Jamás voy a olvidar la primera vez que me picó una Olindias (N. de la R.: variedad de aguas vivas que visitan el mar de Monte Hermoso).
Tendría unos 4 años.
Los alaridos salían desde lo más profundo de mi ser hasta quedar afónica, y no calmaba. Levanté temperatura.
En el agua se sintió como un montón de cuchillos que me cortaban, pero al salir era una mezcla de un dolor que penetraba hasta los huesos, con ácido que quemaba.
Mi mamá me sostenía las manos para que dejara de desparramar los filamentos mientras que mi papá los retiraba. Al retirarlos, también dolía.
Todo dolía.
Mi mamá lloraba como si le hubiese picado a ella. Parecía dolerle más que a mí.
Hasta que Dim dijo: paren un poco las dos que nunca se murió nadie por una picadura de agua viva.
Después de retirar los filamentos, mi papá me dijo que me iba a dar un remedio.
Fuimos a la heladería de Borri y le pidió que me sirviera el helado más alto que pudiera.
Tomar un helado en los años de 1980 era más o menos como la Coca-Cola, solo en algunas ocasiones especiales.
La segunda vez que me picó un agua viva yo ya sabía que no había que pasarse las manos por la picadura, ya sabía cuánto dolía, ya sabía que no mataban y también sabía que venía un tremendo helado de la heladería de Borri.
Con el pasar del tiempo, cuando tenía ganas de tomar un helado, buscaba una Olindias por la orilla y me la desparramaba bien desparramada.
Fue de esta forma que el Dim terminó haciendo un arreglo con Borri y cada vez que aparecía algún chico picado en el museo le ponían una pulserita que valía por un helado gratis.
No sabíamos nada de las Olindias en aquellos tiempos.
En la desesperación, hacíamos cosas que tiempo después supimos que estaban muy mal, como pasarse arena.
Incluso pasó bastante tiempo hasta que entendimos que aparecían con el viento norte.
En el año 1988 Dim contactó a un especialista en medusas. Hermes Mianzan.
Lo llamábamos desde las cabinas telefónicas que estaban al costado de la terminal, ya que en aquel momento no existía otra manera de contactarse con alguien a la distancia.
Hermes era un tipo importante. Tenía quichicientosmil títulos, aparte de saber de medusas más que nadie.
Un año después vino a Monte a estudiar a las Olindias.
La idea era encontrar un repelente, un calmante, o alguna fórmula que pudiera sosegar el dolor.
Se hicieron pruebas con voluntarios.
¿Los voluntarios? Nosotros, los chicos que nacimos masticando arena y ya estábamos acostumbrados.
No hubo resultados positivos. Solo saber que el vinagre despega los filamentos de la piel para poder sacarlos más fácilmente.
Pero bueno… Hoy ya sabemos que:
– Duele mucho pero no mata.
– Puede hacer levantar fiebre.
– No hay que pasarse arena ni las manos.
– Hay que poner vinagre y sacar los filamentos de la zona afectada.
– Aparecen con el viento norte (la laguna es una gran opción para esos días).
– Y por último… a tomarse un helado bien bien grande.
P.D.: Tengo fotos del día en que, en aquel museito de la rambla, el científico especializado en medusas, Hermes Mianzan, hacía sus pruebas con nosotros.
Pasaré algún día por las heladerías a cobrar mi porcentaje (es un chiste por supuesto)