Al día de olas lo venimos siguiendo con antelación gracias a la información que nos brindan los diferentes sitios web que son tan consultados por todas las personas apasionadas por los deportes de mar.
Nos fijamos los vientos de los días previos, dirección, intensidad, la energía que genera, el tiempo que va a durar. Si rota al norte, soplando de tierra (también conocido como offshore), ordena todas esas ondas y quedan olas en series regulares que rompen cuando chocan con el fondo arenoso.
Si la energía viene desde el océano, con un poco de atención, es posible ver en la línea del horizonte cómo se mueven las ondas. Ese fenómeno se lo conoce como “mar de fondo”, que es producto de los vientos mar adentro, también llamado “swell”.
Cuando hay mar de fondo generalmente las olas son mejores en calidad, tamaño y fuerza, dos conceptos necesarios para sintetizar el análisis climatológico y términos muy frecuentes en quienes practicamos deportes en el mar.
¿Cómo nos preparamos? Con muchas ganas de que acontezca. Las expectativas siempre de lado para permitir el asombro, dejarse sorprender y disfrutar del presente único en cada ola. Quienes trabajamos de manera independiente organizamos todo lo necesario para contar con un par de horas dedicados al surfing. Quienes asisten a la escuela ruegan permiso a padres y madres. Para trabajadores en relación de dependencia es más difícil.
Retomando: el día previo ya contamos con más certeza de las posibilidades de olas, del horario y se da aviso por diferentes redes comunicacionales. Los grupos de whatsapp son eficientes, pero más lo es el mensaje personal. La comunidad surfera se informa que hay olas.
“Cómo me gusta recibir estos mensajes” es una expresión muy frecuente en las respuestas. También están los mensajes de lamento por la imposibilidad de asistir debido a razones múltiples. Trabajo y escuela son las principales causas de ausencia a la fiesta de las olas.
Durante la noche anterior se siente el mar a la distancia. En la imaginación aparecen líneas en series de tres o cuatro viajando por la superficie del agua salada que se transforman en olas rompiendo hacia la derecha e izquierda para poder elegir hacia qué lado ir.
El fresco amanecer del otoño montermoseño calienta los corazones de quienes la noche anterior preparan el traje y las botas de neoprene para ir al agua. Llegó el día de olas y se siente en el aire.
La cita es a las 14, media hora antes de pleamar en Parador La Escuela, Villa Caballero. Aún un poco desordenado por el viento cruzado del sudoeste rotando al noroeste, pero con olas grandes y fuertes es el paisaje marítimo en esa hora. El pronóstico marcaba norte pasadas las 14 y así sucede.
De repente, el período de olas comienza a alargarse. Con un período pausado las olas son de mejor calidad. Un período corto significa que una ola rompe inmediatamente seguida de otra, haciendo muy difícil la práctica de deportes de tabla. Desde el deck de La Escuela se ven olas grandes y se escucha la fuerza con la que una gran masa de agua golpea contra la superficie del mar. Ese sonido es la mejor música para los oídos.
Traje puesto, tabla lista, remos en mano, pita puesta. Ya identificamos “el chupón” o corriente de retorno por donde ingresar para pasar la rompiente y colocarse detrás en la espera de nuestra primera ola. A veces podemos equivocarnos y rebotar con los espumones. Cada ingreso al mar siempre es un aprendizaje, hasta cuando no podemos entrar. Pero en esta ocasión, luego de dos intentos logramos posicionarnos en la zona segura.
Las series de olas pasan y de a poco nos acercamos a la rompiente. De afuera las olas se veían grandes. Adentro del mar cuando viene la serie se ven enormes. Un sube y baja constante que llena de emoción el corazón. Decidimos agarrar una ola. La tercera de la serie es la mejor, con mayor altura, fuerza, y con el plus que va hacia la izquierda, el lado preferido para goofies (persona que lleva posicionado el pie derecho adelante en la tabla).
Remamos hacia el pico, la parte más alta de la onda. Quienes hacemos supsurf contamos con la ventaja de estar parados en la tabla, por lo tanto, divisamos desde más lejos la serie que viene. Afirmamos la decisión de ir por la tercera, es la más grande. Pasa la primera ola que nos levanta y baja, la segunda parece romper delante de nosotros, pero la pared inmensa de agua pasa por debajo y vemos aún más grande la tercera ola. Llegó el momento de la verdad, enfrentar con coraje y decisión la ola que deseamos que nos lleve.
El remo a la izquierda para apoyarnos cuando bajemos, cuerpo hacia adelante buscando bajar la punta de la tabla para meternos en la onda. De repente, la tabla comienza a bajar y con el cuerpo comprimimos buscando agarrar velocidad, remo apoyado contra la pared de agua, la vista hacia la izquierda dibujando el recorrido que vamos a hacer, identificando el punto donde subir para hacer una maniobra y bajar nuevamente. La altura de la ola nos supera ampliamente. La adrenalina es indescriptible. Dopamina y serotonina corren en altos niveles en nuestro cuerpo.
Una bajada exitosa, eso es el dropp. Comenzamos a subir impulsados por la inercia, rodilla al pecho, vista hacia la playa y la punta de la tabla que nos sigue empujando agua con las quillas así dejamos una estela de agua salada en el aire. Volvemos a bajar. Esta vez, hacia nuestra izquierda, vemos que el paredón está a punto de caer todo junto. La mejor decisión es apuntar a la costa e ir con el espumón.
Desde atrás de la rompiente se escuchan los gritos, silbidos y aplausos celebrando semejante bajada de quienes continúan esperando su ola para experimentar en carne propia todas esas sensaciones de libertad, miedo, felicidad y el deseo irresistible de volver por otra ola más.