Covid: cuando la «fake news» es la palabra oficial. La narrativa falsa para justificar el dañino encierro

Covid-19

Lecturas de domingo: Agustina Sucri, escribió en La Prensa, el pasado 3 de este mes, un criterioso, polémico, artículo (intitulado “Cuando la «fake news» es la palabra oficial”) en el que, basado en opiniones científicas, cuestiona “el disparate del contagio asintomático”, que “convirtió a todos los ciudadanos en una posible amenaza”.

Califica eso de “excusa para justificar los confinamientos y para desgarrar el tejido social; mito instalado por la revista New England Journal of Medicine a partir de un único caso que luego se demostró falso”, afirmando que “el aval de los médicos ‘expertos’ es un “escándalo vergonzoso e imperdonable”.

Texto completo del artículo

El invento del contagio asintomático tiene consecuencias mucho más serias y trascendentales que lo que uno pudiera sospechar. Este macabro concepto ideado en pleno pandemonium del Covid, cambió por completo las nociones de salud y de enfermedad que teníamos hasta ese momento.

Pero, además, fue utilizado como excusa para disponer los confinamientos y la vacunación de niños, todas medidas sin sustento científico.

“En el pasado, se suponía que una persona estaba sana hasta que se demostraba que estaba enferma. Si uno faltaba al trabajo durante un período prolongado, necesitaba un certificado de un médico que estableciera que estaba enfermo.

Durante el Covid, los criterios se invirtieron: empezamos a suponer que las personas estaban enfermas hasta que se demostrara que estaban sanas. Para volver al trabajo se necesitaba un test negativo”, advierte el doctor Aaron Kheriaty, ex profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de California-Irvine (UCI) y director de ética médica en la UCI Health, en un reciente artículo publicado por el Brownstone Institute.

«El fantasma de que las personas sin síntomas son potencialmente peligrosas –que nunca tuvo ninguna base científica– convirtió a todos los ciudadanos en una posible amenaza para la propia existencia”, agrega el catedrático, quien en su texto recuerda la sucesión de hechos que llevaron a la sociedad a creer en esta falsa premisa.

En enero de 2020, justo al comienzo de la pandemia, el New England Journal of Medicine publicó una carta en la que se sugería la posibilidad de que el Covid pudiera ser transmitido por personas que no mostraban ningún síntoma de la enfermedad. Este artículo se basaba en el informe de un solo caso, escribe Kheriaty.

La agencia de salud pública de Alemania –el Instituto Robert Koch (RKI)–, habló más tarde con la persona mencionada en el informe del caso, que era supuestamente la propagadora asintomática, y aclaró que sí tuvo síntomas al encontrarse con la segunda persona mencionada en el artículo.

“Así que este informe de caso, publicado en una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo, fue una falsa alarma. Pero sin importar, nació el mito del contagio asintomático”, lamenta el académico.

El 8 de junio de 2020, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunció que las personas asintomáticas podían transmitir el Covid. Ese mismo día, Maria Van Kerkhove, jefa técnica de la OMS para la pandemia, aclaró que las personas que tienen Covid sin ningún síntoma «muy raramente» transmiten la enfermedad a otros.

«La OMS se retractó de su declaración alarmista original un día después. Semanas más tarde, Kerkhove fue presionada por el establishment de la salud pública, incluido el Instituto de Salud Global de Harvard, para que se retractara de su declaración de que el contagio asintomático era muy raro, alegando que el jurado aún no había decidido…”, asegura Kheriaty, quien apunta que la afirmación original de Kerkhove –al decir que la propagación asintomática no era un factor impulsor de la pandemia– era correcta, como ahora queda claro.

“Dado que no se conoce ningún virus respiratorio en la historia que se propague de forma asintomática, esto no debería haber sorprendido a nadie”, añade.

Kheriaty destaca que el daño ya estaba hecho y que los medios de comunicación –como siempre– no dudaron en lanzarse a instalar la  historia de la amenaza del asintomático. Según el académico, se trata de una estrategia “ideal” para controlar a la población.

“Sería difícil idear un método mejor que el mito generalizado del contagio asintomático combinado con la puesta en cuarentena de los sanos para destruir el tejido social y dividirnos. La gente que tiene miedo de todo el mundo, que se encierra, que se aísla durante meses detrás de pantallas, es más fácil de controlar”, escribe el profesor de Psiquiatría, quien subraya que una sociedad basada en el «distanciamiento social» es una contradicción, es una especie de anti sociedad.

