En charla con él nos cuenta que si bien este es su debut como autor ya había escrito y dirigido algunas obras de teatro («esa fue mi experiencia como escritor, y ahora esto»), en medio de su campaña como candidato a concejal por la agrupación “Primero Monte Hermoso”, ante lo que reflexiona: «Es un año de nuevas experiencias. Lo del libro es más proyectado en el tiempo ya que lo empecé a escribir en pandemia, en cuarentena, producto de que no podía estar trabajando en las obras de teatro (en Rosario), así que me dediqué a escribir este libro que me llevó un año de escritura y otros dos y algo de corrección, trabajando con diferentes editores y escritores que fueron ayudándome y colaborando con este libro que presentaré este sábado».
El pulpo y las polleras, un libro basado en historias reales «es una novela –nos dice– no es un compilado de cuentos ni historias, sino que es una sola historia, tiene alrededor de 240 páginas, son 22 capítulos, y la particularidad que tiene, y por eso es basado en historias reales, más allá de que incorpora aspectos de mi vida personal, de mis vínculos y de personas que estuvieron o están a mi alrededor, también presenta un fuerte contenido histórico en lo que tiene que ver con lo que hemos atravesado como humanidad pero sobre todo como argentinos y argentinas».
Nos detalla: «Plantea desde el bombardeo de la plaza de Mayo del ’55 hasta la resistencia estudiantil, la última dictadura militar, la cuestión del Covid, sobre todo la cuarentena, el feminismo. Hay un montón de aspectos y de hechos de la historia argentina incorporados en clave ficcional, en una novela que al incorporar estos hechos, tanto colectivos como personales, es muy rica, tiene muchos espacios, muchos escenarios, muchos personajes, y por eso creo que puede ser una linda aventura para leer».
Le consultamos si se siente representado por esta novela: «Más allá de las pretensiones de la novela, cuando uno crea una obra de arte, una obra de teatro, una pintura, o como en este caso un libro, más allá de las pretensiones que uno tenga, creo que al momento de hacerlo y de llevarlo a lo concreto, la obra ya deja de pertenecerte y pasa a manos de quien la lee, de quien lo ve, de quien contempla la obra y de su interpretación», reflexiona.
«Hoy yo también me vuelvo un interpretador más de ese libro, de esa obra. Por supuesto que tiene una carga importante de experiencias personales, de terceros, de conocidos, de amigos, de historias íntimas, también de cuestiones de la historia argentina pero es un repaso, es en clave ficcional y desde ahí cada una y cada uno –y esto es lo más interesante– va a poder hacer su libre interpretación, su libre creación de lo que aparece y esa me parece que es la parte más interesante. No es un libro para bajar línea sino para expresar un punto de vista que puede ser compartido o no, pero creo que nos vamos a encontrar en esas páginas porque la novela habla mucho de la libertad, de este sentido de justicia que muchas veces buscamos individualmente, colectivamente, y que a veces como sociedad nos ha perjudicado tanto y otras veces traído tantas cosas lindas».
A nuestra pregunta sobre si el lugar del que habla el libro es Monte Hermoso o es uno ficticio, explica que «los lugares son reales; el principal escenario es Sauce Grande, también aparece Buenos Aires como ciudad y hay una ficcionalidad de espacios donde yo he estado, por ejemplo la cárcel, donde he dado clases de teatro en la Unidad Penitenciaria N° 19 de Saavedra. Ahí, la experiencia de convivir con los detenidos me inspiró a que uno de los escenarios más importantes de la novela sea ese lugar, porque esta es una novela distópica, que quiere decir que está planteada en un tiempo de contexto negativo donde la cuarentena que hemos vivido ya lleva siete u ocho años, que la gente está encerrada en sus casas y cómo a partir de ese encierro aparecen las permanencias de las prohibiciones y la falta de libertad».
Aclara Ollearo que «desde el libro no se intenta hacer una crítica a las políticas de salud pública que tienen que ver específicamente con la cuarentena, es algo que vivimos, una realidad, es algo que estuvo, que tiene sus consecuencias. En los adultos, en los niños, en las personas de la tercera edad y creo que no nos lo replanteamos, no se ha tratado como creo que debería haberse tratado. Fue tanta la desesperación por terminar eso y estar en la calle de nuevo que a lo mejor no hicimos un estudio sobre lo que atravesamos como seres humanos, como colectivo».
