El brillo del vino atravesaba el cristal de la copa apoyada sobre una de las barricas que le daban una vida distinta al enorme salón y las miradas entre madre e hija se cruzaron con la sensación de un sueño cumplido.
No era un día más en la Finca Nobles Caciques, que en este momento acompaña la cosecha de olivos (que va de mediados de abril a mediados de mayo) para la producción de aceite con el siempre deseado emprendimiento familiar: un viñedo con once variedades de uvas distintas que después del proceso lógico de vendimia van a dar como resultado un vino que por ahora sigue calificando como “artesanal”.
“Las primeras plantaciones de vid fueron a prueba, en media hectárea, allá por noviembre de 2022, y el entusiasmo nos llevó a ocupar otras cinco y media sobre fines de 2023”, resaltó Gabriela Cecilia Laurent, el alma mater del campo familiar ubicado en la ruta Ruta 3 vieja, kilómetro 668 (partido de Bahía Blanca), mientras recibía el consenso de su hija Sofía, encargada general del proyecto y máxima responsable de la crianza, vinificación, embotellado y presentación del producto en el mercado.
“Se eligió la parte alta del terreno con plantas orientadas de norte a sur. En ese sector hay mucha tosca, carbonato de calcio puro, con características sensoriales muy favorables para el gusto y la intensidad del vino. De la primera media hectárea cosechamos un cuarto en el inicio de este 2025, con 500 kilos de uva que representó 200 litros de vino”, contó, con voz más que relajada, esta docente, emprendedora y casada, desde hace 42 años, con el ingeniero agrónomo Alfredo Dagna.
“Mientras continúa el período de estacionamiento vamos probando, pero la cata de esos primeros vinos en barricas será para septiembre, cuando estén maduros en su totalidad. Será un acontecimiento festivo para nosotros; estamos esperando ese momento”, adelantó “Gabi”, antes de abrir su agenda y repasar las variedades de cepas –muchas de ellas destacadas tendencias en países como España, Portugal, Italia y el sur de Europa– que forman parte de las distintas líneas de cultivos.
Entre los tintos se pueden encontrar Pinot Noir, Carmenere, Granache o Garnacha, Cabernet Franc, Merlot y Tannat, mientras que en los blancos las elegidas son Chardonay, Riesling, Alvarinho, Sauvignon y Pinot Grigio.
“La idea la veníamos analizando con Sofía, hablábamos del tema y siempre decíamos que donde hay olivos pueden existir viñedos; son dos plantas que no compiten entre si y cada una por su lado se puede desarrollar bajo las mismas condiciones climáticas y de suelo. Además, para trabajarlas se utilizan los mismos implementos y herramientas”, amplió, con conocimiento total de la causa, la Bióloga y Magíster en Ciencias del Suelo, jubilada en 2019 del Departamento de Agronomía de la Universidad Nacional del Sur.
Al menos para ella, la viña se cosecha en febrero o marzo y los olivos en abril.
“Para elegir las variedades hicimos un estudio profundo de lo que mejor anda en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Recorrimos algunas bodegas, hablamos con profesionales y empezamos a seleccionar las de mejores rindes. Al final decidimos plantar especies de ciclo corto y medio”, detalló.
-¿Por ejemplo?
-Tannat, Merlot y Carmenere se adaptaron muy bien a nuestras pretensiones, y a algunos tintos los convertimos en rosados. En esta zona es muy común ver variedades de tintos tardías, que se procesan sin que la uva alcance a madurar, es decir sin la cantidad de azúcar suficiente como para una correcta fermentación y un vino de buen sabor.
“Esta es una región con predominio de la uva blanca, que da como resultado vinos frescos y con un aroma especial. Si logramos que sean consistentes, el próximo paso es la elaboración de espumantes”.
Pensando a futuro, el plan familiar es más ambicioso aún
Gabriela, también mamá de dos varones (Nicolás y Andrés), señaló hacia un galpón y recitó de memoria: “La idea es hacer una bodega con restaurante, visitas guiadas, degustación de vinos y aceites de oliva y venta de productos”.
-¿Para cuándo sería?
