Pasaron los años, y ya casi nadie recuerda a Armendáriz ni a Ruckauf. Los memoriosos, con suerte, tal vez evocan el nombre de Manuel Fresco o de Domingo Mercante, dos hombres que dejaron huella en la provincia.
Más cercanos a nuestro tiempo, podemos hablar de Antonio Cafiero, con su intento de reforma constitucional, o de Eduardo Duhalde, cuyo “Proyecto Génesis” dio lugar a seis nuevos municipios. Todos ellos, de una manera u otra, marcaron una época.
Hoy, la provincia que tanto amamos tiene casi 10 millones de bonaerenses subalimentados; el 56% de la población. Solo en el Conurbano, más de 3 millones viven en la indigencia, lo que representa un 26% de sus habitantes.
Ante esta realidad, me pregunto, compañero: ¿Cómo creen que recordarán en diez años a esta administración? Ustedes, quienes hoy conducen los destinos de nuestra provincia, poseen una oportunidad histórica de convertirse en grandes hacedores, de ser recordados como aquellos que transformaron Buenos Aires para las generaciones futuras, para los hijos de nuestros hijos.
Nosotros sabemos lo que es la lucha cotidiana del bonaerense. Usted, como yo, crecimos en barrios humildes, usted en Villa La Armonía, yo en Cte. N. Otamendi. Sabemos lo que es caminar cuadras y cuadras para encontrar un precio más barato en el almacén, para ahorrar en lo poco que teníamos. Hoy, muchos bonaerenses siguen recorriendo kilómetros, pero esta vez no solo para comprar pan, sino para resolver trámites que no deberían implicar semejante sacrificio. Todo porque los intendentes, nuestros compañeros en las trincheras en la gestión, no tienen el poder de decisión necesario para dar respuestas ágiles y concretas.
Este sistema autárquico que impera en nuestra provincia no es nuevo; es un legado del centralismo de Bartolo Mitre, de una concepción liberal y atlantista que responde a otros tiempos, a otros intereses, y que ya no sirve a nadie. Hoy, los números lo dejan claro: el sistema está roto.
Usted ha dicho en varias ocasiones que «Kirchner hizo lo que nosotros siempre decíamos que había que hacer: industrializar, fomentar el empleo industrial, el empleo de calidad. El kirchnerismo es quien mejor expresa las banderas históricas del peronismo, con soberanía política, independencia económica y justicia social». Hoy, nuestros paisanos bonaerenses, sobre todo los del Conurbano, sienten el temor de ser dejados de lado en medio de un nuevo régimen económico que los perjudica. Necesitan claridad, necesitan escuchar palabras que les den esperanza, pero no quieren más de los viejos relatos, quieren… «componer una nueva canción».
Compañero, tienen la oportunidad de ser ese aire fresco que la política bonaerense necesita. Es momento de un discurso renovado, rupturista, revolucionario. Un discurso que hable de descentralización, de autonomías municipales, de Cartas Orgánicas, de una reforma tributaria que alivie a los pequeños productores y trabajadores.
Un discurso que hable de regionalismo productivo y, por qué no, de la utilización de la inteligencia artificial para potenciar nuestra economía. Es hora de plantear la “Comunidad Productiva Bonaerense”, de desconurbanizar para repoblar el centro y sur de la provincia.
Hoy tenemos más de 250 pueblos que han desaparecido y 350 que seguirán ese mismo destino en la próxima década si no hacemos algo. La solución es clara: descentralizar. España, con su política de repoblamiento, ya lo está haciendo. San Luis, aquí en nuestra patria, fundó La Punta, un pueblo que empezó con 5.000 vecinos y ya cuenta con más de 25.000. Estos modelos no son imposibles de replicar. De hecho, ya Perón, con su Segundo Plan Quinquenal, lo anticipó a través del Instituto Nacional de Poblamiento.
El concepto es simple y poderoso: repoblar, generar trabajo y, en primer lugar, alimentar. Tenemos la posibilidad de crear una nueva alianza, pero no entre el poder político y el financiero, que solo ha contribuido a la desaparición de la clase media y de los pequeños productores. Hablemos de una alianza entre la comunidad productiva bonaerense, apoyada por instituciones como el Banco Provincia, SENASA, INTA, INTI e INIDEP. Conformemos esa comunidad productiva para que cada chico, cada anciano, cada familia pueda comer cuatro veces al día. Esto es peronismo en su esencia más pura, compañero.
Aún estamos a tiempo. No hace falta tocar el presupuesto para lograr esta transformación revolucionaria. No estamos proponiendo nada que el bonaerense no pueda comprender o abrazar. En el fondo, de lo que hablamos es de cooperativismo, y nuestro interior bonaerense tiene una vasta experiencia en ese terreno. Conseguir las mayorías necesarias para estas reformas es cuestión de voluntad política. Incluso los radicales, quienes llevan en su historia la bandera de la autonomía con Leandro Alem, estarían de nuestro lado en esto.
Trabajar en estos cambios no solo despertaría nuevas esperanzas en los bonaerenses, sino que cambiaría el eje de la política nacional. Buenos Aires sería protagonista de una transformación revolucionaria. Otras provincias ya han comenzado este camino. La Rioja ha elevado a sus municipios a la categoría de tercer estado, y Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos están en proceso de reformar sus sistemas políticos. Mientras tanto, nuestra provincia sigue gobernada por un decreto militar de 1958 y una ley electoral de 1946, una copia de la de 1935. No podemos permitir que Buenos Aires siga siendo una provincia de ciudadanos de segunda categoría.
Los gobernadores de otras provincias empezarían a ver en esta administración un ejemplo genuino de federalismo, un modelo más cercano al verdadero peronismo, lejos de ese centralismo que tanto desconfían. Incluso los intendentes del Conurbano, quienes al principio podrían albergar ciertos temores, rápidamente percibirían los beneficios directos para sus comunidades, sumándose sin reservas a esta transformación.
Es más, con la autonomía municipal, ya no dependerían de una ley provincial para regular la reelección de los intendentes, sino que serían las propias Cartas Orgánicas municipales las que definirían los mandatos, permitiendo una mayor cercanía y flexibilidad frente a las necesidades de sus vecinos.
Compañero, Buenos Aires merece más. Si logramos liberar su verdadero potencial productivo, no solo incrementaremos el Producto Geográfico Provincial, sino que mejoraremos la vida de todos. Tendremos menos violencia, menos delincuencia y narcotráfico, mejor educación, mejor salud y mayor infraestructura. Quizás hasta recuperemos el ferrocarril.
No hay tiempo que perder. Es hora de dejar una huella que nuestros nietos aún recuerden.
Gracias por su atención y un fuerte y federal abrazo.
*Los resaltados son de la redacción