia. Si se hacen rifas o se organiza algo para recaudar dinero, lo que se junta va destinado a los chicos, a las inferiores, al semillero. Se invierte mucho en materiales, en elementos y en ropa con el objetivo de potenciar el desarrollo de los jugadores de menores, más allá de la motivación y la contención del día a día.
El padre de “Nico”, el gran “Pinino”, es presidente del “villero” desde 2018, y su mandato estuvo ligado a la transformación y a la evolución de una entidad de barrio que en este 2022 cumplió el gran sueño de debutar en el Federal Regional Amateur, quedando eliminado en primera fase ante Sportivo San Cayetano (0-0 en la ida y 1-2 en la vuelta).
“Cuando asumimos, las categorías formativas no completaban sus planteles, no existía el sentido de pertenencia y me animaría a decir que no éramos bien vistos ni por los pibes ni por los padres”, contó “el hijo de”, orgulloso de que el albiverde esté representado en la Liga Dorreguense con las tres categorías de menores y las tres de infantiles.
“Con el empuje de familiares, amigos y allegados, Villa Rosa cambió, hoy es un club modelo y eso me llena de orgullo. Se hizo mucho en infraestructura, como la refacción de los vestuarios de Primera y la instalación de las torres de iluminación en las dos canchas (principal y auxiliar). Hoy tenemos patín, fútbol femenino y seguimos creciendo”, agregó “Pala”, para redondear el concepto con una frase que calzó a la perfección: “Villa Rosa dejó de ser un club de fútbol para convertirse en un club social con participación de la comunidad”.
Su estimación hacía su amado Villa Rosa no tiene fin: “Es el único club de Dorrego con merendero, que le da la leche a los chicos después de los entrenamientos. Es una satisfacción enorme haber llegado a lo que somos hoy, a que algunos chicos vengan a comer porque la merienda es el único plato de comida que reciben en su casa. Y es un placer inmenso ver corretear a nenas y nenes por las instalaciones y que por momentos seamos tendencia en el pueblo.
“Hoy digo con orgullo que Villa Rosa ya no pasa vergüenza en el fútbol formativo, porque participa con todas las categorías y los pibes no se van llorando porque ya no pierden 11 a 0 como sucedía tiempo atrás. En este momento, la quinta pelea el primer lugar con Atlético Monte Hermoso y las tres más chicas (octava, novena y décima) marchan al frente en la tabla acumulada, cuando antes eran las últimas en poder completar y competir”.
Según datos oficiales, en Villa Rosa practican fútbol 150 chicos y la masa societaria trepó hoy a 300 activos. “Nunca vi al club como está ahora. Cuando se hizo cargo mi papá había solo 25 socios y no eran activos; es impresionante como evolucionó en todos los aspectos. “Hay una subcomisión de padres que trabaja a destajo y sin recibir nada a cambio y eso es digno de destacar”, señaló un casi emocionado Palacio sin “ese” final.
Se puede decir que en el orden de trascendencia, Villa Rosa ocupa el tercer lugar entre los clubes más representativos de Dorrego, detrás de Independiente y de Ferroviario.
“Es una posición que compartimos con San Martín, nuestro clásico rival, de barrio como nosotros. Mirá como será, la última vez que el ‘Santo’ salió campeón fue con mi papá de técnico. Son dos clubes parecidos, no podría decir que uno es tercero y el otro cuarto en el orden de prioridades, para mi están la par”, dijo sin querer jugársela y con toda la intención –y es entendible– de no quedar mal con nadie.
Aunque venía sin rodaje desde Salta y no estaba en su mejor forma física, Nico fue parte de los dos encuentros que Villa Rosa sostuvo con Sportivo San Cayetano. “En el primer partido entré media hora y en el segundo fui titular, pero más allá de eso fue un sueño ingresar a un Regional y jugar de noche y con luz en tu cancha, algo que no se había vivido nunca”, reconoció.
Alejandro Papasidero es el entrenador del primer equipo, el gran estratega para que en 2021 se consiguiera la tercera estrella en 66 años de vida institucional.
“Seguramente hay Papasidero para rato, hizo un gran trabajo y se ganó el respaldo de todos”, deslizó Nicolás.
– ¿Te vas a retirar en la “Villa”?
– Seguramente, aunque no me lo puse a pensar seriamente. Me quedan algunos años más de carrera y en Huracán tengo la posibilidad de jugar una doble competencia con un plantel que se armó para ser protagonista. Pero si lo tengo que imaginar ya, sería bueno un partido de despedida con la cancha llena y en una competencia superior a la Liga de Dorrego. La idea es llegar, alguna vez, al Federal A, pero falta mucho para eso.
–¿Sí? acabás de tirar una bomba.
– Es una ilusión; primero quiero ver un club en progreso constante, que la gente elija a Villa Rosa por pasión y sentido de pertenencia. Sería un sueño clasificar a un Federal A o que un pibe de acá llegue al fútbol grande, al exterior y, por qué no, a la Selección. Necesitamos apuntar alto, que los chicos tengan la formación necesaria como para tener la posibilidad de ir a competir a niveles superiores.
Hoy con nosotros colabora gente que no es hincha y que nunca estuvo vinculada a Villa Rosa. Se acercaron por lo bien que vienen trabajando los distintos grupos de padres y dirigentes que llevan adelante la institución, y eso es un ejemplo para propios y extraños. Es más, Villa Rosa atraviesa el mejor momento de su historia tanto social como institucionalmente. Y eso es gracias a la gente del pueblo que colabora con el club y otras entidades.
– ¿Y cómo está Huracán, donde te toca jugar hoy?
– Muy bien, consolidado, pensando a futuro gracias al gran apoyo que recibe de gente que ama al club. Aunque estoy un poco cansado de viajar 200 kilómetros todos los días, volví a Huracán para retribuirle la confianza a la dirigencia y para demostrarle al técnico (Federico Gómez Peña) que se equivocó cuando declaró que yo había dejado al equipo en banda y que solo me importó progresar económicamente.