Es conocida y muy utilizada la expresión «una de cal y otra de arena» para anteponer a algo supuestamente positivo otra cosa aparentemente negativa.
Se entiende también que se refiere a que el resultado que se espera obtener en determinado asunto está sujeto a la convergencia de sucesos buenos y otros no tanto, o malos directamente.
Pero, quién no se ha preguntado sin obtener cabal respuesta: entre la cal y la arena ¿cuál se supone que es la positiva o buena y cuál la negativa o mala?
A priori, podría deducirse que le corresponde a la cal el costado negativo, ya que se trata de un óxido cálcico altamente corrosivo, y a la arena la parte buena. Pero, en su origen, no se les asignaba esos roles a dichos materiales cuando comenzó a circular el refrán.
Según comenta Alfred López en el blog español 20minutos, la expresión formaba parte de una más larga que decía: “Una de cal y otra de arena, hacen la mezcla buena”, con referencia a la argamasa (con el agregado de agua) que ya los antiguos utilizaban para la albañilería o la construcción de viviendas, muros, etcétera.
Para que ese mortero quedase bien compacto debía llevar las mismas proporciones de cal y arena, pero muchas eran las ocasiones que, para abaratar costos, dicha mezcla llevaba más paladas de arena (que era más barato que la cal), por lo que la argamasa resultante era de mala calidad y, por tanto, el resultado final de la obra no era satisfactorio.
Incluso, en el mismo sentido, existe una segunda variante de la expresión, también más completa: “Una de cal y otra de arena y la obra saldrá buena”.
De tal modo, cabría concluir con que no se trata de bueno o malo, de positivo o negativo, sino de complementarios, de elementos cuya concurrencia es inevitable para lograr el objetivo buscado.