También invita a la gente a pensar en lo que nos pasó, en los bienes humanos que sacrificamos para preservar la vida a toda costa: las amistades, las vacaciones con la familia, el trabajo, la visita a los enfermos y moribundos, el culto a Dios y el entierro de los muertos.

Corrupción pandémica

En la misma línea, el doctor Paul Elias Alexander, antiguo asesor sobre el Covid-19 para la OMS/OPS y para los Servicios de Salud y Humanos (HHS) de los Estados Unidos, se refiere a la mentira de la transmisión asintomática de Covid en un artículo publicado en julio del año pasado.

«Creemos firmemente que la afirmación de la propagación asintomática fue falsa desde el principio y se utilizó para justificar los confinamientos. No tenía, y no tiene aún hoy, ninguna base. Esto fue parte de la corrupción pandémica”, resalta Alexander, quien precisa que luego de haber examinado las pruebas reunidas a lo largo de los últimos 16 meses, pueden afirmar con seguridad que se trataba de una narrativa falsa que, junto con el uso de barbijos, los confinamientos, el distanciamiento social y las políticas de cierre de las escuelas, causó un daño aplastante a la sociedad, perjudicando inmensamente a los Estados Unidos y al mundo.

Alexander califica de “escándalo vergonzoso e imperdonable” el hecho de que el Grupo de Trabajo sobre la Pandemia de EEUU y los médicos “expertos”, ilógicos, irracionales y anticientíficos pudieran utilizar esta falsedad para paralizar la sociedad, causando tanta destrucción de vidas, de la riqueza y de las propiedades. “Esta respuesta a la pandemia se basó en la corrupción y ciertamente hubo ingredientes distintos a la ciencia en todo el proceso”, enfatiza.

El ex asesor de la OMS/OPS hace hincapié en que la respuesta al Covid-19 nunca debería haber sido basada en las suposiciones y especulaciones de estos “expertos”, y mucho menos en sus caprichos. “Esta no es una investigación basada en evidencia; no es ciencia. La especulación y la suposición no son ciencia. El Grupo de Trabajo fracasó catastróficamente y no se debe permitir que reescriba su historia”, prosigue.

La cuestión de la «propagación asintomática» era un aspecto tan importante de las decisiones políticas sobre la pandemia que no podía basarse en «posibilidades» o suposiciones.

“Sin embargo, tememos que así fue, y esto tuvo consecuencias catastróficas. Ellos, estos absurdos y poco científicos expertos médicos, hicieron de la «propagación asintomática» la piedra angular de los confinamientos sociales, y lo hicieron sin ninguna base creíble. No había datos sólidos ni ninguna prueba que lo respaldara, aunque se asumiera esto durante varias semanas, y aunque inicialmente se adoptara un enfoque más prudente y esto fuera razonable, utilizamos y mantuvimos esta falsa narrativa durante demasiado tiempo para mantener unas restricciones de bloqueo draconianas y punitivas que no tenían ninguna base. Como resultado, se perdieron vidas”, pone de manifiesto Alexander, ex profesor adjunto de la Universidad McMaster de Canadá, especializado en métodos de investigación sanitaria.

El catedrático está convencido de que hubo dolo detrás de las medidas impuestas. “Estos lunáticos defensores del encierro, estos expertos médicos, pretendían que no había ningún daño en sus encierros. Era deliberado, una crueldad perversa. Obsérvese el deterioro de la salud debido al aislamiento por encierro (los costes de salud mental, la demencia), la inactividad, la pérdida de educación debido al cierre de escuelas, la pérdida de atención médica, la pérdida de empleo y la pérdida de ingresos”, remarca.

Alexander cita en su artículo una serie de trabajos que confirman que lo del contagio asintomático es un disparate. Por ejemplo, se refiere al estudio de revisión de alta calidad realizado por Madewell y publicado en JAMA, que  trató de estimar la tasa de ataques secundarios del SRAS-CoV-2 en los hogares y determinar los factores que modifican este parámetro.

Los investigadores trataron de estimar la proporción de hogares con casos índice que tuvieron alguna transmisión secundaria y compararon la tasa de ataque secundario del SARS-CoV-2 en los hogares con la de otros virus graves y con la de los contactos cercanos para los estudios que informaron de la tasa de ataque secundario tanto para los contactos cercanos como para los domésticos.

