En el año 2021 el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación propuso el cambio de denominación del Día del Niño. Ahora se habla de infancias porque se busca posicionar el enfoque de derechos con perspectiva de géneros y diversidad de las vivencias de la niñez.
También se intenta valorar las otras denominaciones, que son igualmente legítimas y representativas de las diferentes regiones de nuestro país, ya que decir niño no alcanza para representar las experiencias heterogéneas y múltiples de la niñez. Por eso se plantea que sea una jornada más plural, que celebre a cada chica, chico, gurí, changuito, mitai en guaraní, weñi en mapudungun, y sus diversos modos de vivir esta etapa de la vida.
Es así entonces que desde esta perspectiva se plantea que la forma correcta es hablar de infancias ya que así se mencionan a todos los niños y todas las niñas a lo largo y a lo ancho del país.
Pero es válido volver un poco más atrás en el tiempo para conocer que esta celebración se estableció en nuestro país en el octavo mes del año, desde 1958, cuando la Cámara Argentina de la Industria del Juguete eligió al primer domingo del mes para celebrarlo y así se mantuvo desde ese año hasta el año 2003.
Fue entonces que se cambió al segundo domingo de agosto y el Congreso Nacional, en el año 2013 –tras un pedido de la entidad gremial empresaria mencionada– solicitó trasladar el Día del Niño para que no coincidiera con las elecciones PASO legislativas de ese año y desde entonces quedó fija la fecha del tercer domingo de agosto.
En el ámbito mundial hay otro día para festejar a la niñez, ya que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el año 1954, estableció al 20 de noviembre como Día Internacional del Niño y por este motivo muchos países lo celebran ese día desde 1960.
Sea como fuere, más allá de la fecha, esta celebración va mucho más allá del clásico regalito y el día de festejos como homenaje. Es una celebración de los grandes hacia los más pequeños. Pero es una fecha que debe servirnos no solo para reforzar el compromiso de cuidado, protección, salud y educación, teniendo en cuenta que es el sector de la población más vulnerable, sino también para garantizarles una infancia feliz, de protección, seguridad, armonía, estabilidad emocional y construcción integral.
Crecer dentro del amor y el cuidado de los adultos que los quieren, recibir la enseñanza y la atención de los otros en el marco del conocimiento y el cariño, construirse emocional y psíquicamente para ser un adulto de bien.
Ese compromiso, los adultos debemos reforzarlo cada día. Pensar en el respeto de las infancias. Escuchar, contener, tender una mano, acompañar, abrazar, construir con el otro, con sus deseos, sus dudas, sus miedos, sus preguntas, sus sonrisas y sus lágrimas. Valorar a las infancias con todo lo que ellas representan. Respetar a las infancias para que se conviertan en adultos felices.