Un marco multitudinario tuvo la noche del estreno de «Favaloro, entre Bahía Blanca y Jacinto Arauz», la producción audiovisual del periodista y realizador Néstor Machiavelli, quien reside a tiempo parcial en Balneario Sauce Grande.
La obra documenta el lazo que estableció René Favaloro con entidades y profesionales de la ciudad cabecera de la región y recrea, con el sostén de imágenes, música y palabras, aspectos emotivos de la valiosa vida del reconocido y estimado médico.
«Favaloro anduvo entre nosotros», escribió Machiavelli en el amanecer del día siguiente a la conmovedora noche que lo tuvo como protagonista de la presentación. Así relata la experiencia:
La calle estaba fría para aguardar a la intemperie en una cola interminable. En el primer piso no entraba un alfiler, casi 400 personas colmaban el auditorio de la biblioteca Rivadavia y afuera otro tanto esperaba en vano poder ingresar.
Cuando Favaloro convoca pasan estas cosas imposibles de explicar y calcular.
Bajé las escaleras, fui a la entrada y conversé con los primeros de la fila. Les dije que no había más lugar y con resignación comprendieron. Sabían que volverían a casa con las manos vacías por la convocatoria y el desborde que provoca este médico rural que nos ganó el corazón.
Un rato antes, la había visto sentada en el hall de entrada y no podía creerlo. No la esperaba, yo mismo la llamé a Jacinto Arauz para que no viniera, que estarían su hija, sus nietos. Pero Dora Calo quiso estar y a los 80 y pico largos la enfermera que asistió a Favalaro en los años de Arauz vino y recibió aplausos, reconocimiento y muestras de cariño que justificaron el viaje y nunca olvidará.
Fue una noche a pura emoción. Muchísimos vecinos de Arauz en la platea. Uno de ellos se puso de pie y confesó que el que lo trajo al mundo, su partero, fue René Favaloro y que lo bautizaron con el nombre de su hermano, Juan José.
Imaginen qué difícil poder hablar en ese clima de emoción explícita que vivimos. Subí a la tarima sin libreto, a lo que salga. En ese momento me sentí más cerca que nunca de Favaloro, intuía que nos estaba viendo, escuchando. Y volví a pensar en los que se quedaron afuera, con los que estamos en deuda y trataremos de saldarla. Ya veremos de qué modo.
Ayer mostramos por primera vez desde el aire el lugar donde se esparcieron sus cenizas cumpliendo con el deseo expresado en la carta de despedida. Es el monte de Pena, a 25 kilómetros de Arauz, donde disfrutaba ver los atardeceres entre caldenes y melodía de calandrias. «De la vida nos vamos a llevar solo estas pequeñas cosas», dijo Favaloro.
Nuestro ciclo de TV se llama «Esas pequeñas cosas» y confieso, sentí que la cita de Favaloro era un guiño desde el cielo.
Así de simple y profundo este ser irrepetible e inolvidable.