El 1 de mayo de 1922 se produjo la primera hornada de pan de la “Sociedad Cooperativa Obrera Limitada (Molinera, Panadera y Anexos)”, hito que significó el nacimiento de «La Coope», presente hoy en más de 60 ciudades a lo largo y ancho del país.
Un año y medio antes de aquel día, el 31 de octubre de 1920, un grupo de vecinos bahienses había constituido la cooperativa con la finalidad de producir pan y distribuirlo entre sus asociados, sin ánimo de lucro.
La primera producción de pan fue distribuida a un precio 25% más económico que el promedio del valor que se pagaba por entonces, iniciando así su función de reguladora de precios.
Por aquellos días Bahía Blanca contaba con 50 mil habitantes, con una población que provenía en gran número de la inmigración. La ciudad sufría las consecuencias de la Primera Guerra Mundial que afectaban a su economía. Además, la crisis del agro regional hizo se viera frenado el sostenido crecimiento que se había dado a partir de la llegada del ferrocarril en 1884.
Precisamente en los talleres ferroviarios, Juan Apella, un inmigrante italiano y capataz de ferrocarril, impulsado por sus ideales y por la resonante experiencia cooperativa de El Hogar Obrero, soñaba con la constitución de una cooperativa en la ciudad.
Un acuerdo de los industriales panaderos bahienses sobre el precio del pan hizo que este vital producto insumiera una parte considerable del ingreso familiar, lo que llevó a que Juan Apella, con la colaboración de Víctor Roque Maronna -un joven albañil de 23 años y novio de una de sus hijas- lanzara la idea de crear una cooperativa para fabricar pan. La iniciativa encontró eco favorable entre los trabajadores de los talleres ferroviarios de Bahía Blanca Noroeste.
Poco después de la fundación de la cooperativa se plantearía la disyuntiva entre construir un edificio propio o alquilar una panadería para iniciar las actividades. La asamblea decidió la compra de un amplio terreno en la esquina de España y Santa Fe. Construido el edificio, al horno panadero se agregaron las maquinarias necesarias, destacándose la instalación de una amasadora y una sobadora.
En 1928 incorporan un segundo horno, pasando de la combustión a leña a la utilización de petróleo. Sus clásicas «jardineras» de reparto se transformaron en una postal cotidiana en las calles de los diferentes barrios de Bahía Blanca y localidades vecinas.
La década del treinta constituyó una etapa de crecimiento y se proyectó un almacén junto a la adquisición del tercer horno. En 1942 la planta panificadora de la cooperativa fue renovada, incorporando nuevos hornos, y convirtiéndose en uno de los establecimientos más modernos de la provincia de Buenos Aires.
En la actualidad, el pan simboliza la esencia de la Cooperativa Obrera y en varias sucursales la entidad cuenta con elaboración propia, además de su distribución en todas bocas de expendio.