Néstor Machiavelli difundió en la red social Facebook el texto que reproducimos a continuación.
Los días destemplados y lluviosos frente al mar en verano son ideales para la lectura. También disparan recuerdos, que se musicalizan con el repiqueteo de gotas de agua sobre techos de chapa.
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Sucedió en noviembre del 85. Raúl Alfonsín viajaba a Misiones a inaugurar junto al presidente de Brasil, José Sarney, el puente Internacional “Tancredo Neves”, que une Puerto Iguazú con Foz de Iguazú.
Viajé acreditado por el diario La Razón con otros colegas junto al presidente Alfonsín y en Puerto Iguazú me encontré con una persona entrañable que abrió la puerta de mi profesión, Enzo Barda.
“El pulpo” para todos, estaba viviendo allí, trabajaba en el casino del Camping Americano de la familia Lucenti, los mismos que le dieron vida al camping de Monte Hermoso.
A comienzos de los 70 Barda logró que Dorrego tuviera su radio AM. Muchos decidimos el futuro por aquel emprendedor del micrófono y reencontrarnos en Misiones fue un regalo de la vida.
Durante la cobertura de la inauguración Enzo estaba cerca, me observaba. Seguramente sentiría con razón que era fruto de su siembra.
Esa mañana de noviembre antes de la inauguración, Enzo llegó temprano al hotel donde nos alojábamos los periodistas y parte de la delegación. Recuerdo que estaba en el comedor con Carlos Castro, director de Prensa de Alfonsín y llegó Barda con todos los diarios de Buenos Aires de regalo para los colegas.
Castro lo invitó a sentarse a desayunar con nosotros; los tres pedimos café con leche y medialunas. En los salones comedores es habitual que a un costado de la mesa queden de la cena anterior la quesera y la azucarera.
Mientras comentábamos los titulares de los diarios y le contaba a Castro la relación que nos unía con “El Pulpo”, llegó la mesera y sirvió los desayunos.
De repente siento que Castro por debajo de la mesa, me toca con la mano la rodilla para que prestara atención a lo que estaba viendo: Enzo ponía dos cucharadas al tope de queso de rallar en el café con leche. Con disimulo y sorprendidos observamos mientras revolvía el café con la cuchara, que al levantarla mostraba los hilos de queso derretidos por el calor.
Castro permanecía apacible, incrédulo, hasta que se animó: -Don Enzo perdóneme, creo que se equivocó, en vez de azúcar le puso queso de rallar…
-Sii, respondió, yo tomó café con queso de rallar…!!!
Desde ese día, cada vez que nos encontrábamos, Carlos Castro recordaba a mi amigo que tomaba café con queso.
Nunca se lo dije, pero esa misma mañana, cuando nos levantamos de desayunar, le pregunté a Barda si realmente tomaba así el café con leche.
Y el Pulpo respondió: “Nooo, pero preferí que me recuerde como excéntrico, no como una persona que confundió queso con azúcar y lo tomé sin chistar”.
*Carlos Castro fue un gran colega, con el que antes de colaborar con el presidente Alfonsín como director de Prensa, fuimos cronistas parlamentarios en el Congreso de la Nación.
De Enzo Barda me quedan recuerdos imborrables y el agradecimiento eterno por acercarme a la profesión.