Dichos y palabras. «Cufa» y «lejía» téminos de por acá. ¿Telgopor o tergopol? ¿cómo se dice?

Helado en recipiente de telgopor

Los localismos o regionalismos son palabras, expresiones o atribuciones de significados cuyo uso es exclusivo de una zona geográfica determinada.

Son vocablos o expresiones propias de una localidad o región, que no se utilizan en otras porque existe un equivalente o bien tienen un significado diferente al original.

Rescatamos dos ejemplos que conciernen a los habitantes de por acá, al tiempo que despejamos la duda sobre el modo correcto de decir la palabra que se le da al poliestireno expandido, material plástico espumado que se utiliza en el sector del envase y en la construcción.

Cufa

Término utilizado en nuestra zona para denominar al estudiante demasiado aplicado. Sinónimo de olfa, traga y del más actual nerd, es una expresión lunfarda de origen genovés cuyo significado es cárcel, emparentado con cafúa (voz portuguesa que expresa caverna) y con gayola y sus derivados engayolar y engayolado, palabras del lunfardo que significan, respectivamente, cárcel, encarcelar y encarcelado.

El diccionario de la Real Academia Española le asigna a gayola una primera acepción de jaula y una segunda, coloquial, de cárcel de presos. Lógico es suponer que el uso de cufa se originó en la figura del joven «encerrado» en su hogar estudiando todo el día.

Lejía

Otra palabra hoy en desuso cuya utilización era frecuente en Bahía Blanca y la región, aunque el uso popular hizo que se reemplazara por lavandina.

El término lejía viene del latín lixiva. Se trata de un derivado de lixa. En latín, lixa, aparte de designar al cantinero o avituallador, designaba al agua caliente mezclada con cenizas que se empleaba en las lavanderías romanas para blanquear. La lixa recibía también el nombre de aqua lixiva, de donde procede lejía.

Inventada en el siglo XVIII por el francés Claude Louis Berthollet, la lejía tomó su nombre en francés de un pueblo hoy desaparecido llamado Javel, cercano a París.

En un principio, la lejía se desarrolló para facilitar el blanqueo de la ropa. Tuvo un rápido éxito, pero solo más tarde se descubrió que tenía otras propiedades. En el siglo XIX, se utilizaba comúnmente como desinfectante y para el tratamiento del agua potable.

En algún tiempo también se la denominó agua de javel, agua jane o agua de Jane, todas en desuso hace mucho tiempo.

En España tenía un uso coloquial como «corrección verbal de marcada vehemencia», sinónimo de amonestación, bronca, filípica, reconvención, reprimenda.

En Andalucía se le daba el significado de «acción y efecto de lavar la ropa», con el término «colada», por el uso de coladores, nombre de recipientes donde se introducía la ropa sucia que necesitaba repasos previos con lejía hecha en casa.

Telgopor o tergopol

La forma correcta de decirlo es telgopor. ¿A qué se debe ese nombre?

La palabra nació como marca comercial de la empresa Hulitego, que fabricaba y comercializaba distintos artículos con nombre comercial formado con la anteposición de la sigla «telgo».

Es uno de los varios casos en los que una marca terminó desplazando a términos genéricos para designar a todas las cosas de un mismo género o clase (gilete, puloy, celoprin o cinta Scotch, etcétera).

Hay quienes afirman que telgopor deriva de la unión de las primeras sílabas de «tela gomosa porosa», claro que el telgopor (poliestireno expandido) no es una tela sino una espuma rígida fabricada a partir del estireno.

En otros países hispanohablantes se lo conoce como porespan, porexpan, poliexpan o corcho blanco (España), estereofón (Costa Rica), tecnopor (Perú), plastoformo (Bolivia), plumavit y aislapol (Chile), icopor (Colombia) unicel o hielo seco (Uruguay), espuma-flex (Ecuador) y anime (Venezuela).

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