El karma de vivir al sur, según Lucas Quiroga

Lucas Quiroga

Lucas Quiroga es un joven escritor montermoseño. Si bien ahora reside en Bahía Blanca, donde está finalizando el profesorado de Lengua y Literatura en la Universidad Nacional del Sur, ya está dando clases en algunas escuelas secundarias (entre ellas la E.S. 1 de Monte Hermoso) y a punto de comenzar como ayudante de cátedra en la UNS.

Es un joven tímido al que le apasiona la literatura. Su aspecto es juvenil y tranquilo. Sus rulos captaron la atención de todos, antes de escucharlo hablar. Pero a partir del diálogo, nos encontramos con un profesor ciento por ciento. Es escritor sí, pero antes que eso es profesor.

Por eso nos prometimos también una futura entrevista para hablar de educación, ya que el motivo de este encuentro es la publicación de su libro de poesía “El karma de vivir al sur”.

Le preguntamos si es difícil escribir un libro, qué condiciones debe reunir el escritor, cuál tiene que ser su inspiración: “Para mi los libros se van escribiendo solos, en los mejores casos puede llegar a nacer la intencionalidad o la idea, dependiendo también del género literario. Creo que la dificultad más grande tiene que ver, tal vez, con una condición de responsabilidad afectiva con lo que se puede llegar a creer, es decir, con creer en lo que creaste, y defenderlo. También pensar que se puede llegar a tener algo para decir”.

Hablando sobre la responsabilidad afectiva a la hora de escribir, dice que “se trata de creer, confiar en que podés llegar a tener algo para decir, que merece ser materializado, con la responsabilidad de lo que escribí en su momento para no ser descartado. Porque muchas veces pasa el escribir algo mínimo y pensar si vale la pena o no que alguien más lo lea, no solo por cuestiones de lo emocional, de lo emotivo, porque puede llegar a provocar bastante pudor el hecho de exponerte, porque es una total exposición, porque se vive como una exposición total el compartir esto que escribiste”.

Con respecto a lo que significa específicamente el género poesía, explica, referenciando a una de sus profesoras, Mariela Rígano, que “la poesía es la posibilidad de pensar, de romper los conceptos de la vulnerabilidad que nosotros tenemos y muchas veces se puede asociar la debilidad a un estado vulnerable, sobre todo en un principio conceptual o artístico, que es muchas veces una exposición emocional al trabajar sobre eso. Y hay un concepto erróneo en esto porque, al contrario, ser vulnerable es una especie de fortaleza, más en un contexto donde se tiende a ser más sujetos que objetos, y todo está mediatizado por los medios, donde muchas veces la exposición de un estado emocional es correr un gran riesgo, por el hecho de sentir que podés ser atacado por eso mismo”, analiza.

Yendo a su libro “El karma de vivir al sur” le preguntamos si es un libro que relata su interior o son cosas que se le pasan por la vida: “Es un libro sobre cosas que me han pasado por la vida, algunos libros nacen como una forma conceptual y con respecto a este libro la editora dijo que mantenía cierto ritmo como en consonancia con las estaciones de año. Y de alguna forma tuve en cuenta eso a la hora de escribir por capturar cierta atmósfera con el ritmo que marcan estas estaciones, por ejemplo el otoño que es una especie de tránsito entre el ritmo demandante del verano, por lo menos acá en Monte. Y aquí tengo en cuenta el punto iconográfico personal de lo que significa estar haciendo la temporada en Monte Hermoso, como estar viviendo como estudiante en Bahía, y esas cosas traté de plasmarlas”, nos explica.

Y así va transitando su libro por las cuatro estaciones, relatando en cada verso sensaciones y representaciones características no solo del lugar sino también de la época.

Aprendizajes

De la cocina

aprendió:

la incertidumbre

provisoria

de la pérdida

constante

y de la poesía

la constante

pérdida de la

provisoria

incertidumbre.

También nos cuenta su percepción del lugar y de las cosas que pasan, que cuando está acá no lo nota pero cuando se va y vuelve, lo percibe claramente. Que eso le pasó cuando se fue a La Plata y luego regresó y le pasa aún hoy cuando va y viene de Bahía Blanca, que está a una corta distancia. “Quienes hacen las cosas, que son como tal a nivel afectivo, emocional son las amistades que están ahí. Por eso creo que es eso, el invierno es muy duro”.

