Ernesto Sábato decía que los diarios eran innecesarios, que deberían salir una vez al año o cada siglo, cuando sucedieran noticias verdaderamente importantes.
Según su criterio, en 1492 se hubiera justificado la salida de una emisión especial de un diario que titulara «El señor Cristóbal Colón acaba de descubrir América».
Sábato vivió 100 años, murió en 2011 y no imagino cómo hubiera reaccionado hoy con las noticias sobre el cambio climático, que ya no impactan una vez al siglo, al año; se suceden mes a mes, día a día.
Intuyo que este fin de semana hubiera aceptado que un diario titulara a toda página: «Se despide julio, el mes más cálido jamás registrado en el planeta», acompañado de un pequeño recuadro con dos citas textuales del secretario general de la ONU, António Guterres. Una, «El cambio climático ya está aquí, es aterrador y es solo el principio». Otra, «En julio se han registrado ya las tres semanas más calurosas de la historia, los tres días más calurosos jamás registrados y las temperaturas oceánicas más altas de la historia para esta época del año».
Mientras en nuestro país el tema del cambio climático brilla por su ausencia en la agenda y en el debate público de los políticos en campaña, un centenar de científicos italianos, incluido el Nobel de Física, reclamaron a los medios periodísticos que tengan el mismo compromiso con el cambio climático que tuvieron recientemente con la pandemia de Covid.
En una carta abierta reclaman a la prensa que no se hable de «mal tiempo» sino de las causas y consecuencias de la crisis climática, porque –afirman– «omitir esta información condena a las personas a una sensación de impotencia, precisamente en el momento histórico en el que aún es posible construir un futuro mejor».
Hoy, domingo, en el diario El País de España, el escritor mexicano Jorge Comensal escribe una columna donde se pregunta por qué no estamos preparándonos para el calor extremo por venir.
Y publica una serie de datos e informaciones que me atrevo a sintetizar, copiar y pegar, porque ayudan a comprender la realidad que atravesamos.
– El agua del Atlántico norte es un caldo insólito (se teme que una de sus corrientes marinas cruciales colapse antes de lo previsto) y la Antártida, en pleno invierno austral y con el Niño apenas comenzando, ha tenido extensiones de hielo marino muy por debajo de lo normal.
– En México, han muerto más de doscientas personas por golpes de calor este verano. La noche del 14 de junio, tres miembros de una familia perdieron la vida en Tabasco (un Estado costero del golfo de México) porque no había electricidad en su colonia y decidieron pasar la noche en su auto, con el motor encendido para tener aire acondicionado.
– El clima está cambiando de muchas formas, pero la primera y más tremenda manifestación de ese cambio es el calor, un calor que la especie humana nunca ha experimentado y que, por lo tanto, no está preparada para enfrentar.
– La novela de ficción climática «El Ministerio del Futuro», de Kim Stanley Robinson, comienza con una escena de horror térmico: una multitud de personas busca refugio dentro de un lago durante una ola de calor en la India que causa más de veinte millones de decesos. Debo confesar que en su momento me pareció un escenario exagerado (a pesar de que yo también estaba escribiendo una novela que comienza con una ola de calor futurista, en la que el agente destructor no es la temperatura sino el fuego). Hasta entonces, yo nunca había oído hablar de la temperatura de bulbo térmico, una situación de extrema humedad en la que 35 grados resultan insoportables para el cuerpo humano, por lo que no imaginaba lo cerca que estamos del precipicio.
– En la actualidad, alrededor de 30 millones de personas viven en zonas de calor extremo (cuya temperatura anual promedio alcanza los 30 grados); en 2070 serán 2.000 millones. Este cálculo no significa que la población aumentará en esos lugares, sino que las regiones tórridas se extenderán muchísimo, ocupando la mayor parte de la India, el Sudeste asiático, el Sahel y la América tropical. Además del perjuicio a la salud y la calidad de vida de casi una cuarta parte de la población mundial, esto comprometerá la productividad agrícola, lo cual propiciará la migración climática y la crisis sociopolítica.
– De acuerdo con un estudio publicado en 2020 sobre el futuro del nicho climático humano, la situación puede ser aún más extrema: la temperatura experimentada por el ser humano cambiará más en las próximas décadas que en los pasados seis mil años, y alrededor de 3.500 millones de personas se enfrentarán a una temperatura anual promedio mayor a 29 grados. Estas condiciones actualmente se experimentan en menos del 1% de la superficie continental, principalmente en el Sahara, pero en 2070 podrían encontrarse en cerca del 20% de la superficie continental del mundo, incluida buena parte de Latinoamérica.
– Bjorn Lomborg, un crítico danés del alarmismo climático, ha declarado recientemente que el aumento de las temperaturas salvará vidas, ya que se reducirán las muertes por el frío. Este enfoque positivo del calentamiento es una tergiversación del fenómeno, ya que sólo es pertinente para países nórdicos y no para las zonas asiáticas, africanas y americanas donde vive la mayor parte de la población mundial.
– Me incomoda apelar al apocalipsis maya porque temo que el catastrofismo propicie la negación y la parálisis en vez de la movilización colectiva. A estas alturas, me gustaría contar un chiste para liberar un poco de tensión, pero no se me ocurre ninguno. He pasado este verano bajo un domo de calor brutal que ha deteriorado tanto mi calidad de sueño que tengo el sentido del humor achicharrado.
– ¿Por qué no estamos preparándonos para el calor extremo por venir? Por un lado están los “negacionistas” que no creen que haya nada de qué preocuparse y por el otro están los activistas comprometidos con evitarlo. Los sucesos de este año ponen en ridículo la postura despreocupada y son un llamado urgente a organizarnos para frenar el calentamiento y ayudar a quienes ya lo están sufriendo más.
Tomar conciencia de esta realidad . Informarnos y colaborar . (Dentro de las posibilidades).