En esto de que todo pasa tan rápido, las vacaciones para muchos pasaron como un suspiro. Si apelamos a la verdad, muchos papás y mamás sienten alivio del comienzo de clases ya que la casa se organiza nuevamente, no hay que buscar entretenimientos para los más chiquitos o estar atentos de las distracciones de los adolescentes. Cuando los hijos vuelven a la escuela, la familia deja de relajarse en horarios y en gran medida todo vuelve “a la normalidad”.
Por otro lado no podemos dejar de reconocer que sin querer queriendo, los padres de a poco entramos en una zona de “vorágine” en la que las idas y venidas de los hijos y el cumplimiento de todas las actividades producen una exigencia tal que a duras penas se consigue llegar enteros a fin de año.
Ahora bien, ¿es posible que en la vorágine cotidiana el ambiente familiar comunique la verdadera importancia de asistir a la escuela? ¿Los niños pueden llegar a comprender la utilidad educativa de tener obligaciones, responsabilidades, respetar horarios, realizar deberes?
Es probable que los padres, tengamos muchos frentes que atender y se nos pase por alto reparar en las cosas esenciales que la vida familiar nos ofrece. La tarea de educar implica crear en casa un clima cuya atmósfera comunique determinados valores fundamentales en la formación de los pequeños y los no tanto. Y en este contexto, la escuela tiene un papel primordial. En ella los hijos se relacionan con otro mundo que no es el familiar.
Así los niños aprender a conocer que existe un “afuera” por conocer que los va ayudar en su futuro laboral y personal. En la comunidad educativa también hay otros adultos que resultan significativos para niños y jóvenes como así también es un lugar propicio para relacionarse con sus pares.
En la escuela se aprende, se juega y se conoce el mundo exterior. Ya que la diversidad de personas adultas y pequeñas que interactúan aportan diferentes competencias, experiencias y miradas del mundo que enriquecen a todos simultáneamente. Por esta razón, padres y maestros deben tratar de complementarse, conocerse y respetarse ya que el objetivo en común es el hijo/alumno. Ambos ámbitos deben enfocarse en ayudar a crecer a los diferentes potenciales que los jóvenes poseen.
Sin embargo, ¡cuidado! Muchas veces los padres pretenden cambiar al centro educativo porque la escuela no se ajusta a sus deseos. Es el caso cuando los hiperpadres que tienden a la hiperprotección son capaces de querer incidir en la dinámica escolar, presionar en el cambio de notas, cantidad de deberes por insuficientes o excesivos, etc, etc.
En esta línea pensemos que lo importante en la educación de nuestros niños, la escuela debe ser valorada como agente educativo y no como promotora de viajes, bailes o del mejor diseño de buzos de egresados. Lo esperable es que familia y escuela sean sean aliados educativos.
La falta de confianza por parte de los padres tiene mucho que ver con las cada vez más habituales faltas del sentido por parte de los niños que tiene la escuela. El alumno no solo tiene derechos sino también obligaciones y los padres somos los transmisores de este mensaje. Por otra parte es importante que los niños asistan contentos y entusiasmados al colegio.
¿Será necesario llenar a nuestros hijos de tareas extras? Muchas veces los padres en su afán de darlo todo, logran que los hijos sean expertos en informática, en idiomas, en deportes y a la vez acepten el precio de convivir con un niño o adolescente extenuado e irascible. Si bien todas estas habilidades son importantes y necesarias, aprendamos los papás y las mamás a administrar los tiempos. Démosle la oportunidad a los niños y a los jóvenes de que puedan estar en casa, hacer los deberes tranquilos y gozar de momentos para la amistad, el juego y la creatividad, recursos tan importantes como los otros.
Recordemos que el orden y las rutinas son grandes aliados de estos tiempos de crianza como así también seamos facilitadores de espacios de distensión que suavicen las cargas de las obligaciones. De esta manera le daremos a la familia y también a la escuela la importancia que se merecen, ya que ambas son los ámbitos adecuados para el desarrollo armónico de nuestros hijos.
¿Podremos alcanzar tal vez llegar a fin de año todos más predispuestos a cerrar un año lleno de logros para recibir las ansiadas vacaciones tan predispuestos como agradecidos de otro año bien vivido?