Llegar a “La vieja escuela” es ingresar en otro mundo. No solo porque encontramos el clásico equipamiento que vemos en las películas donde un recinto de práctica de boxeo siempre es un reducto para algún soñador, sino porque este lugar verdaderamente lo es. Jovencitos entrenando, saltando a la soga, una chica por ahí calzándose los guantes de práctica; y en otro rinconcillo un profe joven, dinámico y sensible preparándoles un termo de te calentito con azúcar para hacer más llevadera la mañana.
Junto a eso, música de la nuestra. Música nacional, algún folclore también, pero solo de la nuestra.
Carlos Martínez, el entrenador, tomó trascendencia en estos días debido a sus dichos que se relacionaron con el boxeador patrocinado por el municipio, Neri Muñoz.
Pero el mensaje salió equivocado; o mal interpretado. Tal vez porque para entender el asunto es necesario hablar con el profe Martínez.
Repasamos la historia de “La vieja escuela” que es un lugar de práctica boxística recreativa, como dice el cartel en su entrada.
El entrenador nos cuenta que por el contrario de lo que se dijo, él no está en contra del apoyo económico que el municipio le brinda al boxeador profesional Neri Muñoz, porque valora el trabajo del pibe y cree que seremos bien representados.
Lo que Carlos Martínez reclama es el apoyo para su escuela de boxeo, que más allá de la tarea deportiva que realiza se constituye en un referente social del sector más vulnerable de la ciudad.
Este año la actividad fue amparada por el municipio, constituyéndose el profe en una opción de práctica pugilística gratuita para las chicas, chicos y jóvenes del lugar.
El municipio le paga el sueldo al profesor y tiene un grupo de 60 alumnos. Las clases se dictan en “La vieja escuela”, es decir que el lugar y el equipamiento lo provee el profesor.
Lo que le solicita al municipio es material de apoyo, ya que son muchos chicos y los elementos no alcanzan. Cosas básicas como guantes de práctica o zapatillas. Pero el municipio no ha acercado esta ayuda, por más que ha sido reclamada.
Carlos admite, eso sí, que está muy enojado con el responsable del área de deportes, Marcelo Amaya, y con el mismo intendente.
Cuenta que paralelamente a sus clases de boxeo, comenzó a desarrollar una importante tarea de solidaridad con los residentes del Barrio Esperanza. Tal vez porque encontraron en él a alguien que los acompaña, tal vez porque transita esas calles y esas casas, tal vez porque es un buen tipo, solidario, sensible ante las necesidades de los que menos tienen.
Y en andar surge y se consolida su tarea solidaria. Pero como el mismo reconoce, esa tarea no puede hacerla solo. Por eso es que reclama acciones de ayuda hacia este sector poblacional por parte del municipio. El tan solo es el gestor; el que escucha y camina el territorio para saber por relación directa, qué es lo que el otro necesita.
Por eso su enojo, porque, como dice, “yo no tengo nada, nada más que lo que llevo puesto”, pero ve que hay otros que tienen menos. Quizás porque no tienen lo que él si tiene, que es esperanza, empuje, fe, sueños e ideales. Y eso es lo que transmite su relato. Un relato sensible, que le llena los ojos de lágrimas más de una vez y que moviliza en esta cronista, como seguramente en estos lectores, ganas de ayudar y brindar una mano al otro. Al que menos tiene. Al que menos puede.
Carlos Martínez es un tipo humilde. Conversador. Elocuente. Peronista. Soñador. Uno de esos seres con que uno agradece haberse encontrado. Porque necesitamos muchos más Carlos Martínez para construir una sociedad que sea de todos. Una sociedad que tenga en cuenta a todos y todas. A los que tienen más y a los que tienen menos.
Un personaje solidario y sensible al que se le llenan los ojos de lágrimas cuando me cuenta que a veces tiene leche para acompañar ese te, pero que si no tiene leche ni masitas, tiene la esperanza de que su humilde te con azúcar le abrigue la pancita a los chicos un poquito, mientras le siguen pegando a la bolsa.
Yo creo, firmemente, que lo que tiene ese te es un montón de amor. Que eso es lo que les abriga.
Carlos Martínez, un soñador. Y no es poca cosa. Un soñador con guantes de boxeo, pero con una cabeza y una sensibilidad que no debemos dejar pasar. Porque con tipos como el se alimentan sueños, se trabaja en las esperanzas y se llega lejos. Muy lejos. Tan lejos como los sueños de cada uno le permitan.
Carlos Martínez, un soñador que hace falta. Un soñador que el municipio debería potenciar y trabajar con el. Aprovechando que quiere hacer muchas cosas, pero que solo no puede.
Porque personas como el alientan los sueños y trabajan por ellos. Por eso es que valen la pena.