Karen Arranz: «el artista tiene que dar algo, algo que traspase el alma y el corazón»

Oriunda de El Perdido, bahiense por gratitud, referente indiscutida de la música, la cultura y la tradición de la llanura bonaerense, sostiene que «la música y el arte son libertad y placer»

Como potros bravos galopando en la llanura de la pampa surera, sus pensamientos desencadenan palabras que amalgaman ideas, sentencias y recuerdos.

Tiene mucho para decir y todo está movido por el apasionamiento con un compromiso latente, lo que obliga a la escucha atenta. «El artista tiene que dar algo, algo que traspase el alma y el corazón», soltará en algún momento.

Los orígenes, la identidad, los valores indeclinables, la rectitud, el respeto, la integridad, la lucha, surgen espontáneamente en la charla, más de una vez condensadas en frases ingeniosas, propias o de notorios referentes, como Don Atahualpa Yupanqui o del poeta uruguayo Osiris Rodríguez Castillos, por ejemplo.

«Gaucho es quien sin ponerse la pilcha gaucha mantiene la esencia de su tierra todos los días. No se trata de ponerse un “disfraz” de gaucho. Como decía Atahualpa: “para ser gaucho no es necesario cepillarse los dientes con espuela”, gaucho viene del alma, de ¿me hacés una gauchada? que quiere decir que lo ayudás y te olvidás».

Karen Arranz, cantante, guitarrista, autora y compositora, nació en Coronel Dorrego el 17 de febrero de 1975. Vive en Bahía Blanca con su marido Alejandro Lavigne, también músico y autor (la sedujo compartiéndole poesías de su autoría hasta que un día le reveló que estaban inspiradas en ella) y sus trillizos.

«Nací en Dorrego pero me crié en El Perdido, antes era Guisasola, ahora es El Perdido».

– ¿Y hasta cuándo estuviste ahí? ¿Estudiaste ahí?

– Primaria y secundaria, viajando en micro todos los días. Estuve cinco años estudiando en el Colegio de Comercio y ahí decidí ir a perfeccionarme en el conservatorio durante diez años. Para ese momento ya no podía viajar tanto porque era todo en el día, así que después del primer año mis padres vinieron conmigo a vivir, así que hace más de treinta años que estoy en Bahía Blanca.

– ¿Y ya estudiabas música en Dorrego?

– Yo ya cantaba. Mi primer disco lo grabé a mis ocho años. Porque empezaron primero mis hermanas, Azucena y Verónica. Nosotros somos una familia en la que todos somos músicos.

En algún tramo de la charla recordará con manifiesta ternura que «con Néstor Macchiavelli hicimos uno de sus programas “Esas pequeñas cosas” y una parte la grabamos en el pueblo, fue hermoso, contando mi historia, fuimos al Jardín de Infantes, a la escuela donde yo fui, a la estación de trenes».

También rememora con orgullo los 15 años de los conciertos netamente sureros denominados «El sur se viste de gala», eventos que recibieron múltiples premios, realizados todos a sala llena en el Teatro Municipal, en los que se homenajeó en vida a grandes artistas como Argentino Luna, Alberto Merlo, Suma Paz, Víctor Velázquez, Omar Moreno Palacios, los payadores Aldo Crubellier, Carlos López Terra, entre otros.

La Herencia. Nunca mejor elegido el lugar para reunirnos con esta artista con mayúsculas que va dejando a su paso el legado de la tradición.

Compromiso

Por donde transite la conversación, Karen siempre encontrará un motivo para dejar manifiesto el mensaje que parece obsesionarla: el rescate de la tradición, la defensa de la cultura, de los valores y de la lucha por lo que se piensa.

«En cierta forma, los cantores que estamos comprometidos con un canto hecho con fundamento como decía Atahualpa, que hoy somos muy pocos los que damos la cara con eso, somos esto, un cantor comprometido con lo que necesita un pueblo, alguien que diga las verdades. Está bueno cantarle al amor pero ¿quién va a decir las verdades? Con respeto, pero quién las va a decir, quién va a dar la cara, siempre. A mí me llaman algunos medios porque no se atreven a decir lo que digo yo, por temor a lo que sea», dirá.

