“La autopista Monte Hermoso – Bahía Blanca de ruta 3 tiene que ser, sí o sí, doble vía ya, urgente”.
Ávido por acelerar la transición, completando el equipo que lo acompañará en su gestión al frente de la intendencia, Hernán Arranz, puntea temas en el listado de propósitos y subraya algunos, como el de la conexión con la principal vía de acceso al distrito montermoseño que gobernará a partir de diciembre.
Aunque por estos pagos lo anhelamos, en esta Argentina en crisis resulta ciertamente difícil asignar prioridad para una obra seguramente similar y necesaria como tantísimas otras por las que reclaman en otros rincones de la patria.
La conversión de la ruta 3 en autovía va más allá del tramo que involucra a nuestra región (de 115 kilómetros), incluye otros dos: 207 kilómetros entre San Miguel del Monte y Azul y 285 kilómetros entre Azul y Coronel Dorrego.
El proyecto tiene 12 años de antigüedad, desde la promesa de construir los tres trayectos que formuló en 2011 la entonces presidente de la nación, Cristina Fernández. Pasó su gestión, le sucedieron cuatro años de gobierno de Mauricio Macri en los que se repitieron anuncios y está a punto de concluir otro mandato completo de inspiración kirchnerista sin novedades.
Recién a fines de agosto pasado, en plena campaña electoral, el gobierno nacional anotició que se estaban “supervisando los trabajos preliminares al inicio definitivo que transformará en autopista la Ruta Nacional 3, en el tramo comprendido entre el final de la Variante San Miguel del Monte y el acceso a la localidad de Gorchs, obra que se extiende a lo largo de 26,2 kilómetros”.
A ese ritmo no parece factible ver de cerca las máquinas, los obreros y los materiales para iniciar los trabajos de implantación de la doble vía acá.
En aquel momento, Natali había explicado “que si bien la construcción de esta autopista es plena competencia del gobierno nacional, consideramos importante que el gobierno de la provincia de Buenos Aires escuche el pedido de miles de vecinos de la región que desde hace años vienen pidiendo por esta obra”.
A cualquiera se le podría ocurrir insinuar que la obra no reviste la prioridad que se le asigna entreviendo que los fines turísticos son los que estimulan la demanda de urgencia.
Está sobreentendido que la cuestión del turismo está incluida en los supuestos del proyecto, pero antes que eso, además de la ineludible obligación de optimizar la seguridad vial, está la que se explica en términos productivos y de logística, dada la conectividad con el puerto bahiense atendiendo a que las cargas destinadas a exportación se transportan en camiones, mayoritariamente.
La ruta vieja
Para colmo, el desahogo que puede significar la utilización del trayecto de unos 30 kilómetros de la llamada “ruta 3 vieja” también sigue en espera.
El pavimento de esa carretera, se sabe, acumula un significativo deterioro, los recurrentes parches no son solución y no hay respuesta al histórico reclamo por una restauración integral que garantice condiciones para el tránsito seguro.
A pesar de que la obra ha sido incluida en el Presupuesto Nacional año tras año sigue pendiente.
El inminente cambio de gobierno revive la esperanza, aunque se vislumbra de difícil ejecución en el corto y mediano plazo por la magnitud del colapso de la economía que deberá afrontar quien resulte elegido en menos de dos semanas para hacerse cargo del Ejecutivo a fines de año.