Bahía Blanca acaba de cumplir 195 años (el pasado 11 de abril) y, pese a que muchos políticos, en funciones o no, aseguran que la ven cada vez más reluciente y fulgurante, para el ingeniero civil Horacio Varela, candidato a intendente por Integración Ciudadana, la ciudad “está triste, estancada y con un avanzado problema de vulnerabilidad social”.
La campaña arrancó en diciembre y la propuesta del partido no tardó en llegar para oficializar la designación de este docente de la Universidad Tecnológica Nacional para las próximas elecciones Primarias, Abiertas, Simultaneas y Obligatorias (PASO), confirmadas para el segundo domingo de agosto de 2023.
“El año pasado, desde la universidad, se dictaron distintos talleres y charlas donde participó parte del grupo de Integración Ciudadana. Quedaron muy conformes con la oratoria y la apertura que tuvimos y me invitaron a trabajar específicamente para ellos, proponiéndome, en diciembre, ir por el puesto principal en el municipio local. Es un honor y un orgullo que un partido con un vecinalismo serio y consolidado se haya fijado en mi”, fue la apreciación inicial de Varela antes de poner el foco en la propuesta política propiamente dicha.
“Voy a representar a un grupo de personas con una conducta y una honestidad tan valorables como su capacidad intelectual a la hora de gestionar. Estamos comprometidos con los problemas reales de la población. Además, es un partido (se formó a partir de desprendimientos de la Social Democracia, del radicalismo y del ala más socialista del Socialismo) que no depende de la política nacional, y eso es muy importante a la hora de aportar ideas innovadoras”, agregó.
– Quiere decir que nadie les baja línea.
– Exacto. Tiempo atrás, este mismo partido formó una alianza que terminó en fracaso, quedando muy afectado a nivel local, sobre todo en lo humano y en lo social. Es un error que no se debe volver a cometer, y eso lo saben los grandes referentes que están desde un principio, como Raúl Woscoff, Arturo Guevara o Norberto Martínez, por citar a los de mayor trayectoria o más conocidos.
“El lanzamiento oficial lo hicimos junto a una agrupación peronista denominada Compromiso Bahiense, y con nosotros trabaja un grupo vecinalista, bien liberal, que se llama Ser Bahía. Todos juntos estamos armando un frente para encarar este año eleccionario”.
– ¿Por dónde arrancó la campaña? ¿En qué problemática social hicieron hincapié en primera instancia?
– Antes que nada realizamos un diagnóstico de la ciudad para saber por donde comenzar. Más allá de tener un panorama claro, de saber como funciona Bahía y cuales son sus necesidades, el análisis inicial nos llevó hacia la parte más vulnerable, que es el sector sur, donde se encuentran los barrios socialmente más complicados.
A partir de un informe de la UNS (Pobreza Multidimensional en Bahía Blanca), pudimos establecer la cantidad de gente que vive en un avanzado estado de vulnerabilidad.
– ¿De qué número estamos hablando?
– El dictamen establece que existen 98.000 ciudadanos sin cobertura social y que 47.000 registran insuficiencia alimentaria severa o moderada, es decir que comen una vez al día o pasan todo un día sin comer al menos una vez a la semana. También aclara que son 18.000 los pibes que no terminan la escuela, una cifra escalofriante y que hace ruido por todos lados.
Como nos costaba creer semejante realidad, concurrimos a esos sectores y nos dimos cuenta de que es mucha la gente que vive en la miseria total. Es un flagelo muy complejo de encarar si tenés en cuenta los distintos componentes que se mezclan, como el narcotráfico, la trata, la violencia y otros adicionales muy arraigados a la sociedad.
– Ante semejante panorama, ¿cuál sería la estrategia de trabajo?