«Saben que soy una mujer que se identifica con la milonga, con el estilo, una mujer que se prolonga en la guitarra»

«Tengo 35 años de no haber traicionado mis convicciones ni haber vendido mi canto, ni por puesto político ni por padrinazgo artístico. Soy una mujer que se identifica con la lucha, a mí las cosas fáciles o los acomodos me enferman, no me gustan. Yo voy a caminar, sin detener mi marcha, si no tenés nada que decir o que contar, solo una voz bonita no me sirve. Cuánto dura una voz bonita… el artista tiene que dar algo, algo que traspase el alma y el corazón».

Remata recordando a Rodríguez Castillos: «El gran poeta uruguayo, dijo: Yo no canto por la fama/ Yo canto pa’ remediar/ Cantando acorto distancias/ Y canto al ñudo no más…»

Aprovecha entonces para contar que le demandan que vaya a vivir a Uruguay, «porque soy una reivindicadora de la poesía uruguaya, mi repertorio es muy uruguayo, el yacimiento cultural que hay allí es tremendo; Rodríguez Castillos, Yamandú Rodríguez, Wenceslao Varela, tantos otros, Zitarrosa, sin dudas, un gran artista. Tengo ofrecimientos de Brasil también», acota.

– ¿Cómo se vuelve a la esencia?

Con ejemplos, con integridad. A mí me siguen ofreciendo cargos políticos, en Bahía, buscan gente creíble, porque no hay buena imagen, no tienen identidad. En Dorrego también, para renovar, porque saben que hablar de Arranz no es hablar solo del folklore, porque mis padres participaron en política siempre. El apellido nuestro es responsabilidad, integridad.

Mi padre hizo un raid, desde Zapala a Buenos Aires, con un amigo, pasaron casi tres meses, caminando, para llevarle una corona de flores a Eva Perón, él era un peronista con amor, con integridad, luchaba desde ese amor.

Yo me crié con ese respeto, con ese amor, con el amor predicado con el ejemplo, yo viví eso. No lo vi nunca más. Lo que dicen hoy que es peronismo, es mentira, se terminó, el kirchnerismo no es peronismo, para nada.

– Pero ¿vas a aceptar o no alguno de esos ofrecimientos?

No, porque a mí me duele la situación de mi gente… yo siempre digo que le canto a la gente de campo y no a la gente con campo; sin menospreciar a nadie, le canto a los puesteros, a los peones.

Y no me siento identificada con el entorno, la política es hermosa pero los políticos la degeneraron, si yo me meto ahora en política sería ser cómplice de lo que se está viviendo; con el solo hecho de mirar para otro lado soy cómplice. Y yo no soy eso.

– ¿Cómo es tu relacionamiento con otros artistas que sienten algo similar a lo tuyo?

Los conozco a todos, desde Abel Pintos, que fue a mi programa cuando era un niño, a todos les he dado una mano, difundiendo su música, sus intenciones. Necesitamos eso, más difusión, más medios comprometidos con esto, con tratar de salvar del olvido esta importante faceta del origen que es el canto nuestro, la representatividad de la llanura bonaerense. Es lamentable que no haya un encuentro surero, no solamente acá, en el país, los medios de comunicación son responsables de eso…

– La Fiesta de las Llanuras de Dorrego es un oasis en ese faltante ¿no?

– Claro, ellos hace más de 60 años que están luchando, porque es una lucha poder organizar algo, y más en estos tiempos, sumemos la pandemia, la desinformación, la falta de difusión en los medios.

Bahía

«Yo amo Bahía Blanca, siempre digo que fue la ciudad que me dio todo sin pedirme a cambio nada. Si bien recuerdo donde nací, está eso que decían los grandes: qué va a cantar bien si vive a la vuelta de mi casa…

«Amo profundamente a Bahía Blanca porque todos los medios estuvieron siempre conmigo, siempre, sin cobrarme un centavo. Sin olvidarme de mis orígenes, jamás, pero tengo que ser realista y a modo de justicia, reivindicar a los medios de Bahía que siempre tuvieron un micrófono para mí».

Karen lleva grabados 12 discos, recibió innumerables distinciones y premios artísticos y ha compartido escenario con la mayoría de los grandes cultores de la canción nativa.

