«Hablar hasta por los codos». De dónde viene la expresión y una anécdota cinematográfica imperdible

La actriz Katharine Hepburn y el director Howard Hawks

La expresión «Hablar hasta por los codos» se utiliza para significar que alguien habla demasiado, sin parar y por lo general sin decir nada de relevancia.

Hay varias hipótesis acerca de cómo se originó, ninguna concluyente. Lo que se sabe con certeza es que tiene su antigüedad, dado que ya aparece recogida en el Diccionario de Autoridades de 1739 con la acepción «Phrase vulgár con que se pondéra, y exagéra, que algúno habla mucho».

Algunas fuentes indican que dicha expresión fue utilizada en el siglo I a.C. por el poeta romano Quinto Horacio Flaco, quien la incluyó en su obra Sátiras (colección de poemas satíricos que exploran los secretos de la felicidad humana).

De por qué la referencia a los codos ha dado lugar a diversas suposiciones.

Hay quien dice que puede referirse a esa costumbre que tienen algunos de tocar el brazo del interlocutor, a la altura del codo, mientras se habla.

Incluso, afirman otros, porque ese tic suele darse tocando codo con codo.

Otros arriesgan una hipótesis marital, que apunta a la situación que suele darse cuando, en la cama, uno trata de llamar la atención del otro, evitar que se quede dormido y siga prestando atención a lo que está diciendo.

Se lee también que viene de tiempos en que la hoguera era un castigo definitivo para algunos criminales, a quienes amarraban codo con codo, espalda contra espalda.

Cuentan que ante tal situación apareció un dicho, «hablar para evitar los codos» (confesar hasta los delitos no cometidos), que habría luego derivado en hablar hasta por los codos.

Anécdota

Con relación a este exceso de perorata, Alfred López, en el blog 20minutos, España, recoge una ocurrente anécdota del ámbito cinematográfico.

Cuenta que durante el rodaje de «La adorable revoltosa» (Bringing up Baby, 1938) la protagonista, Katharine Hepburn, acabó en más de una ocasión con la paciencia del director Howard Hawks.

Cierto día, durante una pequeña interrupción en una de las escenas, la actriz comenzó a hablar sin parar.

Hablaba hasta por los codos y el director ordenó a su ayudante mandar a todos los miembros del equipo de rodaje que se sentaran y observasen en silencio a la charlatana actriz, para ver si, de este modo, dejaba de parlotear para continuar con la filmación.

Pasó un buen rato hasta que Kate se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y preguntó inocentemente:

− ¿Qué estamos esperando?

− Estábamos esperando a que el loro se callase, respondió Hawks, con el mal genio que le caracterizaba.

El equipo echó una carcajada y a la actriz no le sentó nada bien, por lo que pidió al director tener unas palabras en privado. Se apartaron a un lado del set de rodaje y ella le dijo enojada:

− Howard, todas estas personas son amigas mías (dijo, señalando al equipo técnico) si dices cosas así sobre mí, podrías tener algún problema

Hawks miró hacia arriba y observó a un electricista colocando un voluminoso foco y mirando hacia él le preguntó:

− Edie, si tuviese la oportunidad de dejar caer ese foco sobre la señorita Hepburn o sobre mí ¿qué escogería usted?

La respuesta del electricista fue:

− ¡Apártese, señor Hawks!

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