– El problema es serio, por eso, antes que nada, es necesario detectar y evaluar las posibles soluciones que puede ofrecer el municipio, ayudando o colaborando con oportunidades para los más necesitados. Inmediatamente después, armar reuniones con distintos estamentos: Unión Industrial, Cámara de la Construcción, Parque Industrial, Corporación del Comercio, etc. Es decir, organismos que se involucren, en forma directa, con los vecinos de esos barrios teniendo en cuenta que esa gente es la mano de obra sin calificar.
«Una ciudad es el centro y el macrocentro, y otra muy distinta la parte sur: Villa Caracol, Tierras Argentinas, Vista al Mar, Villa Nocito»
Además, es necesario entender por qué viven en condiciones prácticamente infrahumanas y en sectores impactados por la droga y el consumo de distintas sustancias. De movida hay que encarar una solución, al menos como paliativo.
– Es preocupante.
– Totalmente. Son sectores desatendidos. Una ciudad es el centro y el macrocentro, y otra muy distinta la parte sur: Villa Caracol, Tierras Argentinas, Vista al Mar, Villa Nocito y, más para la costa, Saladero y parte del bulevar. Hacia la parte alta puedo hacer mención a Miramar o 9 de Noviembre, barrios históricamente degradados. La municipalidad solo mira hacia la zona donde hoy funcionan todos los servicios; incluso en este año electoral, las obras se están haciendo en lugares donde existe infraestructura y que no exigen una extrema necesidad.
– ¿Por ejemplo?
– El removimiento de la vereda en calle Falucho, en Villa Mitre. Esas baldosas estaban en buen estado, pero las sacaron para colocar nuevas. Esa obra demandó 210 millones de pesos, un despropósito. Otra: van a volver a arreglar el portal del parque de Mayo, son otros 30 millones. ¿Es necesario? Para nada, la ciudad demanda otras urgencias.
Lo positivo es que el gobierno municipal está abriendo los ojos frente a la problemática de las `dos ciudades´. Si el sector vulnerable crece, te condiciona al resto de la población, porque si los hechos de violencia se empiezan a multiplicar en el sector no vulnerable, se desmadra todo. Hay que prevenir antes de que Bahía se empiece a parecer a Rosario, donde la seguridad está perdiendo ante la inseguridad.
– ¿Para tanto?
– Y… con una salvedad: Rosario cuenta con un millón y medio de habitantes, y un cartel de droga o la activación constante de una banda peligrosa, por ahí no causa tanto estrés o impacto entre tan concurrida población pese a ser lunar social considerable. Ahora, cuando vos tenés 300.000 habitantes y 98.000 no cuentan con cobertura social, existe un tercio de la ciudad desamparada o fuera del sistema.
Si acá llega a erigirse un cartel de droga o aparece una banda que atosiga a la ciudad, la situación pasará de preocupante a grave porque, al ser pocos, va a ser casi imposible defenderse.
Mirada rigurosa y singular
“Veo una Bahía triste, opaca, sin despliegue, chata, sin movimiento, sin un proyecto de desarrollo como para decir que crece hacia un determinado lugar”, sentenció Varela, sin medias tintas y basándose en datos estadísticos que hablan por si solos.
“La ciudad crece en forma dispersa, no existen zonas de plusvalía real y las obras se planifican donde ya se hicieron otras obras. Estamos invirtiendo en los mismos lugares y la periferia se encuentra desatendida y a la deriva”, criticó.
Y fue más allá…
“La parte alta de la ciudad que integra el sector no vulnerable sufre las mismas necesidades que los sectores vulnerables: no tienen cloacas, tampoco cordón cuneta, asfalto y veredas. Eso sí, de un lado son pobres y del otro no”.
– Entendible
– Te doy otro ejemplo: En Villa Belgrano las calles se inundan y los que viven ahí están cansados del barro, pero es el mismo problema que sufren en Nocito o Caracol, aunque en esos barrios, al tener las napas más bajas, rebalsan los pozos ciegos cuando llueve. Y como no hay veredas, el agua servida se empieza a estancar en las puertas de las casas. Está claro que en la parte alta de la ciudad tenés una suerte de revancha, pero el problema y el riesgo sanitario es el mismo.