El estudio fue un metanálisis de 54 estudios con 77.758 participantes. Las tasas de ataques secundarios representaban la propagación a personas adicionales y los investigadores encontraron un riesgo 25 veces mayor dentro de los hogares entre las personas índice infectadas sintomáticas positivas frente a las personas índice infectadas asintomáticas.

«Las tasas de ataques secundarios en los hogares aumentaron a partir de los casos índice sintomáticos (18,0%; IC del 95%, 14,2%-22,1%), que a partir de los casos índice asintomáticos (0,7%; IC del 95%, 0%-4,9%)». Este estudio demostró lo poco frecuente que era el contagio asintomático en un entorno doméstico confinado. «Es probable que el impacto real de la transmisión asintomática sea incluso menor que esta cifra porque el estudio combina individuos asintomáticos y presintomáticos», concluyen los autores del trabajo.

El ex asesor también menciona un estudio publicado en Nature, que no encontró ningún caso de contagio asintomático entre los asintomáticos positivos y los 1.174 contactos cercanos de los casos, en una muestra base de 10 millones de personas.

Señala que Jeffrey A. Tucker –ex director editorial del American Institute for Economic Research (AIER) – escribió al respecto: «La conclusión no es que el contagio asintomático sea raro o que la ciencia sea incierta. El estudio reveló algo que casi nunca ocurre en este tipo de estudios. No había ni un solo caso documentado. Olvídese de la rareza. Olvídese incluso de la sugerencia anterior de Fauci de que la transmisión asintomática existe, pero no impulsa la propagación. Sustituye todo eso por: nunca. Al menos no en este estudio para 10 millones de personas».

Otro estudio de mayo de 2020 examinó los 455 contactos de una persona asintomática. Los investigadores encontraron que «todas las imágenes de TC no mostraron ningún signo de infección por covid-19. No se detectó ninguna infección por el síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (SARS-CoV-2) en los 455 contactos mediante una prueba de ácido nucleico».

Alexander cree que “esta cuestión de la propagación asintomática es la clave que se utiliza para forzar la vacunación en los niños. Sin embargo, la ciencia sigue siendo contraria a este mandato político propuesto”.

En ese sentido, menciona un estudio sólido de alta calidad realizado en los Alpes franceses, que examinó la propagación del covid-19 a través de un grupo de individuos positivos a covid-19. Siguieron a un niño infectado que visitó tres escuelas diferentes e interactuó con otros niños, profesores y varios adultos.

No informaron de ningún caso de transmisión secundaria a pesar de las interacciones estrechas. “Estos datos han estado a disposición de los CDC y otros expertos en salud durante más de un año y muestra claramente que los niños no propagan el virus”, expresa Alexander.

Por otra parte, incluye el testimonio de la doctora Clare Craig, patóloga, y su colega el doctor Jonathan Engler, quienes examinaron las evidencias de la investigación que respaldan la afirmación de que el covid-19 puede ser transmitido por individuos asintomáticos. «Las dañinas políticas de confinamiento y los testeos masivos se han justificado bajo el supuesto de que la transmisión asintomática es un riesgo genuino», advierten estos doctores.

Alexander aclara que es importante distinguir cuidadosamente lo puramente asintomático (individuos que nunca desarrollan ningún síntoma) de la transmisión pre sintomática (en la que los individuos terminan desarrollando síntomas).

“En la medida en que este último fenómeno, que de hecho solo ha ocurrido en muy raras ocasiones, se considere digno de una acción de salud pública, las estrategias apropiadas para gestionarlo (en ausencia de una transmisión asintomática significativa) serían totalmente diferentes y mucho menos perturbadoras que las adoptadas actualmente”, afirma.

Al finalizar, el ex asesor insta a los CDC y a los NIH a reconstruir la credibilidad que destruyeron. “Esperemos que la FDA pueda desligarse de ustedes y volver a desempeñar el papel regulador no político que debe tener, por la seguridad de la nación. Ustedes hablan de ‘seguir la ciencia’, pues bien, demuéstrenlo. Empiecen por seguirla”, desafía Alexander, quien finaliza lamentándose: “Qué vergüenza para todos ustedes, los llamados ‘expertos’”.

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