Cada vez son más las personas que sufren de “estrés vacacional”, que se refiere a la imposibilidad de disfrutar plenamente de los períodos de descanso.
La mayoría de quienes lo sufren son aquellos que no pueden olvidarse del trabajo o de la problemática de la vida cotidiana y siguen preocupados por ello durante los periodos vacacionales.
Los afectados por esta patología suelen ser dueños o directivos de una empresa o empleados con una vinculación fuerte con su trabajo y no son capaces de desconectarse totalmente.
Además, las nuevas tecnologías empeoran las cosas ya que con los dispositivos móviles es más complicado alcanzar la desconexión.
¿Estrés o ansiedad?
La Organización Mundial de la Salud ha señalado que el estrés puede afectar de forma diferente dependiendo de la persona. Pueden experimentarse diferentes síntomas, como dolor de cabeza, de cuello, de hombros o de espalda, presión en el pecho, falta de hambre, un nudo en la garganta, malestar digestivo o tensión muscular.
Otros, incluso, pueden llegar a sufrir erupciones en la piel, dolencias, infecciones o problemas estomacales.
Los especialistas coinciden en señalar que “cuando una situación de estrés no finaliza, el cuerpo sufre un gran desgaste. Aquí es cuando comienza a tornarse crónico y convertirse en distrés o estrés negativo”, estado que amenaza el correcto funcionamiento del organismo.
La ansiedad, en cambio, es definida como “un estado de aprensión, tensión y desasosiego”, que “tiene un carácter anticipatorio ante un posible peligro, ya sea externo o interno”.
Según una asociación psiquiátrica estadounidense, “los trastornos de ansiedad especificados y no especificados causan malestar clínicamente significativo o problemas en los ámbitos social, laboral o en otros campos importantes del funcionamiento”.
Estresores. Los disparadores del estrés
Entre los factores que inciden de forma directa se encuentran: aquellas tareas mentales que requieren concentración (como los preparativos para el viaje); cuestiones que suponen “una amenaza a la propia autoestima” (como el fracaso profesional); o las que se denominan “estresores de amenaza interpersonal”, como las disputas de pareja o con la familia que suelen aumentar en vacaciones por estar más tiempo juntos.
Especialistas señalan tres factores relacionados con la generación del estrés que pueden aplicarse a situaciones típicas de las vacaciones para entender por qué se produce una situación de estrés en ese fechas que es cuando más relajado se debería estar.
El factor de la “probabilidad de ocurrencia”: por ejemplo, la preocupación y la situación de alerta constante cuando se está con niños pequeños en la playa o en la piscina y el miedo a que les pase algo.
El factor “inminencia”, como puede ser el caso de anticiparse a lo que sucederá en la ruta cuando se va a conducir: el tránsito intenso, las filas de autos, la seguridad.
El tercer factor, “severidad”, hace referencia a las “amenazas” que suponen determinadas situaciones, como en el caso de padres de adolescentes que salen por la noche, si consumirán alcohol o alguna otra sustancia, el riesgo de que se vean expuestos a algún peligro.
Cómo enfrentarlo
El primer apunte de una guía que en su momento preparó la Organización Mundial de la Salud para enfrentar el estrés, tanto en vacaciones como en cualquier época del año, es que nadie está solo ante eso, que todo el mundo puede experimentar estrés alguna vez y que es importante poder identificar lo que le está ocurriendo y cómo lo afecta.
Si se trata de no poder desligarse de los temas laborales, la sugerencia es desconectarse de toda comunicación relacionada, silenciar los chats vinculados con la actividad, para poner toda la atención en las vivencias actuales, en planear actividades y tratar de pensar solo en el descanso y en la recreación.
También se recomiendan algunos ejercicios que favorecen la relajación, tanto para practicar al aire libre o en el ámbito interior.
– Fijar la vista y mantenerla por un rato en un punto determinado, lo que puede intentarse también con los ojos cerrados.
En ambos casos, concentrarse solo en el ritmo respiratorio.
– Respirar lenta y profundamente, llenando y vaciando por completo los pulmones en un ritmo acompasado, medido.
– Presionar el suelo con los pies de forma lenta.
– Estirar los brazos lentamente hacia adelante, juntando las manos y acariciando una con la otra las palmas, alternativamente.
– Volver a la respiración normal, centrándose en el entorno, observando con atención, escuchando ruidos, sintiendo olores.
En caso de reconocer que la situación no se pueda controlar o empeore, lo más aconsejable es, como en toda cuestión de salud, acudir a un profesional que ayudará a resolverlo.