¡Fuera turistas! El verano europeo sacudido por la “turismofobia” genera nuevas tendencias. ¿Monte Hermoso se aggiorna?

Playa de Monte Hermoso repleta de turistas

Durante el pasado verano europeo recrudecieron las protestas por el turismo masivo, un llamado de atención a respetar el espacio vital de las personas, su identidad, la cultura local y la forma de vida de sus ciudades.

«Corresponde a los ciudadanos decidir cuánto y qué tipo de turismo desean», afirmó un especialista para darle entidad a los reclamos por la creciente “turismofobia”, el rechazo hacia los turistas y al turismo masivo, sentimiento nacido de la preocupación de las poblaciones locales por el temor a que la llegada de gran cantidad de visitantes pueda tener un impacto negativo en lo social, económico y ambiental.

Aunque limitado a pocos casos, también en Monte Hermoso se escuchan expresiones coincidentes con esa corriente de rechazo a la invasión del espacio propio, incluso en casos elegido residencia permanente como liberación del bullicio, la masividad, el tumulto, los apuros, de ciudades más pobladas.

En Argentina, este tipo de reacción se verifica en puntos turísticos no muy poblados, como es, por ejemplo, el caso de la entrerriana Gualeguaychú, que convoca cada verano a unos 250.000 turistas locales y extranjeros atraídos por el festejo de Carnaval, considerado el mejor del país.

Aunque sin protestas comunitarias, muchos gualeguaychenses, amantes como pocos de su terruño, reniegan de esa muchedumbre que quiebra la habitual tranquilidad, por ejemplo, de las varias playas que se extienden en la orilla oeste del río del mismo nombre que la ciudad.

Patrimonio común

Buscando respuesta a las impugnaciones surgidas del otro lado del océano, cabría preguntarse ¿Quién es el propietario de un atractivo turístico? ¿Quién puede atribuirse su defensa frente a los otros, los que viven en el lugar o han nacido allí o los turistas? Podría convenirse en que los sitios turísticos pertenecen a todo el mundo, los que viven en el entorno y cualquiera que desee conocerlos, visitarlos.

Resulta difícil no coincidir en que se trata de un patrimonio común, de una fuente de intercambio cultural y social que las administraciones y las entidades comunitarias locales deben ocuparse de ponerla en valor y mejorarla constantemente, aportando su parte los viajeros y turistas para ayudar a preservarla y sustentarla.

Sin embargo, hay opiniones que relativizan la cuestión y que demandan por la necesidad de respetar el espacio vital de las personas, su identidad, su cultura local, el estilo de vida elegido. Corresponde a los ciudadanos del lugar decidir cuánto y qué tipo de turismo desean, apuntan.

Otros consideran que las protestas van dirigidas contra «los malos turistas». Ponen como ejemplo el mensaje en las pancartas de las protestas contra los turistas realizadas en las Islas Canarias (España) ya desde antes del verano: «Turista: ¡respeta mi tierra!».

Según la investigadora de turismo y profesora de la Universidad de Aalborg (Dinamarca), Carina Ren, siempre ha habido turistas que se han comportado mal, pero ahora hay más que nunca.

«Cada vez que viajamos, se produce un encuentro cultural en el que intercambiamos ideas y chocamos. Era cierto hace décadas y también lo es hoy para el turismo de masas. Pero ahora está sucediendo algo diferente: el volumen. Los turistas no se están comportando peor, simplemente hay más de ellos», afirmó.

Elegir a los turistas

En el contexto del debate desencadenado, expuso una visión diferenciada el presidente de la entidad Turismo de Barcelona, Jordi Clos, para quien «el turismo en la ciudad ha tocado techo», la ocupación óptima estaría sobre un 82 %, por lo que esa entidad pública inició una nueva etapa de promoción que busca atraer a “turistas de calidad”, según afirman.

«Hemos cumplido nuestra misión, que era estar presentes en el mundo, estar en el “top ten” de las ciudades europeas con más turismo», explicó Clos en una entrevista en la que se mostró partidario de apostar ahora por lograr cada vez más atraer a un turista más sostenible, más cultural, «que venga a la ciudad para algo concreto», como puede ser la gastronomía, la cultura, los museos, la arquitectura o los grandes eventos que se celebran, entre otros muchos intereses.

Sin que haya sido explicitado, da la impresión de que en Monte Hermoso se ha abierto una instancia emparentada con esa tendencia, a juzgar por algunos cambios que se introdujeron en el reciente festejo de la Fiesta Nacional de la Primavera.

El espacio central de la programación, la Plaza Parque, estuvo monopolizado por los espectáculos destinados a los jóvenes y la oferta gastronómica orientada por las nuevas formas de consumo adoptadas por ellos, dejando de lado los tradicionales “fogones de la amistad”, como también el corrimiento de la feria de artesanos del lugar.

El empeño y la dedicación en el rescate del mítico Tico Tico para convertirlo en Casa de la Cultura, y otras acciones gubernamentales, como el impulso al nuevo Código de Ordenamiento Urbano y Territorial, parecen ser indicativos de un cambio de visión en la planificación de una ciudad vivible y del turismo al que Monte Hermoso debería aspirar.

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