Acerca del momento en que el libro fue escrito, recalca que «no es un ensayo, es una novela ficcional», y cuenta que «al haber sido escrita en cuarentena, sin saber cuál iba a ser el destino de la humanidad, de nuestro país, y habiendo tantas posibilidades de que eso permanezca durante mucho tiempo que por suerte no fue así, entonces, está cargado de la tensión, de lo impredecible de ese momento, con las libertades cercenadas para poder cuidar nuestra salud, tampoco conociendo muy bien qué pasaba, el temor que eso significa… y por eso creo que es tan importante el escenario de Sauce Grande y de Monte Hermoso como escenario principal de esta novela. Porque en ese encierro, yo estaba en un departamento en Rosario, yo despertaba todos los días pensando en ese lugar, estar en Sauce, en la playa. En la novela se hace mucha referencia a la forestación, qué tipo de forestación hay en Sauce, las particularidades de la desembocadura, que es un lugar maravilloso y por eso hay una revalorización de esos espacios. Por eso me parece que en esas páginas tal vez nos volvamos a encontrar con ciertos sentimientos, con ciertos estados de ese tiempo donde la incertidumbre era total».
Ahondando en el contexto, teniendo en cuenta que se lo reconoce como uno de los referentes en el conflicto de los guardavidas con el gobierno municipal, manifiesta que «a pesar de que este libro fue escrito antes del conflicto de guardavidas, sin embargo, lo que representa una llamativa particularidad, y de cómo la historia tiene sus continuidades y su paralelismo, hay muchas cosas que me ocurrieron en lo personal por la reivindicación de los derechos de los y las guardavidas, que están en el libro, que tienen que ver, sobre todo, con la persecución, con el hostigamiento, con la imposibilidad de expresarte con libertad, que yo creo que es una realidad que vivimos en Monte Hermoso y que se ve planteado en el libro pese a que todavía no había vivido en carne propia esa experiencia».
Nos interesamos en saber si está proyectando escribir otro libro, si está desarrollando alguna idea nueva: «En principio estoy dedicado a ver qué pasa con este libro, que lleva casi cuatro años de trabajo, de mucho tiempo, sobre todo de corrección, de revisión. Hoy estoy también ocupado en la campaña, en ver qué puede pasar en las elecciones de octubre y la verdad es que no tengo tiempo para nada más», confiesa entre risas.
De todos modos, le preguntamos si se proyecta como escritor: «Soy bastante existencialista, vivo mucho el presente, trato de disfrutarlo, de gozarlo, por supuesto que tengo proyectos a futuro pero en verdad voy permitiendo que las cosas sucedan y estoy abierto también a esas oportunidades porque de alguna manera siempre está esa predisposición a que ocurran otras cosas y se trata de estar abierto y confiar. Estoy abierto y confío en este libro y en que lo van a leer y en esa confianza también está la entrega y decir: que ocurra lo que tenga que ocurrir. Si se abre el camino (porque ya tengo algunas ideas) y aparece esa energía para continuar escribiendo, si. Porque me parece que la escritura es algo muy hermoso».
Finalmente, Ollearo reconoce que si bien el libro es ficcional, tiene una gran carga de la personalidad propia del autor, lo que le permitiría al otro conocerlo: «Más allá de que una vez el libro entregado le pertenece a quien lo lee y la interpretación, la idea y los colores que puedan llegar a aparecer, tienen que ver con lo que está dentro del lector. En la lectura está la posibilidad del reencuentro, de volver sobre lo que se dijo, por eso yo me lo tomé con mucha responsabilidad y traté de ser preciso y claro en cada palabra, porque queda para siempre», analiza.
«Escribir es un acto de transparencia, de cosa genuina, de mostrarme así, con estas palabras, con estos textos, con estas historias, que nos construyen. Todos tenemos identidad, todos tenemos una historia, una educación, una crianza, una casa, una escuela, amistad. Eso es lo que nos construye, es un poco no negarnos a toda esa historia que tenemos, ser abiertos a eso, aprender de esas historias, ser amigables con nuestra propia identidad. Me parece, entonces, que este libro está cargado de mucha identidad».