-La prioridad es la almazara (molino o prensa utilizado para exprimir las aceitunas y obtener el aceite) para concretar la propia fabrica, prevista, si todo va bien, para el verano venidero (se instalará en el galpón más grande, que es el que está arriba). Después sí pensar en la bodega, de acá a dos o tres años, aunque eso no quita que sigamos elaborando vinos.
-Seré curioso, ¿van a ser impulsores de su propia marca?
-Sí, tenemos dos registradas pero hay que elegir una. Una es “Viento amigo” y la otra Tetruel, un cacique tehuelche que esperó, con una bandera celeste y blanca, a Ramón Estomba en el arroyo Las Mostazas para acompañarlo a lo que después se erigió en la Fortaleza Protectora Argentina. Fue el primer paso para la fundación de Bahía Blanca.
“Y `Viento amigo´ tiene relación al factor eólico que azota a esta región, aunque gracias al viento los molinos generan energía, por lo que, más allá de quejarnos, el viento es beneficioso para nuestro bienestar. Además, en nuestro ámbito, ese aire fuerte seca, hace que disminuya la humedad, y eso en definitiva ayuda a que no haya tanta proliferación de enfermedades”, subrayó.
Mientras tomábamos la segunda taza de café, llegó Martín Abenel, asesor enológico y amigo de la familia.
“Me intriga saber sobre la influencia marina en los viñedos, porque una salinidad distinta (es decir mayor) a cualquier otra zona o región sería más que excelente”, registró el catador puntaltense.
En realidad, el impulso inicial para apostar definitivamente a los viñedos fue de Gabriela, asesorada por el Ingeniero Agrónomo y enólogo de excelencia Federico Isgro, mendocino recibido en la Universidad Nacional de Cuyo y con posgrado –en Enología- en Véneto, Italia.
“Federico tiene su propio emprendimiento, denominado Bira Wines, una bodega prestigiosa en el Valle de Uco con inspiración en el estilo de la Toscana. Apunta a vinos con estilo italiano, cuyas sepas insignia son sangiovese (tinto que combina el dulzor y el amargor con maestría, en un perfil aromático de cerezas y hierbas) y malvasía (licoroso blanco, dulce, oloroso y de alta graduación”.
Al suelo lo que es del suelo
“Por el momento no imagino las características que puedan llegar a tener los vinos. Sí puedo adelantar que el aroma dependerá de todos los nutrientes que la viña absorba del suelo para poder transformarlos en azúcares”, detalló Gabriela.
Mientras iba y venía por el quincho, Martín acotó: “Eso lo vamos a saber recién dentro de seis meses, cuando degustemos la primera añada. En ese momento nos vamos a sorprender, aunque comprobaremos fehacientemente cual será el perfil de los vinos de este lugar. Por ser de la provincia de Buenos Aires, seguramente tendrán menos contenido de alcohol que en Mendoza, por lo que serán más frescos, más brillantes y con más color”.
“La vegetación que rodea a los viñedos tendrán un papel preponderante en el sabor y en el aroma, pero todo dependerá de las bondades de las temperaturas, del suelo y los nutrientes”, agregó.
Viniendo desde Bahía, un espejo de agua cubre la parte baja del predio Nobles Caciques (de casi 250 hectáreas), antes del portón de ingreso y sobre el ala este del casco principal de la estancia.
“La inundación nos afectó medio lote de plantas de olivos de unos cinco años, bien paradas y que daban excelente producción, además de otros dos lotes con plantas de menor tamaño y que no ofrecían rindes considerables”, reconoce Gabriela mientras apreciaba como caía el sol en el horizonte verde.
“El agua tardó en bajar y se secaron varias plantas. El olivo tolera la sequía, pero no la asfixia radicular. En total perdimos casi 2.800 ejemplares, que para recuperarlos hay que volverlos a plantar. No sé que vamos a hacer, es un sector donde también pega fuerte las heladas. Cuando el agua drene del todo por ahí encaramos una pastura, pero no lo tenemos decidido. Se perdieron años de trabajo, aunque por suerte es poca superficie. Hay que seguir”