La semana pasada fue una semana de tristeza en el ámbito periodístico. Colegas que contaron historias de otros a través de la noticia y que de este modo, letra tras letra, también hicieron su historia.
En el ámbito nacional la muerte inesperada de Mauro Viale y en el ámbito regional, de trayectorias bien reconocidas y bien ganadas, la de dos figuras del ambiente periodístico, deportivo y cultural, Rafael Emilio Santiago y un hombre cercano a este medio, Mario Martín (padre), ambos de Bahía Blanca.
Ellos buscaron sus verdades a través de la palabra. Trabajaron día a día construyendo en un lenguaje formal pero no menos comprometido, la noticia.
Quizás estos hombres de nuestro ambiente, conocieron cara a cara las alegrías y los pesares de muchos ciudadanos que tal vez llevaron al micrófono de alguna prestigiosa radio, o a otra no menos importante pero más pequeña, la radio de barrio, cuya audiencia conoce a cada uno que escucha.
O tal vez lo hicieron a través de la gráfica, en ese ya nostálgico formato papel, con las típicas letras de imprenta, con olor a tinta e inconfundible textura. Ese diario o revista que disfrutaban ellos escribiéndola y cada uno de los que desplegaban sus hojas dejándose acariciar por la textura del papel impreso.
La construcción de la noticia con absoluto respeto del formato periodístico, en la búsqueda de la verdad respetuosa hacia el lector y la compañía cotidiana de ese ser anónimo para quien estaban escribiendo.
Y de igual modo la pasión del relato, el involucrarse en cada historia, el construir con el otro una historia para contar. Hombres apasionados de la palabra, apasionados por tomar la palabra, apropiarse de ella y transformarla en propuestas a estrenar, una palabra con misterios, dudas y preguntas. Una palabra tomada para si pero para construir para otros.
Hombres pequeños con gigantes ideas o tal vez hombres grandes resguardados en la calidez de un hogar contenedor y generoso. Hombres que volcaron su pasión en una profesión tan apasionante como ingrata. Una profesión eterna, que se estrena con la primera palabra de la noticia al escribir y de la misma manera finaliza con la última palabra y el punto final de la nota. Que ahí mismo, en este mismo momento, genera una sensación de inquietud e incertidumbre, que obliga a esos hombres a salir a buscar ya una nueva noticia, para sentir otra vez la adrenalina impulsiva para volver a sentarse a escribir.
Hombres como Mauro, Rafael y Mario necesitamos siempre. Comprometidos con la información, respetuosos del otro, incansables luchadores por el otro y su respeto a quienes son su público, creativos, inquietos y resolutivos. Hombres que vibren con cada historia y descansen con una sonrisa después de escribirla.
Buscadores eternos de una verdad que tal vez no existe, constructores de castillos no de naipes sino de letras. Hombres que toman la palabra y la engalanan con su magia. Hombres que son e hicieron historia.