En una película canadiense, una tribu belicosa es convertida al cristianismo. Sus vecinos, también tribus guerreras, observan que aquellos dejaron de ser violentos y se volvieron débiles porque comenzaron a creer en un dios que no reclamaba sangre. Al poco tiempo, esa tribu convertida fue masacrada; sus caballos y tierras fueron repartidos entre los vencedores.
Esta narrativa ilustra la fragilidad de ideologías que, aunque bien intencionadas, no se alinean con las duras realidades del mundo. Milei, al igual que los misioneros de la película, se ha dejado arrastrar por dogmas económicos que solo entienden de números, ecuaciones y teorías abstractas, pero que desconocen la realidad violenta y competitiva que impone el capitalismo y su base ideológica liberal sobre el ser humano y las naciones.
El presidente actúa como el sacerdote que convierte a los indígenas con promesas de un mundo mejor fundamentadas en la Biblia, ignorando las implicaciones prácticas y destructivas de sus creencias. El liberalismo no se expandió por la simple virtud de las teorías del mercado, la libre empresa y la competencia; su desarrollo fue sustentado por la explotación y la sangre de millones de africanos, asiáticos y, en gran parte, de los pueblos de la América Hispana sometidos a un nuevo colonialismo.
Los teóricos económicos, cuyas obras cita a menudo, nunca vieron sus ideas aplicadas en la práctica. Estas teorías son estudiadas en las universidades de Europa y Gringolandia, pero cuando sus alumnos ocupan puestos políticos, siguen haciendo lo que se ha hecho durante siglos: presionar gobiernos, conspirar y bombardear pueblos.
En definitiva, lo más peligroso y tenebroso de la visión del presidente es su concepción del monopolio como algo positivo. No comprende la mentalidad y la subjetividad de aquellos que presiden estas estructuras. En los años 90, una empresa gringa se instaló en Brasil para competir con una monopolista productora de cintas adhesivas. La empresa estadounidense ofrecía precios bajos, obligando a la brasilera a cerrar y dejando a cientos de empleados desocupados. Poco después, los brasileños pagaban el doble por las cintas.
Milei, por lo observado, pareciera presentar síntomas consistentes con un trastorno de personalidad megalomaníaco, que se iría intensificando progresivamente. Muestra una marcada dificultad para diferenciar entre las dimensiones del tiempo y el espacio, y su percepción de la realidad y la espiritualidad es significativamente distorsionada. Su capacidad para distinguir entre el mundo real y el imaginario está comprometida, viviendo en una especie de estado alternante entre la realidad objetiva y un mundo de fantasía.
La adopción acrítica de dogmas económicos y la defensa del monopolio no solo son peligrosas sino destructivas. La falta de comprensión de la complejidad de las estructuras sociales y económicas puede llevar a consecuencias devastadoras para nuestro pueblo. La historia y la realidad nos enseñan que las ideologías sin anclaje en la práctica y la empatía hacia las realidades humanas están destinadas al fracaso. La insistencia en políticas descontextualizadas puede llevar a un desenlace trágico, tanto para quienes las promueven como para aquellos que las sufren.
*Luis Gotte, La trinchera bonaerense; coautor de “Buenos Ayres Humana I, la hora de tu comunidad” y “Buenos Ayres Humana II, la hora de tus intendentes” (Ed. Fabro)