«On ne tue point les idées», a los hombres se degüella, a las ideas no.
Esa es la frase que llega a nuestros días con una traducción más aggiornada a los tiempos pero con igual peso en su contenido: «las ideas no se matan”, cuya autoría intelectual es atribuida a Domingo Faustino Sarmiento, ya que con esa frase comienza «Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas» en su cuarta edición de 1874, la última publicada en vida del autor.
Sarmiento fue un educador, periodista, escritor y político, que llegó a ser presidente de la nación. Siempre fue un personaje polémico debido a sus ideas, tan radicalizadas unas y tan adelantadas a su época otras.
La escritura fue la máxima expresión de sus ideas volcadas en papel. Hombre de opiniones firmes, que abogaba por la grandeza de la patria a través de la educación, destilaba un odio intenso hacia los federales y su impronta caudillesca y pensaba que el país estaba sumido en la barbarie y que por ese motivo no podía adelantar y crecer en su comparación con tierras europeas o grandes capitales urbanas del mundo.
Sarmiento creía que la barbarie (se refería así cuando hablaba del gaucho de estas tierras) no iba a permitir al país convertirse en una primera potencia porque su vida de vago, sin educación ni afán de progreso no le permitiría construir un porvenir fructífero y enriquecido.
En este libro, polémico, relata la vida del caudillo riojano Juan Facundo Quiroga, conocido como “el tigre de los llanos”, y a través de su lectura podemos analizar no solo su pensamiento sino también repasar los aspectos políticos de la época, la geografía de la Argentina y de otros países, que muestran a un Sarmiento muy conocedor de muchas latitudes.
Quiroga, personaje principal, representa a la barbarie, antítesis de la civilización.
El libro recibió numerosas críticas. Puede considerárselo un ensayo, una biografía, una autobiografía y hasta una crónica –ya que relata la vida de Facundo hasta su muerte–, sin embargo, lo que plantea la diversidad es el género y el estilo del mismo, que es difícil de identificar. Los que lo encasillan en una obra histórica, encuentran errores históricos; los que la miran desde lo literario encuentran una mezcla de historia y literatura pudiendo definir a la obra como una novela histórica.
Asimismo, los críticos de la lengua expresan que el texto no tiene una coherencia ni «musicalidad» literaria, que es un poco como un montón de palabras con gran sentido y significado en si mismas y que se pierde la belleza de la escritura.
Y están los que le dan una categoría personal y política, como clara expresión de lo que Sarmiento piensa. Un mensaje a Rosas –a quien detestaba– a partir de la vida de Facundo.
En el relato de los distintos capítulos puede verse la pasión y la furia en el uso de las palabras. La categorización cruel del hombre de estas pampas, el desprecio por el habitante autóctono –incluyendo al indio– la mirada etiquetadora y desvalorizadora del otro a consecuencia de no haber nacido ni blanco, ni alto, ni rubio, ni haber tenido la oportunidad de contar con educación o vivir en Buenos Aires.
De hecho, caracteriza en Facundo a ese hombre, cuando dice “era de estatura baja y fornida; sus anchas espaldas sostenían sobre un cuello corto, una cabeza bien formada, cubierta de pelo espesísimo, negro y ensortijado, con ojos negros llenos de fuego».
Sarmiento categoriza a ese hombre, al gaucho –de hecho lo describe en el capítulo 2 (Originalidad y caracteres argentinos)– en cuatro categorías: rastreador, baqueano, gaucho malo, cantor, sosteniendo siempre en esa descripción su escaso afán de trabajo, su poca moral y su falta de conocimientos que no sean los que tienen que ver con su vida al aire libre en las pampas argentinas.
Pero el libro es el pasaporte a la crítica sostenida al gobierno de Juan Manuel de Rosas. Una y otra vez lo critica –incluso en relatos de hechos históricos de la época donde aparecen también otros caudillos y las decisiones de los representantes del poder político y militar del período– describiéndolo como un personaje cruel, despiadado y ansioso de poder.
Cuenta literalmente la organización y muerte de Facundo en la tercera parte y analiza las consecuencias de su muerte. También lo relaciona con el gobierno de Rosas poniéndolo en el mismo lugar de rivalidad entre la civilización y la barbarie, destacando –con asombro tal vez– el origen no bárbaro de Rosas ya que proviene de una familia de clase y de dinero, en contraposición con la familia de Facundo, que si bien contaba con recursos y educación nunca dominó el espíritu de liderazgo y el carácter taciturno y violento de su hijo, que finalmente se aleja de ellos.
«Facundo» no es solo una crítica al gobierno de Rosas, aunque esta motivación transversalice la obra, sino que es también una detallada y extensa descripción de la cultura argentina de la época, que era justamente la que Sarmiento quería cambiar a través de la educación.
Tal vez la mejor descripción de ese motivo esté en el título mismo de la obra (civilización y barbarie) como un claro anticipo de lo que vamos a encontrar en su lectura. Facundo es un salvaje, opuesto al progreso, cuando Sarmiento piensa en ideales culturales europeos y sostenes de toda sociedad civilizada y en progreso.
En algún punto, también podemos extender esta descripción a toda la América Latina, que está aún por ese entonces acomodándose a las consecuencias de su independencia. Educación y cultura como ordenadores de la letanía de los males de la sociedad personificados en los salvajes que representa Facundo en la obra.