Monte Hermoso «for ever», podría ser el título de esta nota con tres bahienses que conjugaron definitivamente ese hermoso placer de sentir el “modo vacaciones” con el encanto de una ciudad que hoy se puede dar el lujo de colmar las expectativas del turista y una playa que ya no cambian por ninguna otra.
Fiel a nuestro estilo, entre “los que vienen siempre” elegimos a personas que no se conocen entre sí y que solo los une un hilo conductor: el amor a Monte.
“Es mi lugar en el mundo, paso mis vacaciones en Monte desde que tengo uso de razón. Todo el año estoy planificando mi estadía veraniega; no hay otro lugar para vacacionar que me apasione más”, comenzó diciendo María Marta Laco, 37 años, soltera y trabajadora social (en 2013 se recibió de técnica y en 2016 de licenciada) con orientación en la educación.
María no tiene casa o departamento propio, pero ese no es motivo como para no hacer la valija y pensar en 15 días de “paz y relax” total.
“Alquilo, acepto invitaciones de amigos o voy a lo de mi hermana. Cuando pude visité algunas playas de Brasil, son lindas, no puedo decir que no, pero la de Monte, con sus aguas cálidas, es única. Es espaciosa, nadie te molesta y hacés tu vida, y eso ya es mucho decir”, declaró antes de referirse a Monte como ciudad.
“El cambio es notorio, creció, hoy es gigante, existen diferentes y variadas propuestas comerciales, gastronómicas y turísticas; el centro, con edificios por todos lados, está más pintoresco y te dan ganas de ir, al menos, a caminar por la peatonal”, cerró con la ilusión de llegar a pisar la arena cuanto antes.
“Es Disney”
“Tengo una necesidad de Monte…”, es la frase que se le escucha decir a menudo a Carolina Borrelli, de 43 abriles, Técnica Química con especialización en Industrias Alimentarias y mamá, emprendedora, dueña de su propio destino con Baby Mode, tienda online de regalos, accesorios y artículos para bebés.
Aunque enseguida esbozó una mejor definición: “Monte es Disney, junto a mis hijos (Paloma, de 12 años; Joaquín, de 10 y Felipe, de 7) disfrutamos de sol a sol y, si el clima acompaña, nos quedamos a cenar en la playa”.
“La felicidad y la tranquilidad que me da el lugar es impagable, siempre digo que es mágico, porque mis chicos, con la edad que tienen, se manejan solos y sin problemas. Es más, aprendieron a caminar acá, en la arena dieron sus primeros pasos”, agregó Carolina, quien vino a pasar Navidad y ya avisó: “me quedo hasta el 15 de enero”.
A 30 pasos de la playa
“Juro que los conté (los pasos), cruzo la calle y ya piso la arena”, exclamó orgulloso Gustavo Adolfo Galleani, de 66 años, hincha de Olimpo pero criado en el ‘glorioso’ barrio de Villa Mitre, a cuadras de El Fortín.
“Empecé a frecuentar Monte en 1982, vendía alfajores de maicena por la playa, caminaba de espigón a espigón y a veces me iba hasta el faro. El negocio anduvo tan bien que después me expandí por otras ciudades de la costa Atlántica, pero a Monte no lo cambio por nada”, sostuvo este comerciante emprendedor que ya tiene su propia marca de “comidas rápidas”.
“Compré en el año 2000, y como atrás me quedó terreno, construí cinco departamentos que tengo en alquiler”, contó el fundador del Centro Recreativo de Bowling y Tejo “Cruz del Sur”, hoy funcionando a pleno en Parchape 60 de Bahía Blanca.
“¿Lo mejor de Monte? Ver el amanecer o el atardecer desde el balcón, tomando un mate o un café; no hay mayor satisfacción que esa. A veces voy solo, a hacer terapia, la paz de Monte es indescriptible, la gente no se da una idea de lo que es eso”, indica el abuelo Gus mientras a su alrededor corretean y juegan sus tres nietos: Alvaro, Antonio y Nacho.
Casado con Norma Schwab y padre de Débora y Vanina, el ex campeón nacional de bowling reconoce que “en Monte la gente es muy cálida, en la Municipalidad o donde sea te atienden de maravilla y hoy ese pueblo que hace 40 años nacía en el camino sinuoso se transformó en una ciudad con todas las letras”, describió.
Antes de terminar, contó una pequeña anécdota: “Monte repuntó con la excepcional campaña que llevó a cabo el municipio, si la memoria no me falla, entre 1990 y 1991, cuando Dichiara, aún siendo cajero del mercado que regenteaba su padre, arrancaba en la política. Fue una campaña a nivel nacional, promocionando el balneario en los micros que salían para las regiones de Cuyo, el litoral y el norte argentino. Me acuerdo porque entre los souvenirs iban mis alfajores, ja,ja”.