Canal 13 ha puesto en el aire la tan esperada segunda temporada de la telenovela exitosa Argentina, tierra de amor y venganza (disponible en Flow).
Si bien el elenco está bastante renovado, la historia exitosa de la primera parte, continúa ahora en los años de la década de 1980.
Una puesta en escena que tiene en cuenta todos los detalles de la época, los vehículos, imágenes de la televisión de antaño, el mobiliario adecuado, el vestuario, los peinados, la música, las costumbres, los giros idiomáticos de aquel momento y obviamente, el guion.
Una representación de la época que tuvo todos los condimentos para que hoy la podamos ver algunos con nostalgia, pero fundamentalmente valorando la importancia de la memoria.
La memoria de aquellos que fomentaron, defendieron y fueron cómplices del gobierno militar de la época, que estuvo embanderado de sangre, secuestros y violación a los derechos humanos, un gobierno democrático débil, que era resistido por muchos, con una incertidumbre económica que no se pudo revertir, las madres que lloraban a escondidas a sus hijos muertos en Malvinas, los hombres oscilando entre su hombría bravucona en la que predominaba la decisión antes que la razón, las mujeres postergadas a la vida en el hogar, el SIDA, que era una enfermedad muy mal vista y de la que poco se sabía, la búsqueda de hermanos de menos de 10 años que habían sido apropiados y entregados a otras familias…
En medio de todo eso, algunas historias de amor, entre bambalinas, entre el colectivo gay (muy bien representado y aggiornado a la época) y el drama como parte de la historia. La protagonista (Justina Bustos) con un papel a su medida, en el que prevalece su frescura e inocencia y la excelente actuación de Juan Gil Navarro en un personaje carismático y atractivo.
Pero lo rescatable de esta telenovela es la época que aborda. Una época en la que se abandonaba la opresión del último gobierno de facto, que trajo muerte, desconsuelo e inmoralidad; que se refleja claramente en algunos personajes, que lo defienden poniendo por delante la imagen del patriotismo en el orden y el control. Un gobierno democrático, criticado por algunos, pero que es la esperanza del pueblo. La tira es un recuerdo de lo que nos pasaba entonces. Está muy bien guionada, es muy real, los actores nos hacen vivir lo que pasaba por entonces y retratan la dura lucha de los familiares de los desaparecidos, que hasta hoy continúa.
A 40 años del retorno a la democracia, el camino a construir todavía presenta baches y la inestabilidad económica que nos atraviesa sigue siendo el punto de conflicto. Pero, sin embargo, muchos hombres y mujeres han entregado su vida dedicada a la política predicando los valores de la libertad y la justicia, aún a coste de las cosas que deben mejorarse.
La posibilidad de poder elegir a nuestros representantes. La oportunidad de ofrecerle a la gente la construcción de un estado fuerte y democrático, en el que nos veamos representados. El trabajo para dejar atrás toda duda acerca de lo que nos conviene como pueblo, un país productivo y en crecimiento constante. Un país que celebre la democracia que tanto le costó conseguir. Un pueblo que en los ’80 se movía con el motor de la ilusión y la rebeldía de esos jóvenes que querían decirle basta a la opresión. Esos jóvenes que levantaron las banderas de las ideologías, más allá del partido político que los representara, contándoles a sus padres que la democracia era vivir en libertad.
Esos jóvenes de entonces son los adultos que hoy no han descartado su esperanza de un futuro mejor, son esos adultos a los que aún les brillan los ojos cuando hablan de la democracia, son esos adultos que hablan con sus hijos (que nacieron en democracia) y les cuentan de su lucha para que esta fuera posible. Una lucha que puede no haber sido portando armas, ni liderando manifestaciones, pero si desde la ideología, la palabra, la convicción, la ilusión y la esperanza. La misma que conservan intacta.
Queda mucho por hacer por nuestra democracia. Esto debemos tenerlo en claro, porque si no trabajamos en y por ella, los intereses mezquinos de unos pocos, nos irán opacando la ilusión, y cuando esos adultos de los ’80 se hayan ido solo quedarán generaciones tibias que optarán por cambiar de destinos en vez de luchar por los de su patria.
40 años de democracia. Mucha tarea aún por hacer.