En el ciclo de Charlas Veraniegas que año a año organiza la Biblioteca Popular Monte Hermoso, este martes 23 disertó la licenciada en Psicopedagogía María del Mar González sobre las infancias sin pantallas, en una charla denominada “Infancias con más juegos y menos pantallas”.
Conversamos con ella acerca del tema y reflexionaba que “se ve el uso de la pantalla cada vez en edad más temprana y ese uso, si bien va cambiando de acuerdo con la edad, es parte de su cotidianeidad; y finalmente pasan más tiempo con una pantalla que con una persona, y ahí está lo preocupante”.
Le preguntamos de quién es esta elección y claramente nos dice: “De los adultos, porque el niño no accede solo a las pantallas, siempre hay un adulto que habilita ese espacio, y si bien la idea no es juzgar a nadie, si lo es revisar un poco por qué estamos dando tanta permisividad, por qué tanto tiempo están frente a una pantalla en vez de en una plaza, en juegos con otros niños, con otros adultos de la familia, compartir la lectura de un cuento.
“En fin –continúa– pensar de qué manera se da para que se habiliten tantas pantallas en los niños… tanto tiempo y a su vez ellos acceden a límites insospechados y quizás tampoco tienen la madurez para poder tramitar todo lo que reciben”.
Incita a pensar que “en la infancia temprana, siempre el niño aprende con otro, somos seres sociales, aprendemos con otros, por eso ahí es donde debemos prestar atención; esto se observa en el lenguaje: por ejemplo, decimos ‘habla neutro’… y claro, ese es el lenguaje de la televisión, de los dibujitos, y se visibiliza claramente que ellos son como una esponja, absorben todo”.
Acerca de las desventajas, González enumeró algunas: “Principalmente su dificultad en las habilidades sociales, porque pasan mucho tiempo delante de una pantalla pero después no tienen herramientas para vincularse con otros; trabajar sobre la capacidad de frustración, cuando otro le dice que no y lo confronta, ver cómo resuelve esa situación, lo que siento, lo que me pasa, la asertividad de las emociones; se evidencian trastornos del lenguaje a edades tempranas, dificultades visuales, dificultades en la motricidad, en el sueño, está comprobado también que altera el sistema nervioso”.
Le peguntamos cuál sería la edad recomendable, si es que podemos ponerle un número: “Según recomendaciones de la OMS (Organización Mundial de la Salud) se recomienda cero pantallas hasta los dos años, pero cuanto más se pueda extender, mejor. Y después, una hora por día, una hora y media, pero cuanto menos estén es mejor”, expresa. “El desafío está en poder brindar como familia otras opciones, otras cuestiones lúdicas que tengan que ver con invitarlos a que tengan otro tipo de entretenimiento, que no sea solo sentarse frente a la pantalla porque si no se aburre”.
– Repasando un poco los aspectos de la historia del celular, coincidimos en que en este momento está tan instalado en todos los ámbitos de nuestra vida y que no hace mucho más de una década no se pensaba en el celular como única opción. De hecho las familias recurrían a juegos y paseos. Sin embargo hoy es como que la pantalla es la única opción, o tal vez la más efectiva.
– Caemos en la comodidad de algún modo, porque si el niño está con el celular parece que no se siente, es como si no está, por eso se trata de ‘hacerse cargo’ como adulto, ponerse como opción y ver qué se puede hacer. Estar, mirar atentamente, no es solamente sacarle las pantallas sino proponer, ver qué podemos hacer, favorecer la autonomía, habilitar espacios para que ellos puedan conocer otras cosas, también saber jugar de otra manera, porque si no parece que solo es una pantalla y quedan ahí como meros receptores, no ponen en juego nada, la creatividad no tiene lugar.
– Sabemos que el nivel inicial ha desarrollado algunas actividades integrales para trabajar esta postura de infancias sin pantallas. Sin embargo, a vistas de lo que sucede en el ámbito de los y las adultas que se ocupan de estas infancias, pareciera que el alejamiento de las mismas solo sucede puertas adentro de las instituciones educativas, pero en cuanto los y las niñas salen del jardín, lo primero que piden (y se le es otorgado) es el teléfono de la mamá. Y así, mientras ellas conversan con la seño o con otras madres, los niños ya están con el teléfono en mano.
