“¿Sabés qué?, a los 75 años soy feliz; estoy donde quiero estar y acá voy a morir el día que me llegue el turno”.
Cualquier otro tipo de presentación estaría de más. Fue un gusto hablar con él, por la memoria que tiene y por lo bien que se expresa. No sé si en Coronel Dorrego todos saben que se llama Norberto Jesús Brussa, pero si preguntás por “Bichango” enseguida te indican donde queda el club Independiente, según él su “segunda casa” y de donde lo van a “sacar con los pies para adelante”.
“Es un personaje, ya te vas a dar cuenta cuando le hagas la nota”, avisan en la cantina del Rojo, que tiene vida mañana, tarde y noche y es la vedette de la sede de la entidad, que ocupa tres cuartos de manzana teniendo como punto de partida la intersección de las calles San Martín y A.B. Costa.
Este hombre de bien, solterón, amable y de buen semblante, tiene tanto para contar que en un momento no supe por donde empezar. Nació y se crió en Coronel Dorrego y su primer equipo, a los 16 años, fue Rivadavia de Aparicio. Durante mucho tiempo jugó al fútbol y al básquet en forma simultánea y desde 2006 es el actual utilero del plantel mayor de Independiente, el más campeón de la historia en la Liga de Fútbol de Coronel Dorrego.
“Si hoy me preguntás qué elijo, si el fútbol o el básquet, te digo lo mismo que hace 50 años, cuando arranque a hacer deporte, no sé”, fue la primera reflexión de “Bichango”, ex arquero de Independiente entre 1975 y 1981, con cuatro títulos locales en su haber (`75, `76, `78 y `81).
Y para sobra basta un botón: hasta hace dos años fue el cantinero en las distintas fiestas institucionales, otras veces le tocó hacer de mozo y no tuvo problemas en arremangarse y arrancar cuando lo necesitaron para dar una mano en alguna campaña de socios, vendiendo rifas o tocando timbre puerta por puerta.
“También fui pelotaris, me gusta la pelota a paleta, pero el fútbol es lo que más me tira, es una pasión sin limites. Siempre le digo a los más chicos que es bueno hacer deporte, porque te distrae, te enseña a compartir, te abre la mente, es sano, y mucho más en un pueblo como Dorrego, donde todo está al alcance de la mano”, contó con tono de consejo.
Entre 1972 y 1975 se dedicó casi exclusivamente a picar la naranja en el club Italia Unida de General Roca, incluso en el torneo Argentino de selecciones provinciales de 1973 fue parte del plantel de Río Negro.
“Fue el famoso certamen donde Adolfo Perazzo (“Gurí”), jugando para Buenos Aires (a la postre campeón), rompió el tablero que sujetaba unos de los aros. Nuestra sede fue en Esquel, pero no tuvimos tanto éxito”, admitió el ala-pivote, que el mismo año, como golero principal y con el 1 en su espalda, integró el combinado nacional rionegrino en el Argentino de fútbol de San Rafael, Mendoza.
“Ahí llegamos a semifinales, nos eliminó San Juan”, recordó el sobrino de Bill Américo José Brussa, un prócer del básquetbol bahiense, timonel de aquellos equipos de Bahía o Provincia de Buenos Aires que dominaron las décadas del `60 y el `70 con Cabrera, Fruet, Monachesi, Cortondo y De Lizazo (“los de siempre”).
“¿Te diste cuenta de algo? El Brusa de mi tío es con una sola `s´, pero el apellido de toda la familia es con doble `s´; así estamos anotados en el Registro Civil. Nunca supe porqué, pero mucha gente me discutía, porque conocía al `Lungo´, que iba con una y no con dos”, explicó.
–Cincuenta y cincuenta. Sé que es raro no definirme por uno o por otro, pero me apasionaba jugar a ambos. Te digo más, tuve más éxito con el básquet que con el fútbol. En Bahía jugué en Juventud Unida, cuando el técnico era mi tío y en el equipo estaban los hermanos Bazerque y Victoria, fenomenales compañeros.
En 1991 tuvo su única experiencia como entrenador de fútbol, por supuesto en Independiente, haciendo dupla con el inefable “Gurre” Palacios.
“Fue un campeonato bárbaro. Llegamos la final con Rivadavia de Aparicio, empatamos en el ida y vuelta, pero ellos se quedaron con la Copa por mejor diferencia de gol. Esa temporada la afrontamos con todos chicos del club y llegamos más lejos de los que esperábamos, aunque nos faltó el último pasito”.
En 2019, Rivadavia cumplió los 100 años, aunque ya lleva más de dos décadas sin participar al máximo nivel de la Liga de Coronel Dorrego.
“Hace poco me enteré que están reconstruyendo la cancha, que la están arreglando para reactivar la actividad en todas sus categorías, y eso me llena de orgullo”, manifestó con cierto guiño de nostalgia.
Al “Rojo” vivo
Entre 1980 y 2015, “Bichango” fue empleado de la Cooperativa Eléctrica de Coronel Dorrego, aunque cinco años antes había trabajado en el Vivero Parque Municipal de la ciudad.
Hoy, su vida se resume en un solo ámbito: Independiente.
Vive a 8 cuadras de la sede social, va y viene en bicicleta y, según dicen los vaqueanos de la “caña” y la “legui”, es el capo del dominó.
“En la cantina me prendo en todas, al mus, al tute cabrero, pero con el dominó llegué a representar a Dorrego en distintos torneos bonaerenses. Acá no me aburro nunca”, sostuvo este hombre inquieto, que definió a Independiente como su segunda casa.
“Y claro, si pasó más tiempo en el club que en mi guarida, a donde voy solo a almorzar y a dormir”, deslizó con una sonrisa cómplice.
