En esos 25 metros ya empezás a sentir el cambio. El trayecto, por una pasarela de cemento, que une el predio del Complejo Americano con la playa, es sumergirse en un túnel del tiempo, donde la naturaleza te demuestra una vez más que es más sabia que nunca.
En este incipiente verano 2023, las dos veces que fui a Monte Hermoso, me tocaron días con viento sur y temperaturas que no superaron los 28 grados centígrados.
En ambas ocasiones elegí primero el mar y la arena, pero fue imposible prolongar la estadía de la mañana hacia la tarde. Si no volaba una sombrilla, el aire fresco te hacía tiritar cuando salías del agua o te sacabas la remera.
Una opción era aguantar y volverme a Bahía antes de lo previsto; la otra era elegir un lugar para poder disfrutar sin el castigo constante de esa brisa maldita que viene del mar y que te enfría hasta el agua del mate.
Con mi señora (Alejandra) subimos por el caminito zigzagueante para internarnos en el predio del Complejo Americano, donde el viento no existe y la temperatura, increíblemente, tiene hasta 3 grados más que en la playa.
Dos piletas, parque de agua y la tranquilidad de estar a resguardo de todo. En un microclima, en un mundo interior muy distinto al exterior. Porque… en el Complejo Americano, es “verano” siempre.