Además de ser un peligro para la salud, es un inconveniente de índole económico. La municipalidad no quiere invertir en el sur porque en su mayoría son terrenos usurpados, pero hace 28 años que fueron ocupados ilegalmente y no se va a modificar. No encarar obras necesarias en esos barrios afectan tu propia economía, porque el chico que se enferma en Caracol o zonas aledañas, termina yendo con gastroenteritis o hepatitis, al Hospital Municipal; y un menor internado en ese nosocomio cuesta 40.000 pesos por día.
«La periferia se encuentra desatendida y a la deriva”
Entonces, si no gastás en cloacas, lo debés hacer en salud. Es cierto que el Estado nacional se tendría que ocupar del tendido de las cloacas, y ese es el argumento en el que se basa el municipio para no hacer obras en los sectores vulnerados, pero si el Estado no se encarga de las cloacas tampoco te va a pagar los gastos del hospital.
Un tercio de la población carece de cobertura social, ¿a dónde se va a ir a atender? Al municipal. Entonces se genera un círculo vicioso que, si no lo cortás con la prestación de servicios o una vereda que le permita a los chicos ir a la escuela sin tener que caminar 20 cuadras en el barro, va a seguir aumentando hasta que llegue ese día en que ya nadie lo pueda frenar.
– ¿Cómo se puede hacer para que los chicos no dejen de estudiar?
– Acompañarlos con una política social, que de marzo a diciembre cuenten con asistentes sociales que controlen que vayan al colegio y puedan terminar el ciclo lectivo como corresponde. Y en el verano darles la oportunidad de concurrir a una colonia de vacaciones. El objetivo es que esos chicos no estén a la deriva por las calles. Más allá de que se pueda llegar a un acuerdo con la provincia, ese acompañamiento debe originarse y hacerse efectivo desde el municipio.
“Otro condicionante es que hoy las escuelas se encuentran en los “barrios legales”, por decirlo de alguna manera. Hace 20 años, por el ordenamiento geográfico, el colegio siempre estaba a mano, le quedaba de paso a todos. Sin embargo, las barriadas nuevas crecieron como 20 cuadras para el lado donde se puede construir, para el sur, y mucha gente quedó lejísimos de cualquier establecimiento educativo. Ese trayecto, el pibe lo debe hacer caminando, en el barro, y eso complica la asistencialidad. Una cosa es que sea pobre, pero de héroe no se recibió nadie.
La educación todavía sigue siendo la base para una buena formación, para que ese chico no caiga en problemas por no saber diferenciar el bien del mal.
– En la recorrida por los barrios, ¿se detuvo a dialogar con los que construyeron sobre terrenos usurpados?
– Si le das servicio a esa gente, al menos podés lograr que se integren. Hablando con una chica que cursa tercer año de abogacía, me decía: `la muni no nos quiere reconocer como vecinos porque estamos usurpando tierras del ferrocarril, pero que se decida, o nos echan y nos barren o asumen que somos parte de esta ciudad´. Me quería aclarar que en el medio no quieren estar, porque la incertidumbre no los hace ir ni para un lado ni para el otro, y el hecho de estar tan marginados acarrea un montón de inconvenientes en la convivencia, entre ellos y con la «otra» Bahía Blanca.
La desatención, que te ignoren y que no encajes en un sistema, produce angustia, y esa angustia deriva en la depresión, y por depresión caes en el consumo de drogas. Y la pelota se hace cada vez más grande. Para luchar contra ese karma podés hacer un trabajo de prevención, disminuir la demanda, y para eso, sí o sí, necesitás una comunidad más compacta, fluidez en la comunicación y mayor empatía.
