Cada Navidad nos pone delante del misterio del amor de Dios, y a su vez, del misterio y la profundidad del ser humano. Dios sale a nuestro encuentro en esta gran fiesta, en la que tenemos mucha devoción, con dos realidades que hoy están culturalmente descentradas en nuestro tiempo.
Una es el embarazo, y la otra es la familia. Nos viene nuevamente a golpear las puertas de nuestro corazón y a mostrarnos la belleza de estas dos realidades: una mujer embarazada, y a su vez, una familia donde recibir esa vida, que son realidades que corresponden profundamente a nuestro corazón y que estamos hechos para ellas.
En cuanto al embarazo, Dios viene a despertarnos de esta especie de sueño que vivimos, de creernos dueños de la vida, y nos viene a mostrar y a recordar que cada embarazo de una mujer es una realidad y una manifestación divina, que Dios acontece a través de ese embarazo. Hoy cuesta mucho reconocer a una mujer embarazada como un don de Dios porque nos hemos adueñado de la vida, y hemos despojado al embarazo de esa dimensión de gratuidad y de acontecimiento que tiene.
La planificación familiar nos ha puesto la idea de que somos dueños de la vida y que la hacemos nosotros, y no hay ningún acontecimiento biológico que pueda explicar la estatura del ser humano.
Intervención de Dios
Es cierto que el ser humano concurre en la generación de la vida, pero la generación de un ser humano, es algo que va mucho más allá de un mero hecho biológico. Hay un verdadero acontecer, una verdadera intervención de Dios, a través de la verdadera generación de la vida; porque el ser humano no se puede reducir a lo meramente biológico. Y por eso lo biológico no explica la grandeza del ser humano.
Cuando empezamos a mirar esa dimensión grande y esa dimensión de la intervención de Dios, para que esa realidad biológica alcance la estatura que implica el ser humano, entonces desde ahí nos podemos asomar un poco más fácilmente a entender que significa Dios hecho hombre.
No es una mera realidad biológica sino que es la intervención divina que nos muestra que cada generación de la vida es una intervención de Dios, sumada al concurso de la intervención biológica del ser humano. Y este tiempo nos ha generado esa idea porque entonces hoy somos dueños de la generación de la vida, incluso hasta hemos llegado al punto de que si la generación de la vida no es acogida con gratuidad podemos descartarla, como nos dice el papa Francisco, y tenemos legislaciones que amparan este descarte. Así, cada vez más se va desdibujando este sentido de la gratuidad que significa generar vida, y que va más allá de nuestra acción humana, sino que es una acción divina.
La centralidad de la familia
La Navidad viene a recordarnos eso, en primer lugar. En segundo lugar, la Navidad nos viene a recordar la centralidad de la familia. Gracias a Dios, esta celebración sigue siendo un encuentro familiar indiscutido e indiscutible. Nos encontramos incluso hasta con gente que no nos vemos durante todo el año, pero la Navidad nos reclama el encuentro familiar, porque el centro de la navidad es una familia.
Dios viene y acontece a través del seno de una mujer, a través del embarazo de una mujer. Y a su vez, ese embarazo de la mujer es recibido en el seno de una familia. La exigencia de la familia corresponde al corazón humano. Y es recibido por personas como María y José, que dejan todos sus proyectos de lado por sostener esta familia que es el plan de Dios, y en esto consiste el camino de felicidad de ellos.
Nos viene justamente a provocar a nosotros y a despertar en nuestro corazón que la familia reclama de nosotros todos los sacrificios. Porque este es el camino de felicidad para cada uno de nosotros y que no hay felicidad sin entrega, sin oración, sin reconocimiento del don de Dios.
Entonces, la Navidad viene a ponernos delante estas dos realidades, la familia y la dignidad infinita del embarazo de cada mujer.
Dueños de la vida
Cada uno puede pensar y concebir la vida como quiere, pero no somos dueños de la vida. La tecnología ha generado la idea, la ilusión de que disponemos de la vida, pero no es verdad. Porque incluso hasta la tecnología tiene que estar esperando ese momento en que la vida comienza a acontecer en el seno de una mujer. Y todavía la tecnología (no sabemos si en el futuro lo logrará) no ha podido sustituir el seno de una mujer como ese santuario que Dios ha creado para generar vida, para acogerla y acompañarla hasta su nacimiento.
Así como tampoco, más allá de todos los cambios que ha habido, se ha podido sustituir la familia como ese lugar donde el ser humano crece de manera más robusta en su humanidad, para afrontar la vida, y es educado y amado.
Que esta Navidad, el Niño Jesús, que es el centro de la Navidad, nos ayude a descubrir el sentido sagrado que tiene la generación de la vida y el valor infinito que tiene la familia para el desarrollo de todos nosotros y de nuestro crecimiento como seres humanos. Dios los bendiga a todos.