Más allá de la polémica, discusión, reflexión o hasta confrontación sobre la terminología acerca de la celebración de hoy en nuestro país, el día de las infancias, de la niñez, del niño o como quieran llamarlo, es un día de homenaje a nuestros pequeños y nuestras pequeñas.
Ser niño no es una tarea fácil. Y no lo es por la responsabilidad que tenemos los adultos sobre ellos. Porque no basta con gestar y parir un hijo, ofrecerle una infancia feliz es la tarea titánica.
Siempre digo que los niños no vienen con un libro bajo el brazo que nos indique cómo criarlos, y en ese tránsito uno lo hace lo mejor que puede (quiero creer que todos los adultos asumen la tarea de la maternidad y la paternidad con responsabilidad).
Ya se que muchos comenzaron a reírse, porque tenemos montón de tristes ejemplos de padres ausentes (en su mayoría) y de madres que delegan la crianza en abuelas y nanas.
Pero no es solo a esa responsabilidad a la que me refiero sino al compromiso impostergable de ofrecerles una infancia feliz. Y cuando nos preguntamos –nunca está de más– qué es una infancia feliz, tal vez me imagino una infancia idealizada, con juegos, aprendizajes, construcción de una personalidad imaginativa, creativa, resolutiva y de buena persona.
Niños que pregunten, que sean inquietos, que jueguen, que exploren, que construyan, que escriban, que disfruten y construyan el arte, que amen, que sueñen, que divaguen e imaginen, que inventen, que cuestionen, que reflexionen, que crean en si mismos, que se empoderen, que amen a su familia, que sean agradecidos, que sean cariñosos, que perciban que sus adultos los aman, que tengan una sonrisa y que cuando haya lágrimas solo sean de preocupaciones pasajeras, que los cálidos brazos de mamá y papá disiparán rápidamente con una maravillosa sensación de protección y amparo.
Cuando pienso en un niño, no le deseo que la vida le regale todo lo que quiera. Eso –me parece– es una utopía. Y además no le sirve. Le deseo que la vida le regale todo aquello que le haga feliz y le compense ofreciéndole maravillosamente todo lo que obtuvo no solo con su sueño sino también con su trabajo. Que crea en sí mismo y siempre piense que lo puede lograr. Que se sienta lo suficientemente fuerte y poderoso para ello.
Dejarlo ser es lo mejor que le podemos brindar los adultos. Pero ese dejar ser implica no solo un crecimiento sino también una maduración, una reflexión y un aprendizaje. Porque la vida no es más que eso, un continuo aprender para sentirnos plenos.
Atravesar la vida con alegría y felicidad parece cada vez más difícil. Por eso los adultos no debemos eludir la responsabilidad de ofrecerles una infancia feliz y también de prepararlos para enfrentarse con valentía a los desafíos que se presenten. Con herramientas para hacerle frente, con energía para seguir adelante y con la suficiente lucidez que les permita disfrutar los logros.
A veces los adultos pretendemos una vida exitosa. Pero qué es el éxito… Me parece que simplemente es que se sientan contentos consigo mismos, que sientan que lo que les está pasando es bueno, y si no lo es, que puedan darse cuenta y hacer para cambiarlo.
Los padres quisiéramos tener eternamente a nuestros hijos bajo una campana de cristal para que nada los lastime. Pero eso no es sano para nadie. Entonces, debemos trabajar para darles las herramientas que les permitan quererse, cuidarse y valorarse. Que puedan impedir que otros los lastimen, los destraten o los discriminen. Que sepan siempre que junto a ellos estamos nosotros, los adultos que los queremos y los cuidamos. Que sepan que siempre podrán contar con nosotros ante cualquier situación. Cualquiera. Todas y cada una de ellas en las que nos necesiten. Que sientan que eternamente estaremos a su lado y que más allá de nuestra presencia constante, nuestro pensamiento y nuestro amor los acompañará en todo su trayecto de vida.
Tal vez suene un poco utópico y demasiado pretencioso pero eso es lo que queremos por el otro al que amamos. Hoy son niños, mañana serán adultos, pero siempre serán nuestros pequeños, nuestra eterna y magnífica preocupación.
En este día de las infancias, disfruten plenamente de esta niñez que pasa rápidamente. Sean felices. Como niños y como adultos.
Sean felices… que lo demás no importa nada.