Obras ‘fundamentales’ y temas puntuales
“El problema social demanda una infraestructura básica de bajo costo: provisión de agua, de cloacas y servicios primarios para tener sana a la población. Salud para todos, que la gente tome agua limpia y que cuente con desagües acordes para que no se le inunde la casa ni la calle”, remarcó el ingeniero antes de entrometerse en la segunda medida que estaría exigiendo urgente intervención.
“Un problemón en Bahía es el transporte público, que está vencido desde hace 50 años, y esa es la causa fundamental para que en la ciudad hoy haya un parque automotor activo de 180.000 unidades y el tránsito sea un caos, sobre todo en la zona céntrica. No podés andar ni estacionar y la cantidad de autos en un mismo lugar le complica la vida a todos”.
– ¿La referencia es para las líneas de micros a nivel local?
– El transporte urbano de colectivos dio todo lo que tenía que dar, los recorridos de las unidades son los mismos de siempre y no se le puede pedir más nada. Sí hay que exigirle a las empresas y a los empresarios que manejan las distintas compañías.
– En Bahía el boleto es el más caro del país
– Exacto. El servicio es caro y malo. Los recorridos de las distintas líneas quedaron mal distribuidos en una ciudad que se expandió a lo largo y a lo ancho. Hay que armar un sistema de transporte con un consorcio del transporte, una sola unidad de negocio y un mismo valor de boleto para todos (teniendo en cuenta que porcentaje paga el usuario y que parte se consigue se por subsidio). Es primordial que el nivel de las ganancias le asegure a las empresas que no se van a fundir mientras estén prestando el servicio.
La ciudad sufrió una transformación. De 1970 en adelante el transporte público se movilizó por el eje Estomba-Chiclana, aunque de 1990 a esta parte, tras el aumento de la actividad en el puerto de Ingeniero White, comenzó a tener auge la línea avenida Cabrera-Avenida Colón. Ese ida y vuelta lo hacen los que trabajan en las distintas empresas portuarias, que son los que compraron viviendas o edificaron en la zona alta: barrio Patagonia y pasando la autovía Alfonsín.
– La ciudad quedó a 90 grados
– Claro, y eso hace que el 90 por ciento de los recorridos de micros no sirva. No encontrás una manera de ir de Aldea Romana al puerto, al menos que tomes dos micros y tardes el doble. En ese caso serían cuatro pasajes (dos de ida y dos de vuelta), a 140 pesos cada uno, da 640 por día, un gasto enorme para el obrero común. La suma total al cabo del mes implica casi un 25 por ciento del sueldo, es decir que la persona trabaja 8 horas, pero dos las destina a pagar el transporte. Una locura.
– ¿Cómo ve a Bahía posicionada en la región?
– La nuestra es la ciudad más importante de la Patagonia. El problema que tenemos es que, desde hace 20 años, nos venimos mirando a nosotros mismos sin tener apertura hacia la región. Tenemos muy descuidada la parte sur de la población en relación a la influencia industrial de servicio y de conocimiento.
Por más que hayan aparecido centros educativos relevantes en la Patagonia, las Universidades de Bahía están consolidadas con una trayectoria intachable, porque son fuertes, reconocidas y con excelencia en la formación. En definitiva, una oferta educativa que no ofrece ninguna otra ciudad.
Además, Bahía cuenta con un teatro municipal, una orquesta provincial y un conservatorio de música de primer nivel. Todo eso convoca, por eso es muy importante tener la ciudad medianamente prolija y atendida, para que nadie vea lo que no queremos ser.
– Históricamente Bahía ha sido influyente para los que vienen de la región a estudiar o a trabajar
– Al generar conocimiento, cuando ese alumno vuelve a su lugar de origen, ya sea de la sexta sección o de la Patagonia, regresa con un fuerte lazo con Bahía; su referencia inmediata es esta ciudad. Te doy un ejemplo: tengo alumnos que trabajan en Rincón de los Sauces (Neuquén), y ante cualquier improvisto me llaman por teléfono o recurren al laboratorio de la UNS. Bahía está posicionada como la capital del sudoeste de la provincia, y la región se fortalece gracias a Bahía.
