Como todos los años, cuando vuelve la temporada, crece la expectativa de pasar los mejores días de sol en la playa. Vamos planificando todo para disfrutar del mar y de las olas.
Aunque últimamente parecen estar más ausentes, las “aguavivas” muchas veces nos estropean ese fantástico plan. Esos visitantes inesperados, suelen transformarse en una pesadilla, y más cuando llegan en esos días que quisiéramos estar todo el día en el agua.
¿Qué sabemos de las medusas, a las que llamamos «aguavivas»? ¿Tendremos su presencia esta temporada? ¿Cómo es el comportamiento de estos animales?
Voz autorizada
Para saber un poco más sobre este tema, dialogamos con una especialista que recientemente brindó una charla a través del Museo de Ciencias Naturales.
La Doctora María Sofía Dutto, es investigadora del CONICET, perteneciente al IADO (Instituto Argentino de Oceanografía) en la Universidad Nacional de Sur.
Sofía muy amablemente accedió a responder algunas preguntas que nos ayudan a saber más sobre las medusas, su comportamiento y su presencia en nuestras playas.
– Para comenzar, y para informarnos mejor: ¿qué son las medusas?
– Las medusas son animales delicados y transparentes cuyos tejidos se componen de un alto contenido de agua (95 % o más), lo que les brinda una consistencia gelatinosa.
Una característica distintiva de estos animales es que sus cuerpos, especialmente sus tentáculos, están provistos de unas células especializadas llamadas cnidocitos (del griego κνίδε kníde «ortiga»).
Dentro de estas células, existe una estructura tipo dardo la que se dispara ante el contacto con la piel de la víctima inyectando una batería de toxinas.
La función de estas células urticantes es principalmente de alimentación y no de defensa: las medusas utilizan sus tentáculos para atrapar su alimento y necesitan de una toxina potente para inmovilizar casi inmediatamente a sus presas y así poder consumirlas sin riesgo de lesiones.
Por lo que, las medusas no pican en el sentido corriente de la palabra, el roce con el animal hace que el accidente suceda. A veces nosotros somos las víctimas innecesarias.
– ¿Cuántas especies de medusas se conocen hasta hoy y cuántas se han encontrado en nuestra región?
– Se estima que en el mundo hay unas 3700 especies de medusas y unas 330 especies en el Océano Atlántico Sudoccidental. En nuestra región hemos encontrado hasta el momento unas 26 especies de medusas.
La mayoría de ellas, 23, son hidromedusas; es decir, medusas pequeñas (generalmente de no más de 10 cm de diámetro, aunque hay excepciones). Son muy difíciles de ver en el agua, muy transparentes y con estructuras morfológicas relativamente simples.
Las otras tres especies halladas en nuestra región son escifomedusas, que son aquellas medusas usualmente de mayor tamaño (de hasta 2 m de diámetro), fáciles de ver a simple vista en el agua, con estructuras más complejas y brazos orales que componen la boca del animal que cuelgan en el centro del animal.
– De todas estas especies que mencionás, ¿cuántas y cuáles presentan un potencial riesgo sanitario en nuestras playas?
– Por el momento únicamente tres: dos hidromedusas (Olindias sambaquiensis, conocida como “medusa de la cruz” y Liriope tetraphylla, conocida como tapioca). Y una escifomedusa (Chrysaora lactea, medusa de aspecto lechoso).
De las tres, la medusa de la cruz es la especie con el veneno más potente y se sabe que es muy complejo, compuesto por hasta 29 toxinas diferentes.
– Una pregunta que todos tenemos es sobre su reproducción. ¿Cómo se reproducen las «aguavivas»? ¿Y por qué aparecen repentinamente en las playas?
– El ciclo de vida de las medusas es complejo y cada una de las fases que lo componen, interactúa con el ambiente de manera diferente.
Aunque hay muchas variaciones, podemos simplificar el ciclo de vida de una medusa comenzando con un pólipo, que es una estructura que se asienta en distintos tipos de sustrato y se encarga de producir medusas de manera asexual (por ejemplo, brotación).
El pólipo libera las medusas al medio acuático, las que crecerán y madurarán hasta convertirse en machos y hembras adultos, que liberarán gametos. Los gametos, al unirse, formarán una larva que se asentará en un sustrato y generará un pólipo dando así inicio a un nuevo ciclo de vida.
Los factores ambientales como la temperatura del agua, la circulación de las corrientes oceánicas, la disponibilidad del alimento y los factores meteorológicos como los vientos, son los que regulan el asentamiento de los pólipos, el inicio de la producción de medusas, la cantidad de medusas liberadas y la llegada inesperada y repentina de las medusas a las playas.
