Este 7 de abril se cumplió un mes de una de las tragedias más dolorosas que haya golpeado a la tierra de los bonaerenses. Un temporal feroz se abatió sobre el municipio de Bahía Blanca. Hubo destrucción, hubo muerte. Pero lo más desgarrador fue la desaparición de dos hermanitas, Pilar y Delfina Hecker.
Hace apenas unos días encontraron el cuerpecito de Pilar. Aún no aparece el de Delfina. No han podido descansar juntas. No han podido tener una cristiana sepultura.
No hablo desde la política, no vengo a hacer cálculos de campaña ni demagogia o levantar consignas. Hablo como bonaerense, como un paisano surero, como alguien que ha caminado pueblos enteros donde la dignidad lucha todos los días contra el abandono.
Los municipios bonaerenses están quebrados, moral y materialmente. Se les exige que gobiernen, pero no se les da nada. No tienen cloacas. No tienen canales de contención. No tienen prevención. No tienen fondos. Solo tienen promesas.
¿Qué culpa tenía Pilar? ¿Qué culpa tenía Delfina?
No las mató la lluvia. No las mató un destino trágico. Las mató la desidia, las mató la burocracia, las mató el olvido sistemático del Estado. Las mató la corrupción.
Porque la Provincia les dio la espalda, como se la da a todos los pueblos del mal llamado «interior» bonaerense que no “pagan” en votos. En esta provincia partida, el 67% de los votos está en el AMBA. Entonces ¿qué importa el sudoeste? ¿Qué importa Bahía? ¿Qué importa Villarino, Puan o Tornquist? Si no hay votos, no hay obras. Si no hay votos, no hay hospitales, no hay escuelas, no hay desarrollo.
Todo está atado con alambre. Todo es postergado. Y cuando la tragedia llega, como siempre llega, los funcionarios no asumen culpas, solo repiten tecnicismos, se escudan en la burocracia, explican lo inexplicable. Pero no piden perdón. No lloran con el pueblo. No caminan entre los escombros. No entierran a sus muertos.
En esta tierra, el 40% de la economía es informal, la ley tributaria es «esclavista» y los municipios son rehenes de los caprichos del gobernador de turno, que reparte recursos con el látigo del CUD, según la Ley 10.559. Esa es la soga con la que se aprieta a los intendentes para que bajen la cabeza, para que mendiguen, para que callen. «Si quieren dinero para obras, que vengan (a La Plata) y me lo pidan».
¿Dónde está la autonomía municipal?
¿Dónde está el cumplimiento del art. 123 de la Constitución Nacional? ¿Dónde está el poder real de la gente para decidir sobre su propio destino? Autonomía municipal y Cartas Orgánicas.
Si Bahía Blanca hubiera sido escuchada, si en 2012 se hubieran discutidos los informes del CONICET que advertían sobre los riesgos, si la Ley 13.647 del Plan del Sudoeste Bonaerense se hubiera ejecutado, hoy tal vez no estaríamos llorando a Pilar. Tal vez Delfina estaría jugando con su hermana.
Pero los fondos nunca llegaron. La ex gobernadora Vidal los prometió y los retiró para volcarlos –como siempre– al AMBA. Así ha sido siempre. Así será si no lo cambiamos.
El pueblo está solo. Bahía Blanca está sola. Los bonaerenses estamos solos. Y las hermanitas Hecker son el símbolo de esa soledad.
Pero también pueden ser el comienzo de una rebelión bonaerense. Una rebelión de dignidad, de memoria, de conciencia. No por revancha, sino por justicia. Porque nadie nos va a devolver a Pilar y a Delfina, pero sí podemos comprometernos como bonaerenses, desde cada rincón, desde cada comuna, a que nunca más una criatura sea arrastrada por los hechos de corrupción de la mala política.