Independiente, que el 14 de septiembre de 2023 llegará a su centenario, suma en la actualidad unos 1000 socios y mantiene ocho disciplinas activas: fútbol, básquet, patín, pelota a paleta, tenis, gimnasia, hockey y bochas. Además, cuenta con un gimnasio para mil personas, con palcos y escenario.
“Los viejos dirigentes creían que Dorrego iba a llegar a los 60.000 habitantes, por eso proyectaron un club con tanto espacio para el desarrollo deportivo, social y cultural. Hoy, la planta urbana debe llegar a 12.000 residentes estables y las instalaciones quedan grandes, pero cuando se hace el bingo gigante o se pide colaboración, la gente responde”, comentó Brussa con doble “s”.
“Todavía me dan las tabas”, dice mientras recorremos el riñón del club, donde un museo lleno de fotos y trofeos nos sorprende cuando su sobrino Fabían prende la luz de una sala que muestra orgullosa las imágenes de Esteban “Bichi” Fuertes, Mauro Gerk y Federico Rasmussen (hoy en actividad, en Sarmiento de Junín), talentos surgidos de la cantera roja que pudieron llegar al fútbol profesional.
“Fue un título especial, un comienzo de año complejo, con muchos pibes de acá, pero nos supimos reponer y terminamos participando del Argentino C con un técnico que quiero muchísimo, como el `Pesca´ Leandro Iribarren. El hizo posible lo imposible”, rememoró.
–Trato de imaginarlo pero no puedo: ¿cómo es trabajar un día de utilero?
–Si jugamos el domingo, ya el sábado a la tarde vengo a la utilería a preparar todo, a acomodar la ropa y a llenar los bidones de agua para dejarlos en la heladera. El domingo a las 10 me pasan a buscar y vamos para el complejo donde está la cancha. Ahí separo, en bolsitas individuales, lo que le corresponde a cada jugador, dejándole todo acomodado en el lugar donde se sienta. Cuando tengo todo listo me voy a la cantina a darle a una mano a los muchachos, hasta que empiezan a llegar los primeros “vestuaristas”, como llamo, jocosamente, a los madrugadores.
“Cuando termina el partido, junto todo y lo llevo a lavar a la sede. No me voy hasta tener cada pantalón y camiseta en el tendal para que se sequen. Entre una cosa y otra llego a casa tipo 22.30”.
–Es un trabajo de doce horas, ¿está bien pago?
–Jamás le cobré un peso al club, ni siquiera cuando jugaba; nunca me senté con un dirigente a arreglar un sueldo, no lo necesito. Independiente me dio mucho, muchísimo…
Tragó saliva y siguió: “los dos trabajos que tuve y que te comenté me los consiguieron distintos dirigentes de acá, por eso no tengo ningún problema en aclarar que hasta el día que me muera me voy a sentir en deuda con este club”.
Aunque enseguida le surgió esa inocultable cuota de humor: “es más, a veces hasta tuve que poner plata de mi bolsillo”, sentenció, sin querer reconocer que las medias para completar el conjunto de la Primera división fueron compradas por él.
Es más, hasta sonrío cuando le dijimos que nunca pasa los gastos de las pastillas y los chicles que compra para regalarle a cada uno de los integrantes de la gran familia futbolística que representa al “Diablo” de Dorrego.
Eso sí, aclaró que en épocas de “vacas gordas” y cuando el equipo que él conducía desde el arco transitaba por el camino de las buenas campañas, “se repartían la recaudación” entre los integrantes de la plantilla.
“Independiente tuvo dirigentes notables, uno de ellos fue Hugo Sainz, quien me invitó a ir ver algunos partidos del Mundial de 1978 con todo pago. Todavía hoy sigo valorando acciones humanitarias como esa”, afirmó este “solterón” eterno.
“Mi tío Bill Américo decía que su novia era el básquet, bueno, la mía es Independiente, al que amo más que a nadie. Siempre me manejé solo, viví mucho tiempo con mi `vieja´(María), pero decidir por cuenta propia fue lo mejor que me pudo pasar. Como soy yo, por el ritmo que llevo y por el tiempo que le dedico al club, una pareja no me hubiese aguantado. Ninguna mujer hubiese aceptado que en el orden de prioridades del amor primero se encuentre Independiente.
Cortitas y al pie
El club. “Cuesta, pero está de pie. Muchas veces se rema contra la corriente, pero avanza. Es una entidad con buena gente”.
El fútbol. “La apuesta institucional fue siempre darle prioridad a los chicos del club. Ganamos el Preparación y podemos llegar a campeonar en el Oficial, pero vamos a ver que pasa. El candidato es Atlético Monte Hermoso, también empuja Villa Rosa, pero Independiente es como la víbora, si no le cortás la cabeza y lo terminás dejando con vida, atenete a las consecuencias”.
Coronel Dorrego. “Igual que siempre, le cuesta crecer porque está en medio de dos ciudades gigantescas como Bahía Blanca y Tres Arroyos. A veces pienso como es que acá no hay una industria o una empresa que le de trabajo a los nuestros, porque duele ver a los jóvenes emigrar en busca de un futuro mejor”.
Las vacaciones en… “Me quedo acá, en mi ciudad, no soy de ir a la playa de Monte ni tampoco a la pileta del club. No me llama la atención el amontonamiento de gente, soy más de compartir con los míos en algún lugar especial, como por ejemplo la sede del club”.
La estatua, ¿en la sede o en el complejo? “En ningún lado, no creo que la merezca. Sí hice un pedido muy especial, que mis cenizas las tiren en el arco donde atajé mi primer penal, en 1975, cuando llegué a Independiente, a Felix Camargo, de Villa Rosa. Para el que no sabe, el que da a calle Lequerica. Ese es mi último deseo antes de partir…”