Hace pocos días, conversando con Luis Landriscina le pregunté respecto a la predilección por las milongas de su entrañable amigo René Favaloro. «No solo por las milongas –respondió–, por toda la música de la surería, en especial por Atahualpa Yupanqui».
Si será profunda la admiración por Don Ata, que en la carta de despedida antes del dramático final, Favaloro lo menciona.
Dice textual: «El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano, cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata… No puedo cambiar. No ha sido una decisión fácil pero sí meditada».
Aún hoy duele la despedida temprana de un ser humano excepcional, imprescindible aquí y ahora.
¿Qué pudimos hacer? Qué no hicimos para persuadirlo del disparo al corazón que también a nosotros nos atravesó.
Queda su legado, sus lecciones de vida. Queda recordarlo, como lo haremos el próximo lunes en el marco de la II Fiesta Nacional de las Llanuras en nuestro querido pago de Dorrego.
Favaloro quería que lo recordaran como un médico de pueblo de campaña, que pudo haber sido Dorrego, Pringles o Cabildo. Pero fue Jacinto Arauz, no muy lejos de aquí, donde, además, en la carta de despedida pidió que se esparcieran sus cenizas y descansar para siempre.
El próximo lunes lo recordaremos en el marco de la Fiesta de las Llanuras.
Será a partir de las 20 en el Centro Cultural de Coronel Dorrego, donde proyectaremos Favaloro, entre Bahía Blanca y Jacinto Arauz.
Será en el pago que tanto disfrutaba visitar Don Ata, donde florecerá Favaloro entre huellas y milongas.
Están invitados.