Hay que reconocer que la cantidad de gente que concurrió fue más escasa de lo esperado. Este año, no vimos calles llenas como en la anterior fiesta de hace dos años.
Quizás es digno recordar que nos atravesó una pandemia, que hoy la situación económica de muchas familias no es la más holgada como para pagar alquileres que no bajaban de los 2.500 pesos por persona, por día; que además de eso, los chicos tienen que comer y tienen que salir.
En uno de los lugares más convocantes para tomar un trago y bailar, la entrada costaba 3.500 pesos, a lo que había que sumarle que una “pinta” no bajó nunca de los 500 pesos. Sabemos que el precio lo determina el lugar.
En lo que respeta a los costos de lo que se vendía en la globa (que fuera oportunamente publicado en este medio) también fueron punto de discusión. Vale aclarar que la comida era de excelente calidad, asadas por las manos más expertas y con la fama y prestigio fundamentados de todo lo que se ofrece.
Pero les sobró mucha comida, por eso en la noche del domingo surgieron las ofertas: el kilo de asado podía pagarse a 2000 pesos en más de un lugar, las empanadas ya costaban 200 cada una y los choripanes 500, además de ser “extra large”.
Los recitales, como siempre, de primera calidad, con el sonido y la iluminación, adecuados, público presente y participante. Sin embargo, debido a la constante amenaza de lluvia, el viernes se acotaron, hasta que Fósforo tuvo que dejar el escenario porque la lluvia era incesante y se volvía peligroso.
El domingo se adelantaron también por la lluvia. Las Pastilllas del abuelo dio todo su recital con lluvia, pero la gente acompañó cada una de sus canciones. Además de trayectoria el grupo ofrece una propuesta de calidad musical. El público se mantuvo firme bajo la lluvia que era fina pero constante, lo que no impidió el clásico pogo y la alegría de los que salieron del recital empapados.
Pudo verse también contingentes de viajes de egresados que han colmado las instalaciones de restaurantes. A propósito, conversando con algunos propietarios que ya han puesto a disposición de estos grupos sus lugares, se destaca como una muy buena oportunidad para mantener el negocio activo, generar empleo e inyectarle movimiento a su negocio en los meses previos a la temporada de verano, ya que ofrecen desayuno, almuerzo y cena a los jóvenes, que nunca son menos de 30.
También se realizó el lanzamiento de una nueva fecha del Enduro, que se desarrollará del 7 al 9 de octubre. Como informamos, se desarrolló en el Centro de Convenciones. Cabe destacar de este momento, que una colega periodista visibilizó algunos malos hábitos que creíamos superados en cuanto a la exhibición de chicas (jóvenes, bellas y con buena figura) junto a los organizadores, en la clásica –aún no superada– muestra de la mujer como objeto decorativo junto a corredores, organizadores y dirigentes de este deporte.
Debemos destacar que nuestra ciudad ha ido abandonando poco a poco esos estigmas que ponen a la mujer en el lugar de cosificación, dado que, por ejemplo, ya no tenemos más reina del verano ni de la primavera. Sin embargo, el ámbito deportivo muchas veces “tan masculino” como lo es el Enduro, vuelve a poner a la mujer a un lugar de exhibicionismo en desuso y que degrada a la mujer.
En cuanto a la oferta de restaurantes, bares y afines fue adecuada. Variedad de propuestas y de precios. Aunque siempre destacamos que los jóvenes no van a comer a estos lugares, ya que su recorrido es otro.
En fin, con menos gente pero con mucho color, pudimos ver transitar –aún bajo la lluvia– a una población juvenil cada vez más precoz. Si observábamos la fila para entrar al boliche de la peatonal, la edad promedio no superaba los 20 años.
Asimismo, un vestuario que los envuelve en grandes prendas, pelos de los más variados colores, celular en una mano y cerveza en la otra, ha sido la imagen que nos dejaron en esta Fiesta de la Primavera.