Animó un ciclo televisivo y desde hace 23 años conduce el programa “Entre Nosotros” que se emite por Radio Universidad Nacional de Sur de Bahía Blanca.

– ¿Cómo se congenia la vida familiar con la artística?

– Lo voy manejando con tiempo. Yo soy una apasionada de lo que hago: toco la guitarra desde los tres años.

– ¿Desde los tres años?

– Sí, hay grabaciones en el disco “20 años abrazando mi guitarra”. Hay un fragmento que es un bonus track de cuando yo tenía tres años, en donde estaba cantando “La nochera”, acompañándome con la guitarra. En Spotify está, buscás con el nombre del disco y te aparece.

– ¿Quién te grabó?

– Me grabó un familiar, una hermana de mi mamá. En casete se grababa en aquel entonces. Lo masterizamos y quedó hermoso.

– ¿Cuántos hermanos son?

– Cinco: cuatro mujeres y un varón. Todos cantores y guitarristas, cada uno en su género: mi hermano canta melódico, mi otra hermana, Delia, también. Folkloristas, somos tres. Tuvimos veinte años de trayectoria y de grabación. Después ellos decidieron retirarse del ambiente y quedarse con sus familias, con sus  hijos. Fue respetable, así que dije “bueno, empiezo el camino sola”.

– ¿Cómo fue tu formación?

– A los siete años ya tenía a mi primer profesor, que fue mi cuñado. Me enseñaba a leer partituras, el mundo de Abel Fleury, de Atahualpa Yupanqui en la guitarra. Después fui en busca de un título, para poder ser referente (que no quiere decir que yo lo sea).

Pero una cosa es ser un músico y otra cosa es ser un artista. Sos artista cuando la gente te ubica en el sitial que ocupás y cuando pasa el tiempo y seguís siendo referente de algo.

Las academias forman docentes, no artistas: uno se da cuenta cuando alguien es un músico de conservatorio porque está duro, tiene miedo, tiembla, no expresa nada. Hay que romper con eso y enseñar que la música y el arte son libertad y placer. De nada sirve que yo tenga una academia encima y un montón de partituras si no puedo transmitir a la gente que pagó esa entrada algo desde el alma. El arte es eso. A mí lo que me salvó es la universidad de la calle. En mi casa, desde mis tres años yo me nutrí de eso, porque iban todos: Los Cantores de Quilla Huasi, los Visconti, los payadores. Entonces para mí era algo natural ver ahí la guitarra todo el tiempo.

– ¿Y por qué se daba eso?

– Porque somos una familia de músicos: mi mamá cantaba tango y era locutora, mi papá cantor profesional de tango, profesor superior de piano, profesor de guitarra, mis hermanas, todas, guitarristas y cantoras.

Otra vez, en medio de la respuesta, los potros de sus pensamientos desencadenados la llevan a reflexionar sobre la Ley de Folklore en las Escuelas (será obligatorio enseñarlo en todas las instituciones públicas desde 2024): «Es triste, como patriota y tradicionalista, que haya que poner una ley para que obligatoriamente nuestros docentes enseñen nuestra raíz, nuestra esencia, nuestro suelo. No tendría que haber una ley, ¡tendría que ser algo natural! Algo no está funcionando bien»

– ¿Cómo se logra, entonces, que  no se pierda la tradición y la cultura nuestras ¿Qué cosas faltan en la Argentina para retomar nuestra raíz, nuestra historia?

– Falta gente con conocimiento y gente que ame a su bandera y a su patria, como lo primero y elemental. No hay gente patriota.

Hay un refrán que dice: “No se puede querer lo que no se conoce”. Entonces si vos tenés la idea de que la música es para que algo te haga ruido mientras vos estás cocinando, ahí ya perdimos el rumbo. Como comunicadora, la mancomunión que yo tengo con la gente es diferente, porque no me oyen sino que me escuchan. Lo mío puede gustar o no y eso está perfecto, pero nunca van a decir que yo traicioné, en 35 años de carrera, las banderas que levanté siempre, del tradicionalismo y de la fidelidad del canto bonaerense.

A mi me ven y saben que soy una mujer de campo y a mí me honra eso. Saben que soy una mujer que se identifica con la milonga, con el estilo, una mujer que se prolonga en la guitarra: la protagonista de cada escenario es la guitarra.

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