Bahía, como centro de servicios, es la bisagra entre Capital Federal y el sur del país. Acá convergen las rutas nacionales, las líneas de trenes, y es la entrada a uno de los puertos más productivos de la Argentina, un ente independiente con vida propia, que produce una riqueza equivalente a lo que generan, en la escala nacional, las provincias de La Pampa y Formosa (el uno por ciento del PBI).
Esa cifra, 5.000 millones de dólares al año, es lo que representa Bahía para el país, y ese producto bruto se conforma con la riqueza de toda la zona. Esta ciudad es la boca de expendio del cereal, el aceite de oliva, el gas y la producción agropecuaria. De acá se exporta al mundo. El puerto necesita tener un funcionamiento acorde a la región, porque si este no funciona, las localidades linderas optarán por Quequén o Rosario.
– Aunque son otros costos
– Sí, claro. Sin Bahía la región muere y Bahía muere sin la región. Es casi obligatorio asegurar la exportación, porque la cadena entre los que llevan y traen en gigantesca.
De cara al bicentenario
“Preferiría no llegar”, argumentó, entre risas, el ingeniero, sentado en el sillón principal de su despacho.
– ¿Tan mal está la ciudad?
– No podemos ignorar la amenaza que tanto nos preocupa, porque si esa amenaza sigue avanzando te puede llegar a complicar el panorama social en todos los sentidos. Hay que asumirla, corregirla y advertirle a la población que nos vamos a poner a trabajar para que la situación no pase a mayores.
– ¿A qué se refiere?
– A que la ciudad está partida en dos, y no es un problema solo nuestro, le sucede lo mismo a todos los sitios con mucha capacidad de producción, como Rosario, Mendoza o Córdoba. La ONU las llama ciudades emergentes por la tendencia a segregarse, a separarse. De un lado los que ganan mucha plata y viven con cierta dinámica y del otro los que van quedando relegados.
“Si vos como gobierno no le apuntás a que la gente vaya más o menos junta hacia un progreso, se empieza a hacer un equipo largo si lo llevamos al plano del fútbol. Aunque existe un escalón entre el medio y la delantera, que si se llegar a cortar estamos liquidados. Hoy en día la gente vulnerable no puede subir ese peldaño, por está cada vez más lejos de los otros, de los que mejor viven”.
– Los pobres son cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos, ¿esa es la realidad?
– Sí, aunque no hay cada vez más ricos y cada vez más pobres, porque Bahía, según el último censo, no aumentó su masa habitacional. Es lógico que no haya crecido, no hay gente que emigre del campo hacia la ciudad como suele ocurrir en otros países. Lo que tenés que evitar es que los estables no se dispersen, porque si los ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, la evolución de la ciudad va a ser al ritmo del más lento.
“Hay que apuntalar a los vulnerables, a que evolucionen más rápido para que se junten con los otros. Es el gobierno el que tiene que empujar a los de atrás, porque en definitiva los de adelante se encargan solos”.
– ¿Cuál es el peligro de que estén cada vez más separados?
– Que se establezcan dos ciudades y que ese sector vulnerable se haga más miserable, que tome vida propia y empiece a rodear a la otra parte. El 20 por ciento de la población bahiense se encuentra en esa condición, y si ese sector se empieza a mover bajo su propia ley, adquiere economía propia y dinámica por si mismo, sus vecinos van a ir a la `otra´ ciudad solo para cumplir con la jornada laboral. Esa separación trae consecuencias: aumenta el vandalismo, la inseguridad y de un día para el otro esa ciudad satélite empieza a dominar el territorio y las condiciones.
Vos podés vivir cómodo en un barrio cerrado, pero no vas a poder salir de tu casa. Podés tener un departamento de 500.000 dólares en una de las principales avenidas de la ciudad, pero bajás a la vereda y te encontrás con un ambiente complejo y peligroso. Ante semejante panorama, ¿a la universidad van a seguir viniendo los 30.000 alumnos que año a año llegan desde la región? Seguramente los padres elijan otro destino.