– Si, parece que habría que invitar a las familias, desde las instituciones educativas (que ya tienen demasiadas responsabilidades) la manera de pensar qué le propongo como familia. Es verdad que esta no es una tarea que la institución educativa deba tenerla, pero, digo, fomentar en la sociedad otros espacios y ver cómo se vinculan los adultos con los niños, cómo los miramos, qué espacios les damos, qué habilitamos, porque también es poner el cuerpo por parte del adulto y limitar ese uso.
Entiendo que es el camino más largo, el más lento y el más difícil tal vez, porque es un me hago cargo de los berrinches, tengo que recibir todo ese enojo y ver qué hago con eso.
Continuando con este análisis nos detenemos en la segunda infancia. Es decir, ya hemos superado la etapa de la educación inicial y le preguntamos a partir de qué edad se podría aceptar o recomendar el uso de pantallas, siempre aclarando de que no se trata de tener un celular propio sino de usar las pantallas que hay en el hogar: “En ese tiempo donde los primeros aprendizajes ya han sido forjados y han tenido una infancia sin abuso de pantallas, lo van a usar porque es parte de la sociedad de hoy, y ahí lo importante está en regular, que los adultos miren qué hacen los chicos con las pantallas, que los niños sientan que hay un adulto detrás, que los está regulando, que esté mirando quién es, que nos cuenten qué hacen (con referencia, por ejemplo, a los youtubers), entonces ahí el adulto puede intervenir, y expresar la mirada del adulto, si está bien, está mal, que hay una presencia que esté regulando la información que reciben, conocer y evaluar qué piensan esos ‘ídolos’ de hoy”, sugiere la experta.
Con referencia a regular el uso de las pantallas, aconseja “una o dos horas como mucho; porque después tienen que tener sus actividades, encuentros con otros, encuentros con sus familias, cuanto menos, mejor, porque eso le va a permitir tener otros momentos que van a ser mucho más enriquecedores. Porque si no después son chicos que van a la escuela y tampoco pueden prestar atención, porque qué atención le van a prestar a su docente o a su compañero cuando pasan el mayor tiempo prestando atención a una pantalla que le presenta imagen, color y un sonido ensordecedor. Es muy difícil que un chico que esté durante mucho tiempo con una pantalla, pueda después prestar atención, y ver también por qué hoy hay tantos chicos con dificultades atencionales. Es todo un círculo vicioso, una cadena”, expresa con preocupación.
En vacaciones es el mejor espacio: “Cuando el adulto tiene mayor disponibilidad y aprovecharlo con propuestas de juegos que tal vez se jugaban en su época de niño, la canasta, la escoba de 15, la generala, el 10 mil, armar un rompecabezas, crucigramas, sopas de letras, la lectura… hay numerosísimas opciones, cosas que se le pueden enseñar para que el chico cuente con más recursos para la vida”.
Acerca de la literatura, puntualiza que “siempre hubo montón de libros, y pensar qué nos brinda la lectura; el estar frente a un libro, enriquecer nuestro vocabulario, poder fomentar nuestra creatividad, nuestra imaginación, nos lleva a un millón de cosas donde nuestra mente también va creando y va fortaleciéndose, porque frente a un libro nosotros somos los principales actores, mientras que frente a la pantalla solo recibimos la información y quedamos como simple espectadores, ahí no hay un lugar para nuestra creatividad, para nuestro pensamiento.
“Solo recibimos demasiada información que ni siquiera llegan a tramitar, entonces hablamos de siempre educar con el ejemplo, si los chicos no nos ven con un libro o si el libro no forma parte de nuestra casa no van a elegir un libro”.
Los puntos principales para comenzar a pensar y construir infancias un poco más alejadas de las pantallas, se relaciona entonces con “la disponibilidad del adulto, y revisarnos también buscando una respuesta a qué nos lleva este abuso de las pantallas, revisarnos nosotros como adultos, preguntarnos por qué esto está sucediendo, porque si bien es parte de nuestra cotidianeidad, también puede ser regulado como cualquier otra cosa”, sentenció.