Omar estaba lejos de su hogar cuando partió a tender redes de pesca en el Atlántico Sur. A las apuradas, antes de embarcar, pasó por una juguetería próxima al puerto de Mar del Plata y eligió un triciclo para regalarle al hijo recién nacido.
Imaginen al bebé en brazos de su mamá en Bahía Blanca y a Omar junto al resto de los marineros ascendiendo al pesquero en Mar del Plata, con el bolso del equipaje en una mano y el triciclo en la otra. Confiaba que en la intimidad del camarote estaría a buen resguardo hasta el final de la campaña y el regreso al apostadero del barco en Ingeniero White.
Los pescadores nunca imaginaron la odisea que sobrevendría a bordo del Narwal. Como siempre, zarparon esperanzados en el sustento de la pesca pero el diablo de la guerra metió la cola. En altamar, un oficial de la Armada, que discretamente había embarcado con ellos en Mar del Plata, reunió a la tripulación en cubierta, se presentó y les comunicó que a partir de ese momento la nave quedaba militarizada. Continuaría bajo la apariencia de barco pesquero pero la misión secreta asignada sería avistar e informar posiciones de barcos de la flota inglesa que operaban en el área de las islas Malvinas.
La guerra estaba en curso y el pesquero ahí, camino a la boca del lobo, en medio de la guerra, entre portaaviones, destructores, aviones y helicópteros.
Una mañana temprano, mientras cumplía tareas de vigilancia y observación en cubierta, Alejandro avistó el vuelo rasante de un Sea Harrier. Descendió rápido por las escaleras empinadas hasta los camarotes para alertar a los compañeros que descansaban y en ese momento estalló el misil ingles que impactó en la línea de flotación del pesquero.
Alejandro salió ileso, pero Omar no tuvo la misma fortuna. Fue alcanzado de lleno por esquirlas del proyectil y quedó tendido desangrándose en el suelo. Era el comienzo del trágico final.
Cuenta Alejandro que la vida de Omar se fue apagando lentamente. Tenía frio, pidió una frazada; luego que le encendiera un cigarrillo y con el último hilo de voz expresó el deseo que llevaran el triciclo al hijo recién nacido.
El Narwal comenzaba a hundirse en medio de la desesperación de los pescadores, mayoritariamente oriundos de Bahía Blanca.
En el documental que realizamos para nuestro ciclo de TV y cuyo enlace comparto, se pueden escuchar estremecedores audios del responsable de radio pidiendo auxilio desesperado ante el asedio inglés y el pesquero que hacía agua y comenzaba a irse pique en la inmensidad del Atlántico sur.
Los aviones no daban respiro al Narwal desarmado y escorado, con pescadores a bordo y al borde de la desesperación. Antes que se hundiera, dos helicópteros rescataron a la tripulación y convertidos en prisioneros los trasladaron al portaviones “Invencible”. Allí también fue a parar el cuerpo de Omar, que al día siguiente, envuelto en la bandera argentina y escoltado por sus compañeros, en una tradicional despedida marinera fue arrojado al fondo del mar.
Alejandro Gómez, amigo de Omar Rupp, contó en primera persona lo que describo en esta crónica. Fue una mañana de pocos años atrás, en el living de su casa de Villa Rosas. Junto al amigo y camarógrafo Hugo Pallottini escuchamos su relato con un nudo en la garganta. Se notaba que Alejandro no estaba acostumbrado a reconstruir la tragedia frente a una cámara. En muchos pasajes la voz se entrecortaba, sus ojos se humedecían. No era para menos.
Pasaron muchos años, es improbable que el triciclo haya resistido el embate del salitre entre los hierros retorcidos del pesquero que descansa para siempre en la profundidad del Atlántico sur muy cerca de nuestras islas.
En el playón principal del puerto bahiense una placa con su foto recuerda a Omar Rupp. En un barrio de Ingeniero White una plaza lleva su nombre.
Los pescadores del Narwal fueron reconocidos como ex combatientes civiles de Malvinas. Omar recibió además la condecoración de héroe civil muerto en combate.
Descansa para siempre en el fondo del Atlántico cerca de Malvinas y del triciclo, convertido en símbolo de amor incondicional de un joven pescador que soñaba con el hijo que la guerra le impidió conocer.