– ¿Como se frena esa problemática?
– Afrontando un costo político. El gobierno debe decidir qué hacer con los que tomaron tierras sin permiso. Si se compromete a frenar la usurpación, tiene que contar con una labor social importantísima. Ahora, si baja el presupuesto de la política social a la mitad, como lo está haciendo, va a tener cada vez menos gente trabajando en esa área. Y si eso sucede, va a ser lógico que el problema avance.
– La inseguridad, ¿te preocupa?
– Es consecuencia de la problemática social. Si duplico los controles en las calles poniendo más cámaras, efectivos y patrulleros, lo único que voy a lograr es generar más violencia. El foco no está ahí, comienza en otro lado. No sirve poner un cerco o una barrera en la zona de conflicto, se generaría una “guerra” entre bandos y el panorama empeoraría. Si sabemos que eso puede suceder, lo mejor es prevenir.
La violencia es hija de la segregación social y de la inequidad. La persona que vive en una casilla de chapa en medio de la miseria, cuenta con una antena de Direct TV y recibe la misma información que vos y yo. Esa persona sabe lo que se va a gastar en arreglar el portal del parque de Mayo en el mismo momento que ve a los pibes jugar en la tierra, al lado de aguas servidas y sin ningún servicio. Eso genera bronca y un caldo de cultivo para la violencia. Yo sería más cuidadoso en ese aspecto. Tal vez no sea simpático políticamente hablando, pero sí tomaría precauciones para no estar todo el tiempo sobre el filo de la navaja.
Trato de entender pero no puedo: hay presupuesto para cambiar las veredas en Villa Mitre pero no para construir un cemento alisado en los barrios alejados del centro. No es mucho, nadie piensa en lo que caminan en el barro todos los santos días.
– El tránsito, todo un tema
– La movilidad de la ciudad la pretenden arreglar a la fuerza, y no es así. No le podés decir a la gente `anda despacio o te saco el auto´. Si ponés un lomo de burro al lado de otro, la gente va a agarrar por otro lado. Eligen calles aledañas a las principales, y ahí se empiezan a quejar los vecinos que antes no tenían tanto movimiento frente a sus casas. Al tránsito hay que calmarlo, reducir la velocidad pero que tenga fluidez.
Te doy un ejemplo: avenida Cabrera mide 3.600 metros entre Fortaleza Protectora y la rotonda que entra a Aldea Romana. Si vas a 60 kilómetros por hora, tardás 3 minutos y medio en cumplir el trayecto; a 40 demorás 5 y no hay diferencia. Ahora, si establecemos una velocidad máxima de 40 y te freno con semáforos, serruchos o lomos de burro, vas a tardar 15 minutos y vas a poner ‘el grito en el cielo’. Poné la velocidad a 40 si querés, pero que el tránsito sea fluido, sin obstáculos. En ese caso, el automovilista siempre va a saber lo que va a tardar y se termina acostumbrando.
– Y por último ¿Ciclovías si o no?
– Es bueno que la gente ande en bici, pero deben circular por calles seguras. Las sacaría de donde están y las pondría, por ejemplo, en el paseo de las esculturas. De esa manera no ponés en riesgo al ciclista ni molestás a los que manejan autos. Para cumplir con una ordenanza te apartás de la seguridad y así no funciona. La ciclovía no es sustentable porque estás poniendo en riesgo a dos personas: al ciclista y al automovilista.
Más propuestas
El diálogo con el ingeniero continuó al ritmo de muchas propuestas que, como candidato, tiene para ofrecer. Preferimos no exponerlas aquí en su totalidad, dejando abierta otra oportunidad para otra ocasión, dando lugar a futuras coberturas periodísticas que permitan a nuestros lectores acercarse a ellas.