La provincia de Buenos Aires enfrenta una amenaza potencial y en constante expansión: la degradación de sus suelos, que ya afecta al 27% de su territorio.
Factores como las prácticas agrícolas intensivas, los efectos del cambio climático y una gestión territorial deficiente están poniendo en peligro no solo la productividad agropecuaria sino también el equilibrio ambiental, la estabilidad demográfica de los municipios y el bienestar de las comunidades.
Esta crisis, incluso, podría acelerar el abandono de localidades y delegaciones municipales, lo que contribuiría al despoblamiento y a la profundización de las desigualdades territoriales en la provincia. Este fenómeno también intensificaría los procesos de conurbanizaciones y obscurecería aún más la vida en el AMBA, generando una mayor concentración poblacional, y afectando la calidad de vida de sus habitantes.
Una dimensión adicional a esta problemática es el suministro de agua, tanto para riego agrícola como para consumo humano. La escasez y la calidad del agua en la provincia están directamente vinculadas a las problemáticas mencionadas.
La disminución de los recursos hídricos disponibles, sumado a la contaminación de las fuentes de agua, genera un panorama alarmante. Esto afecta tanto la producción agropecuaria, que depende del riego en amplias zonas de cultivo, como a las comunidades que enfrentan problemas de desabastecimiento de agua potable, con consecuencias devastadoras para la salud pública y la calidad de vida.
La creación de un Observatorio de Degradación de Tierra y Desertificación, dependiente del gobierno provincial, se perfila como una respuesta innovadora y esencial para abordar una problemática crítica. Este organismo, mediante el uso de la ciencia de datos y el entrenamiento de la inteligencia artificial (IA), podría convertirse en un pilar fundamental para analizar, monitorear y diseñar políticas preventivas ante la degradación del suelo, como la problemática del agua.
El proceso de entrenamiento de la IA, que consiste en alimentar sistemas con datos históricos y actuales sobre el uso del suelo y del agua, las prácticas agrícolas, las condiciones climáticas y los patrones poblacionales, permitirá prever futuras circunstancias con gran precisión y proponer soluciones específicas adaptadas a cada situación. De este modo, se busca no solo integrar tecnología de vanguardia sino también articularla con políticas públicas orientadas a la sostenibilidad, trazando un camino claro hacia la conservación de los recursos naturales y un desarrollo equilibrado y responsable.
La ciencia de datos y la IA representan una revolución en la forma de abordar problemas ambientales complejos.
Estas tecnologías permiten no solo recopilar y procesar grandes volúmenes de información sino también identificar patrones ocultos, predecir escenarios futuros y diseñar soluciones más precisas. En el caso de la desertificación, estas herramientas ofrecen aplicaciones concretas como el monitoreo en tiempo real mediante imágenes satelitales y sensores remotos, la creación de modelos predictivos que anticipen el impacto de diversas prácticas agrícolas o políticas ambientales, y el uso de algoritmos que identifican correlaciones entre factores como el cambio climático, el uso del suelo y los procesos de degradación.
Además, estas tecnologías pueden desempeñar un papel fundamental en el análisis y la optimización del uso del agua, permitiendo predecir áreas de mayor vulnerabilidad y mejorar las estrategias de gestión hídrica en función de las necesidades de riego y consumo humano. Estas capacidades no solo fortalecen la planificación, sino que también generan representaciones gráficas claras para facilitar la toma de decisiones tanto en el campo técnico como político.
El éxito de esta iniciativa radicará en su capacidad para integrar tecnología de vanguardia con una acción política coherente y sostenible. Los datos recopilados y los análisis generados mediante la inteligencia artificial deben transformarse en políticas públicas concretas, respaldadas por una legislación que reconozca al suelo como un recurso estratégico y de interés colectivo.
Es imprescindible establecer un marco normativo claro que prohíba prácticas dañinas como la deforestación indiscriminada o el uso excesivo de agroquímicos, al tiempo que se promueva la regeneración de los suelos degradados. Asimismo, la creación de un Fondo de Conservación de Suelos será clave para garantizar recursos destinados a proyectos de restauración, investigaciones científicas de avanzada y programas de capacitación técnica, consolidando un modelo de desarrollo sostenible y equitativo.
Además, será necesario formar equipos interdisciplinarios que combinen conocimientos tecnológicos, experiencia en análisis de datos, desarrollo de IA y capacidad para articular propuestas con el sector político. Este enfoque asegurará que las herramientas tecnológicas tengan un impacto directo en la gestión territorial y en la calidad de vida de las comunidades, evitando que queden restringidas al ámbito científico y académico.
Los beneficios de este observatorio serán tangibles y a largo plazo. Contribuirá a la gestión sostenible del suelo, reduciendo la degradación y promoviendo prácticas responsables que aumenten la productividad agropecuaria. También impulsará la adopción de tecnologías como drones y sistemas avanzados de monitoreo, fortaleciendo la competitividad de los productos bonaerenses mediante certificaciones ambientales reconocidas internacionalmente.
A su vez, esta iniciativa posicionará a la provincia como un referente global en innovación tecnológica aplicada a la gestión ambiental, fomentando la colaboración con organismos especializados a escala internacional.
Sin embargo, la implementación de este proyecto no estará exenta de desafíos. Será necesario articular intereses diversos, garantizar un financiamiento sostenido y fomentar una cultura de sostenibilidad. Estos retos, aunque complejos, también representan una oportunidad para consolidar una gobernanza ambiental que promueva la cooperación efectiva entre el Estado, el sector privado y la sociedad civil. En particular, se deberá garantizar un uso eficiente y equitativo del agua, tanto para riego como para consumo humano, protegiendo este recurso esencial ante los riesgos de desabastecimiento y contaminación.
La creación del Observatorio de Degradación de Tierra y Desertificación no solo es una respuesta a una problemática urgente, sino un paso transformador hacia un modelo de desarrollo sostenible. Buenos Aires tiene en sus manos la posibilidad de liderar con el ejemplo, demostrando cómo la tecnología y la ciencia pueden integrarse con la política para resolver problemas complejos, preservando los recursos naturales y construyendo un futuro responsable para las generaciones venideras.
*Co-autoría, Joaquín Gotte, sociólogo y analista de datos