El día de la inauguración del museo, aquella primavera de 1977, era muy especial para Dim.
Tal vez el más importante de su vida.
A decir verdad, lo veo en la foto de aquel día y casi casi no lo reconozco con esa corbata.
Las autoridades del pueblo harían el tradicional corte de cinta y después el brindis.
El cura Mario fue el encargado de bendecir la nueva institución.
Mientras todo esto pasaba, Dim pudo ver a los perros de Leif que se acercaban lentamente al museo.
La figura de Leif siempre fue controversial, pero más allá de eso el problema era que si a Leif se le ocurría entrar al museo los 14 perros entrarían también.
El Dim comenzó a ponerse un poco nervioso, o mejor dicho incómodo, ante la posibilidad de que eso ocurriera.
Sin embargo, los perros se recostaron afuera, rodeando aquel museíto que nacía.
¿Y Leif??? ¿Dónde estaba?
El Dim lo buscaba entre la gente mientras mostraba su exposición.
Cuando fue terminando el evento, el museo comenzó a vaciarse. Los perros de Leif seguían afuera.
Solo unas pocas personas quedaban observando las vitrinas, entre ellos un señor vestido con un traje blanco, impecable, prolijo, que parecía quedar absorbiendo como esponja cada cosa que veía.
Dim se acercó a entablar conversación.
Cuando el señor se giró, papá reconoció inmediatamente esa mirada.
Era Leif. Dim quedó duro ante una imagen que jamás había visto ni imaginado.
Leif le dijo: «Sabía que este día era importante para vos».
Hermosa historia que emociona mucho. Dim fue un tipo muy querible, divertido y simpático. Se lo extraña mucho… Esta nota no hace más que confirmarlo, Natalia.
Agradezco la oportunidad de recordarlo con mucho cariño y de reír con la anécdota (y quedar anonadado de ver a Dim con corbata)! A Leif lo conocí por mil historias, aunque nunca tuve la chance de estar con él. Ésta, es de las mejores historias sobre Leif. Y, sin dudas, algo que lo pone en un pedestal a él también.