En este transitar entre ciudad y ciudad, repasa los momentos vividos cuando ingresó a la escuela secundaria a dar clases, justamente porque era la misma escuela de donde había egresado. Y ahora sus profesores eran sus colegas. “Me puso muy feliz eso y la escuela ya la vi con otros ojos y eso también me llevó a una reflexión interna pensando que tal vez yo no era el mejor alumno en algunos momentos, y también reconocer que es un trabajo súper distinto, y como consecuencia también admirar el trabajo que hicieron los docentes, lo que hacen y lo que hicieron las docentes que tuve”.

Y en ese relato recuerda con gratitud a una profesora de lengua como Laura Bonzini: “De hecho, el primer poema que escribí fue para los Torneos Bonaerenses a los que ella me invitó a participar, me incentivó a participar, leyó, hizo correcciones, y esos son gestos que hasta el día de hoy tengo en cuenta con respeto a mis alumnos; escucharlos, incentivarlos, más allá de si es literario o no, decirles que se animen a compartir”, reflexiona.

Reconoce en su obra mucha influencia de la música, de los artistas contemporáneos: “Yo creo que la música hoy es lo que va marcando –de una u otra– cierta pauta o influencia. Tengo bastante en cuenta eso, el espíritu que transmite”, y reconoce un trabajo lírico dentro de esa música “que marcó un antes y un después de la música nacional y también de la latinoamericana». Así se reconoce intervenido por estos aspectos culturales que marcaron su crecimiento y su construcción, “porque tienen repercusiones emocionales lo que nos provocan las canciones, te dejan como macerando algo internamente que querés volver a transmitir, es como una causa y efecto”, describe.

Le consultamos si va a escribir otro libro o si ya lo está haciendo: “En algún momento si, una vez que empezás es como que querés seguir. Me entusiasma, quiero disfrutar de esto que es resignificativo, tuve mucha contención de parte de mi familia, de mis amigos; mis padres son unos grosos definitivamente”, confiesa.

“La escritura sufre un montón de procesos, de abandonos, de correcciones, de ir borrando cosas, y lo mío también tiene que ver con una residencia de poesía que se hizo en Bahía Blanca, de la cual tuve la oportunidad de formar parte y asistir, y me ayudó a ajustar engranajes respecto a la organización de los poemas, por ejemplo. Hubo amigos y amigas que me dieron una mano en eso, gente de Dorrego, de Córdoba, de Buenos Aires, de La Plata, de Bahía Blanca, personas que estuvieron a la par dando una lectura y organizando los poemas mismos. Hay una frase que a mi me gusta mucho, que es considerar a la poesía como un hecho colectivo, teniendo en cuenta que si bien muchas veces se pueden pensar que los procesos de escritura se dan en solitario, y todo el trabajo que es el proceso de revisión se hace con un otro, no hay individualidades en ese ámbito, al menos dentro de mi experiencia”, explica.

Aquel pescador solitario

En el pueblito costero persiste la historia

de un hombre hecho de soledad

acuñado por la memoria de otra tierra astillada.

La escena es sencilla y repetitiva

el hombre se levanta al alba en tramado de colores

que solo el verano sabe crear.

Roza la arena. Mira el mar.

Empuja y luego se sube

a una pequeña barca de madera.

La figura desaparece luego de las primeras olas.

Consultado sobre qué es lo que más le gusta escribir expresa que “escribir poesía fue un acontecimiento, me gusta la literatura en un sentido amplio, es una gran unidad la literatura porque en ciertos aspectos todos los límites se van relacionando entre si a nivel del género literario, hoy quizás lo que predomina son ciertos géneros híbridos, donde cada quien toma un poco de cada una de las características que posee. Es como una unidad ya la literatura”, razona.

Para cerrar, le hacemos una pregunta al profesor, sobre qué le falta a la literatura para que los jóvenes lean: “Yo creo que una oportunidad, porque a la literatura no le falta nada; es una oportunidad de cada quien, y que cada quién se de el tiempo de encontrar lo que le gusta. A nivel educativo con algunos textos contemporáneos que he trabajado, los chicos quedan encantados y dentro del aula, cuando me pongo a leer, hay una gran recepción por parte de ellos”, y nos repasa una serie de autores contemporáneas regionales, nacionales e internacionales, que tienen otro tipo de trabajo estético con la lengua. “Los chicos sentían cierta proximidad con estos textos”.

La invitación está hecha, dar lectura a este sinnúmero de poemas en “El karma de vivir al sur”. Les aseguro que vale la pena.

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