El espíritu aventurero no se pierde nunca, y más aún cuando la pasión por lo que se hace está íntimamente ligada al lugar que se ama. Nuestra ciudad suele ofrecer ciertos paraísos para disfrutar de hobbys, andanzas y sucesos que en otras, por más cercanía al mar que tengan, son casi imposibles de realizar, y ese el punto de partida para poder desmenuzar la historia perfectamente contada por el bahiense Guillermo Pascual, un “loco” por los médanos montermoseños.
“Somos un grupo de aficionados al Jeep, andamos por todos lados, aunque siempre digo que el balneario Sauce Grande (donde tienen una vivienda) y sus alrededores es como estar en el patio de mi casa”, señaló este diseñador gráfico y pintor de casas que aclara “a Monte vengo en invierno y en verano, desde que tengo uso de razón no creo haber fallado un año”.
“Me compré mi primer jeep cuando cumplí los 18, era una unidad bastante deteriorada que pertenecía al aeroclub de Punta Alta. Lo estacioné en la puerta de mi casa y con un amigo lo empezamos a restaurar, hasta que quedó bastante parecido al original. Íbamos a andar a la arena, hasta que un día vemos un anuncio publicitario sobre la formación del Club de la Aventura (funcionó en Bahía Blanca entre 1985 y 1998), y nos metimos de cabeza”, relató quien fue socio fundador de esa institución que organizaba y llevaba a cabo distintas actividades con unidades 4×4.
– Estamos hablando de una época donde no existían la camionetas todo terreno.
– Claro, ni los SUV 4×4 integrales, por lo que el parque automotor estaba integrado por jeeps willys con motor IKA y alguna estanciera preparada para remar en la arena. Los caminos de la región nos llevaron a desafíos más extremos, como en 1992, que unimos Bahía Blanca con la ciudad chilena de Concepción; en total 5.500 kilómetros por distintos senderos que ni siquiera estaban marcados.
“Siete jeeps y una moto unimos el Atlántico con el Pacífico, cruzando, a la altura de Sierra Grande, la meseta de Somuncurá (se extiende por 25.000 km cuadrados, entre las provincias de Río Negro y Chubut), todo a campo traviesa, cargando nafta en parajes inhóspitos mediante el uso de bombas. La verdad, una locura más que apasionante”, destacó Guillermo, apasionado del automovilismo y de la naturaleza, de 62 “pirulos” y padre de María Victoria (27 años) y Agustín (22).
– ¿Se puede confirmar que ese viaje marcó un antes y un después en esta pasión por la aventura?
– Ahí empezó un amor incondicional, era organizar “salidas” o eventos todos los fines de semana, hasta que vendí el jeep para comprar mi casa y ahí pasamos a las travesías en camionetas. En 2009, o 2010, con mis hijos adolescentes, “desempolvamos” fotos de esos tiempos y el bichito me picó otra vez. Me di cuenta que la pasión no la había perdido, lo que no tenía en esos momentos eran los recursos.
“Como pude compré un jeep que estaba en buenas condiciones, aunque me llevó cuatro años dejarlo como a mi me gustaba. Era un versión IKA 1956, uno de los primeros que se fabricaron en la Argentina con nomenclatura norteamericana. Se lo restauró y se lo mejoró, y hoy en día cuenta con un motor Ford Falcón modelo ’87. Una pinturita…”, describió.
“Ahora estamos disfrutando mucho de Sauce, somos un grupo de 6 o 7 entre familiares y amigos. Pero no es solo salir de aventura, nos organizamos para comer y para pasar el día, con las mujeres y parejas de cada uno incluidas, por supuesto”, aclaró por las dudas.
“Subimos y bajamos las montañas, recorremos el sector trasero de la desembocadura y en septiembre del año pasado nos animamos a llegar a Médano Blanco, que se encuentra a la altura de Necochea. Fue ida y vuelta por la playa, con base en Claromecó para hacer noche y descansar. Al tercer día regresamos a Sauce”, manifestó, haciendo hincapié en el recorrido que hicieron por zonas rocosas y acantilados donde no percibieron presencia humana alguna.
“Elegimos senderos donde podemos circular a velocidad normal, sin alterar la fauna y flora de ese lugar por donde pasamos. El espíritu de esto es descubrir sitios y caminos donde los vehículos tradicionales no pueden llegar, pero siempre respetando la naturaleza y cuidando el medio ambiente.
Siempre recalcamos la bendición de poder disfrutar de la larga zona costera en autos especialmente adaptados para tal fin”, sintetizó este conservacionista, resaltando que lo hacen por diversión y que el único beneficio es pasarla bien arriba de un Jeep. Eso sí, si es en la arena y en el Sauce, mucho mejor…