Año tras año, las condiciones ambientales promueven que las medusas se reproduzcan impulsando explosiones demográficas naturales o blooms de intensidad variable. Hay años de grandes cantidades de medusas y otros, de baja cantidad.
Es en el primer caso cuando los problemas asociados con las medusas, como las “picaduras” a bañistas, la colmatación de las redes de pesca, la disminución de la cantidad de peces por depredación y/o competencia por el alimento y los varamientos en las playas, se potencian. Sin embargo, estos animales tienen muchos recursos para subsistir.
No es casualidad que habiten los mares del planeta sin mayores cambios desde hace aproximadamente unos 500 millones de años. Su éxito radica en su plasticidad. Frente a condiciones ambientales adversas, el pólipo, y en algunos casos también la medusa, puede enquistarse, despertando de su letargo cuando el ambiente se torne más favorable para su presencia. Increíble, ¿no?
– ¿Y qué pasó con Olindias que desde fines de 2012 parece ser la gran ausente? Desde el abordaje científico, ¿se puede explicar este suceso?
– Podemos intentarlo. Hay evidencias de que la temperatura del agua podría ser uno de los principales factores reguladores de la reproducción de la especie y que su efecto sería diferente sobre el pólipo y la medusa.
Se piensa que los pólipos de esta especie necesitarían de temperaturas bajas para prosperar, es decir, un invierno lo suficientemente frío para ellas podría impulsar una mayor cantidad de pólipos y, en consecuencia, una mayor producción potencial de medusas durante el verano subsiguiente.
Aunque esta hipótesis necesita ser probada en nuestra región, los datos de campo nos dicen que la temperatura del mar está aumentando paulatinamente en la región, siguiendo la tendencia global; por lo que coincidiría la disminución de la medusa con inviernos menos fríos.
Podríamos decir que la temperatura explicaría en parte, la notable disminución de la medusa de la cruz en la región. Otro factor ambiental que tiene un papel importante en la presencia de la medusa en las playas es el viento.
Los vientos del sector Norte, que son los predominantes, han sido históricamente relacionados con la presencia de Olindias en nuestras playas. Estos vientos soplan en forma perpendicular a la costa (del continente hacia el mar), ya que la orientación de nuestras playas turísticas es de Este a Oeste. Al soplar intensa y persistentemente (intensidad promedio de 12 km h-1 o más durante al menos 10 horas) pueden desplazar las aguas superficiales mar adentro. Esto provoca que las aguas más profundas asciendan y reemplacen la capa de agua trasladada, promoviendo que las medusas que habitan las aguas del fondo, lleguen a la costa.
En los últimos años, los vientos parecieron ser de menor intensidad y persistencia. Se observó una disminución significativa en la velocidad de todos los vientos y, en consecuencia, un aumento considerable de las calmas. Para dar números, la velocidad promedio de los vientos que pueden provocar surgencia disminuyó de un poco más de 20 km h-1 en el verano 2008 a menos de 9 km h-1 en el verano 2015.
Si bien durante todo el período estudiado, los vientos del sector Norte continuaron siendo los predominantes, durante los últimos años no llegaron a ser lo suficientemente intensos como para generar eventos de surgencia costera de forma frecuente.
A modo de conclusión, estaríamos transitando un período de baja presencia de la medusa de la cruz. Sumado a esto, el fenómeno físico (surgencia) que explica su llegada a las costas no se estaría produciendo debido a la baja intensidad de los vientos Norte.
Hay que decir que Olindias está en nuestro ecosistema más allá de que la veamos o no. La medusa puede estar ausente pero eso no implica que no esté el pólipo, que por cierto es muy poco probable que veamos ya que mide sólo unos pocos milímetros y nunca fue hallado en la naturaleza.
Queda claro entonces que la “aparición” y “desaparición” de Olindias es un fenómeno complejo. Su explicación más probable está centrada en la regulación ambiental de la especie, aunque hay factores meteorológicos como los vientos que claramente nos ayudan a entender la llegada de las mismas a las costas.
Hay que pensar que bastaría con que se den las condiciones ambientales adecuadas para que Olindias prospere debido a que naturalmente la especie está en el área. Es un animal que cumple un rol ecológico determinado dentro del ecosistema manteniendo el equilibrio entre las especies y aportando nutrientes a la columna de agua cada vez que cumple su ciclo vital.
Estudiarla profundamente es la manera de alcanzar conocimientos que nos permitan predecir su presencia y tomar las mejores medidas para su manejo.
Para saber más
Charla brindada por la Dra. Sofía Dutto organizada por el Museo de Ciencias Naturales Vicente Di Maritno