Después de ver la serie británica “Adolescencia”, que es furor en Netflix, uno piensa en hijos y nietos y lo urgente del debate sobre la influencia en los jóvenes del uso sin límites de redes sociales y dispositivos electrónicos.
En la ficción, Owen Cooper es un adolescente de 13 años acusado de asesinar a una compañera de escuela. La historia indaga la realidad social y emocional de estos jóvenes y la responsabilidad de los mayores, especialmente padres y maestros, que desconocen el entramado de las redes sociales y los códigos en que, invisibles, se mueven y comunican los pibes de hoy.
Recuerdo la infancia y adolescencia de los que hoy somos padres o abuelos. Una de las peores penitencias por mala conducta era no salir a jugar con los amigos del barrio y quedar solos en la habitación con la puerta cerrada. Eso que antes era un interminable y aburrido tiempo muerto ahora es el lugar ideal para navegar sin control ni restricciones por aguas turbulentas del submundo de las redes sociales.
Por algo los altos ejecutivos del Silicon Valley, de California, donde están radicadas las empresas más importantes y globales de tecnología del mundo, restringen a sus hijos el acceso a las redes sociales y a dispositivos electrónicos.
El recordado Steve Jobs, creador de Apple, no permitía que sus hijos usaran el iPad.
El padre de Microsoft, Bill Gates, impuso a su familia límites muy precisos de tiempo frente a la pantalla y la prohibición del uso del celular hasta determinada edad.
Ejecutivos de Google y Meta mandan a sus hijos a escuelas donde priorizan el aprendizaje sin tecnología, porque consideran que las redes sociales y los dispositivos pueden ser adictivos y perjudicar el desarrollo cognitivo y social de los niños.
Sundar Pichai, CEO de Google, impone restricciones a sus hijos en el uso de pantallas e, incluso, hasta algunos productos de Google no los pueden usar libremente.
Gran contraste con padres despreocupados por el acceso ilimitado de sus hijos a las redes y celulares, mientras que la élite de los creadores que mejor conocen los daños que puede provocar el abuso de esta tecnología, protegen al entorno familiar limitando su uso.
En noviembre pasado Australia aprobó una ley que prohíbe el acceso a las redes sociales a menores de 16 años sin el consentimiento de sus padres. Hasta ahora es la más restrictiva, con multas para los que incumplan de hasta 30 millones de dólares.
En EEUU, los estados de Utah y Arkansas han aprobado leyes que requieren el consentimiento de sus padres para que los menores usen redes sociales
En Francia impulsaron regulaciones para restringir el uso de dispositivos digitales en niños y han exigido que las plataformas protejan a los menores, y en España debaten sobre elevar la edad mínima para acceder a redes sociales.
El debate que genera la serie británica es bienvenido porque ilumina el lado oscuro de las redes sociales y la necesaria protección de los menores frente a las pantallas.
Los CEOs de las grandes empresas tecnológicas del planeta saben de qué se trata. Restringen el acceso a sus hijos, nos señalan el camino.